El Senado parece más una caja chica con fuero que una Cámara legislativa. Adán Augusto López Hernández, el nuevo “banquero” del morenismo senatorial, administra —con mano generosa y ojo discrecional— casi mil 900 millones de pesos al año. Dinero público que fluye con la soltura con la que caen los confetis en un mitin, sin rastro claro de hacia dónde se escurre.
El exsecretario de Gobernación de AMLO convertido en coordinador reparte presupuestos como si fueran estampitas de la 4T: un millón 700 mil pesos para comprar 17 mil ejemplares del libro Grandeza de Andrés Manuel López Obrador, bajo el manto de una supuesta oferta de 100 pesos el tomo. Una ganga digna de un tianguis ideológico: cultura barata para justificar propaganda cara.
Detrás del escenario, los números hacen su propio show de magia contable. De un presupuesto total de más de 5 mil millones de pesos, la mitad se diluye en sueldos, viáticos, “servicios generales” y ese cajón sin fondo llamado “Otros Servicios Generales”, donde se esconden los misterios de la República y las subvenciones sin etiqueta. Todo, claro, bajo el mando fiel del tabasqueño, que dispone de cada peso con la solemnidad de quien reparte indulgencias.
Porque el Senado no necesita transparencia cuando tiene lealtad. Y Adán Augusto parece entenderlo mejor que nadie: 67 senadores, 300 millones anuales para la bancada, sobresueldos envueltos en opacidad y un Comité de Administración que más que vigilar, aplaude. La rendición de cuentas, por lo visto, no es prioridad cuando la caja suena fuerte y el partido manda callar.
Mientras tanto, allá afuera, el país mira desde la banqueta cómo su dinero pasea en autos oficiales, se hospeda en hoteles de lujo y viaja en nombre de la austeridad republicana. La “Grandeza” de México, parece, viene con factura, pero sin comprobante.
Con informacion: ELNORTE/
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