Mientras la mayoría de los mexicanos hacen malabares para sobrevivir la cuesta de diciembre, los retoños del “mesías tropicales monarco de Macuspana” parecen estar en su propio tour mundial del derroche. José Ramón López Beltrán, primogénito de la 4T, fue captado haciendo compras en una tienda de lujo en Houston, Texas. Sí, el mismo país al que su padre acusa de intervencionista y neoliberal. Ironías del destino o coherencia de casta: el discurso queda en México, las compras se hacen en el extranjero.
En San Lázaro, los diputados panistas se subieron al avión (metafórico, porque ellos también viajan en business) y exigieron que la UIF escarbe los ingresos de la familia presidencial. Lo que buscan, dicen, es saber de dónde salen los abundantes pesos y dolares que mantienen a los “austeros” en boutiques de seda y autos de colección.
Federico Döring, con su tono de indignación profesional, pidió a Claudia Sheinbaum que pida disculpas por la farsa de la transformación. Según él, lo que hay no es revolución ni cambio, sino un “huachicol fiscal con etiqueta de diseñador”.
En la red social del escándalo, los comentarios vuelan: que si Andy y José Ramón son más influencers del despilfarro que herederos de la austeridad; que si el rancho de Palenque funciona como sucursal de un paraíso fiscal emocional donde se lava la culpa a punta de mañaneras.
A fin de cuentas, los López Beltrán se han vuelto el símbolo involuntario de la 4T versión “premium”: la que viaja en avión privado, viste Loro Piana y sigue hablando de “los pobres primero” mientras pagan con tarjeta platino. De la austeridad republicana ya sólo queda el nombre; el resto parece haberse evaporado entre bolsas de diseñador y discursos reciclados sobre la moral del pueblo.
Con informacion: ELNORTE/
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