En Amacuzac, Morelos, acaba de inventarse un nuevo modelo de política social: el Programa de Hidratación Popular con Alcohol Etílico al 4.5%. Su principal impulsor, el recién reestrenado alcalde Noé Reynoso Nava del Partido del Trabajo aliado de Morena.
El edil amaneció enfundado en el traje de benefactor del pueblo, mostrando con orgullo mil charolas de cerveza que, según él, asegurarán “el bienestar» durante la fiesta patronal. Mil charolas, léase bien: unas 24 mil latas. Si eso no es previsión, que venga el mismísimo Gambrinus (rey mitológico de la cerveza) a corregirlo.
El edil, con tono de influencer en campaña, grabó un video desde las oficinas del partido —como quien presume las compras del fin de semana—, mientras detrás se ve a su equipo “bajando los refrigerios” de una camioneta roja. No cualquier refrigerio, claro: de esos que en exceso hacen que el bienestar se tropiece y se acueste temprano. “Ya ven que con la calorcita hace mucha sed”, dijo Reynoso, y en eso, nadie miente: Morelos puede arder en enero, aunque no tanto como Twitter cuando el pueblo vio al alcalde usar transporte municipal para repartir chelas a la sede partidista.
La inversión, según números fríos (porque las cervezas no), ronda los 490 mil pesos. Nada mal para un municipio que lleva años considerado “foco rojo” de inseguridad.
Pero Reynoso es un hombre que conoce el peligro: sobrevivió a un atentado en 2019, ha sido acusado, amenazado y hasta destituido. Así que, después de tanto plomo y política, tal vez encontró alivio en el lúpulo.
Noé Reynoso Nava regresó a la Alcaldía este 1 de enero de 2025 para un segundo periodo (2025-2027), bajo la promesa de devolver la seguridad a un municipio que ha sido calificado históricamente como «foco rojo».
En su trayectoria política figuran incidentes violentos y controversias judiciales. El 17 de septiembre de 2019, Reynoso fue atacado a balazos en el centro de Amacuzac. Recibió impactos en la cabeza y el hombro, lo que lo dejó en estado grave.
Por este hecho fueron vinculados a proceso Alexis Oswaldo «N», hijo de Santiago Mazari «El Carrete» (líder del grupo criminal Los Rojos), y el entonces secretario municipal, Gabriel «N».
Durante su primera gestión (2012-2015), Reynoso fue vinculado mediante mantas con el grupo Guerreros Unidos, aunque posteriormente fue blanco de amenazas de muerte por parte de la misma organización.
En septiembre de 2015, poco antes de concluir su primer mandato, fue destituido por orden de un Tribunal tras negarse a pagar un laudo laboral de más de 1.1 millones de pesos que arrastraba el municipio desde 2004.
De los refrigerios al refrigerio mental
El alcalde promete devolver la seguridad, pero empezó devolviendo la alegría enlatada. Tal vez la seguridad moral y la presupuestaria puedan esperar a que pase la fiesta patronal del día 12, cuando, si todo sale como él dice, “nadie se quedará sin tomar un buen refrigerio”. La frase tiene algo de programa social y algo de brindis de boda.
Pero aquí vale la pena detener la carcajada y abrir el análisis: ¿de verdad la cerveza puede considerarse un refrigerio más saludable que un refresco? Pues, aunque parezca broma, depende de a quién le preguntes y cuántas te tomes.
Ciencia, sin espuma
Desde el punto de vista médico, una lata de cerveza (330 ml) contiene menos azúcar que una lata de refresco: aproximadamente 1.5 gramos de carbohidratos por cada 100 ml, frente a 10 gramoso más en un refresco común. En calorías, la diferencia también favorece a la cerveza ligera. Además, contiene pequeñas cantidades de vitaminas del grupo B y antioxidantes naturales derivados del lúpulo y la malta.
Pero (y aquí viene la parte amarga), la cerveza tiene alcohol etílico, y eso cambia todo. Su consumo excesivo daña el hígado, compromete la coordinación y, en zonas con altos índices de violencia, suele ser un acelerante del conflicto más que un bálsamo. En cambio, los refrescos son puro azúcar líquida, responsables de obesidad, diabetes tipo 2 y problemas metabólicos a largo plazo.
Así que, si uno quisiera discutir científicamente qué es “menos malo”, la cerveza ganaría… pero solo por puntos técnicos y bajo supervisión médica. En términos sociales, ninguno es símbolo de bienestar: uno dispara el índice glucémico, y el otro puede disparar el índice de riñas.
Conclusión del especialista: ni chesco ni chela son política pública. El bienestar del pueblo no se tapa con espuma ni se endulza con jarabe de maíz. Lo que hace falta en Amacuzac no son mil charolas, sino mil razones para creer que la fiesta algún día se organizará por seguridad y no por olvido.
Con informacion: ELNORTE/e-consulta



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