La crónica de los periodistas Marcos Vizacarra y Andres Rodriguez para el diario español,El Pais,no es una nota roja de Sinaloa: es el parte médico de un Estado en terapia intensiva, partido entre herederos del narco, autoridades rebasadas y cadáveres contados como si fueran estadísticas de producción.
El aleteo de la traición
Todo comienza con una mariposa en El Paso: el secuestro y entrega de Ismael El Mayo Zambada en julio de 2024, ejecutado por Joaquín Guzmán López, hijo de El Chapo y exsocio del capo traicionado. Esa entrega, en el aeropuerto de Santa Teresa, Texas, fue el chispazo mínimo que desató una guerra interna en el Cartel de Sinaloa, una Teoría del Caos con cuerpos y balas en vez de fórmulas.
La ruptura entre los hijos del Chapo y el clan del Mayo detonó un conflicto sin cuartel por un imperio que mueve miles de millones de dólares en cocaína, metanfetamina, fentanilo y lo que se deje traficar.
Guerra total y calendario de muertos
Un año después, la factura está escrita en sangre con asesinatos el triple del año anterior, casi a la par de los desaparecidos, porque en esta guerra no basta matar, también hay que borrar rastros.La violencia no se retrae, se concentra. La “pacificación” presume capturas mientras el territorio se llena de ejecuciones, balaceras y fosas invisibles.
Diciembre, oficialmente temporada de Navidad, en Sinaloa es temporada de conteo de cadáveres: en solo 22 días van 126 personas asesinadas, entre ellas siete mujeres, en municipios como Culiacán, Navolato, Eldorado, Elota, San Ignacio, Cosalá, Mazatlán, Concordia y Escuinapa. Las fiestas se posponen, los sepelios no.
Hieleras, carretera y pedagogía del terror
La mañana del último domingo, tres hieleras aparecen sobre el Libramiento Culiacán, la circunvalación que une Mazatlán con Los Mochis, como si fueran residuos de una carne asada o una boda norteña. Dentro no hay hielo ni refrescos: hay un hombre convertido en rompecabezas, cabeza, brazos, manos, piernas, torso, cada parte colocada con una precisión de escenógrafo de cine gore, solo que aquí no hay director que pida corte.
No es el único escenario: los muertos se acumulan en parajes, carreteras, casas, y en bloqueos carreteros como los de Escuinapa, con enfrentamientos cerca de Mazatlán, la segunda capital turística del noroeste después de Los Cabos, donde el turismo convive con el fuego cruzado como si fuera un atractivo más del paquete. La geografía del narco atraviesa autopistas y destinos de playa con la misma naturalidad con la que el crimen atraviesa cuerpos.
Palacio Nacional, camiones y negaciones
La violencia ya retumba en Palacio Nacional, donde la presidenta Claudia Sheinbaum admite que este fin de semana subieron los homicidios dolosos, especialmente en Escuinapa, porque hay cifras que ya no se pueden esconder bajo la alfombra de las mañaneras. Habla de bloqueos en el sur de Sinaloa, de un promedio de 3,5 homicidios diarios que se disparó en cuestión de días, y el contraste entre la curva estadística y las balas suena obsceno.
Mientras tanto, la pedagogía de la guerra se imparte en tiempo real a bordo de camiones: a los niños se les ponen películas infantiles en las pantallas para que no vean las balaceras, como contó José María el 17 de diciembre, atrapado en un autobús en medio de los bloqueos. Los traileres ardieron, la balacera comenzó adelante y atrás, y el chofer solo pudo dar una instrucción pedagógica básica: “cuando escuchen balas, agáchense”.
Sheinbaum recuerda que Sinaloa “tenía mucha tranquilidad” hasta la entrega de El Mayo y la posterior ruptura en el grupo delincuencial, una tranquilidad más parecida a un pacto tácito que a la paz. La mandataria apunta a que Estados Unidos no ha aclarado su papel en la operación, abriendo una incógnita diplomática que todos se pasan como papa caliente entre la Casa Blanca y el Gobierno mexicano.
El Mayo, Chicago y el espejo de Washington
El testimonio de Guzmán López en Chicago, donde aceptó dos cargos por narcotráfico y crimen organizado, detalla cómo secuestró y entregó al capo de 77 años a la DEA y al FBI, rompiendo de tajo una relación criminal de décadas. El Mayo, prófugo por más de 50 años, con una recompensa de 15 millones de dólares, logró lo que muchos políticos en México envidiarían: nunca pisó una prisión en toda su carrera criminal, hasta que su socio lo vendió.
En su declaración, Guzmán López asegura que el Gobierno de Estados Unidos “no solicitó, indujo, sancionó, aprobó ni condonó el secuestro”, una frase redactada para los archivos judiciales que deja flotando la duda en la opinión pública. Mientras la Casa Blanca niega participación alguna y en Palacio Nacional, tanto el Gobierno anterior como el actual insisten en que Washington debe explicar qué sabía y cuándo, la guerra en Sinaloa sigue siendo el pie de página sangriento de esa disputa diplomática.
Fiestas patrias canceladas y cifras en rojo
Desde la entrega de El Mayo, el Estado ha sido rebasado por la guerra entre dos familias del crimen organizado que se disputan territorio, rutas y lealtades con ráfagas de fusil. Los festejos del Día de la Independencia fueron cancelados por segundo año consecutivo, herencia directa de balaceras, homicidios y quema de establecimientos que convierten el “grito” en un eco lejano.
La Fiscalía General del Estado lleva su propio diario de guerra: 109 asesinatos en noviembre, 130 en octubre, 121 en septiembre, 119 en agosto y 170 en julio, una tendencia que parecía ir a la baja, suficiente para que el gobernador Rubén Rocha Moya declarara con optimismo que “la disminución de homicidios es positiva”. Ocho días antes de que termine 2025, ya van 126 asesinatos y el año apunta a ser el tercer más sangriento de la historia reciente de Sinaloa, equiparable a los años ardientes de la “guerra contra las drogas” de Felipe Calderón.
Desaparecer cuerpos, desaparecer generaciones
El fuego cruzado no solo se mide en muertos, sino en ausentes: al menos 3.304 personas desaparecidas en 15 meses, con un patrón dominante que funciona como ficha técnica del horror: hombre, de hasta 40 años, de Culiacán. Los datos de la Fiscalía obtenidos vía transparencia apuntan a víctimas principalmente jóvenes, urbanas, arrancadas de barrios y colonias donde la vida se ha vuelto un acto de temeridad cotidiana.
Solo en 2025 suman 2.398 desaparecidos: 393 mujeres, 1.997 hombres y ocho personas sin sexo especificado, más del 60% entre 18 y 39 años. En 2024 se registraron 1.269 casos y en 2023, 925, lo que significa que en apenas dos años los expedientes prácticamente se han triplicado y ya superan a las personas asesinadas, como si el modelo de negocio hubiera pasado de matar a invisibilizar.
Con informacion: DIARIO ESPAÑOL/ELPAIS/ANDRES RODRIGUEZ/MARCOS VIZCARRA

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