Desaparecer en México hoy es una forma elegante de morir sin acta de defunción, sin cuerpo y, para colmo, sin Estado que se dé por enterado.
El país de las sillas vacías
En el tablero oficial hay más de 133 mil 495 personas desaparecidas y no localizadas, una cifra que se mueve como gelatina según el humor gubernamental, pero que sigue marcando una crisis nacional que no baja, sube escandalosamente.
Cada una de esas ausencias es una silla vacía en la cena de hoy, un vaso que nadie se atreve a retirar de la mesa porque ese gesto sería una segunda muerte.
Todo mientras la Presidenta Claudia Sheinbaum,que al igual que su antecesor, solo quiere verse tienen vez de hacer el bien, discute si el Registro Nacional está inflado o “depurado”, si hay denuncia formal o no hay,las familias siguen poniendo la foto en el altar, como prueba terca de que alguien existió y que alguien lo arrancó de golpe,nomas por sus puros tanates.
Sinaloa: 6,933 veces el mismo dolor
En Sinaloa, el mapa se tiñe de un rosa que no tiene nada de tierno: son 6,933 personas desaparecidas, el dato más reciente de una lista que no deja de engordar como en Tamaulipas,donde también se sobrevive a otro gobierno de Morena,tan humanista y «mañoso» como su gemelo de Sinaloa,ambos solapados por el calculo politico del gobierno federal.
Culiacán, Mazatlán y el resto del estado conocen de memoria la coreografía macabra: colectivos excavando, funcionarios prometiendo centros de identificación y una violencia asociada al narco que deja cuerpos, fosas y silencios como única política pública consistente. Aquí no falta gente, sobra indiferencia; lo que está desaparecido no son las personas, sino la vergüenza del poder criminal y politicamente organizado en perjuicio del pueblo.
Tamaulipas: 13,634 ausentes y un árbol
En Tamaulipas, la Navidad se explicó mejor con un pino forrado de rostros ausentes que con cualquier mensaje oficial: más de 13 mil 600 personas desaparecidas según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas No Localizadas (RNPDNLO).
Las madres colgaron las fotos de sus hijos en un árbol navideño en Reynosa y resumieron todo en una frase brutal: “Sin ellos no hay Navidad”, mientras el gobierno sin planes cruza de brazos para localizarlos. Ese árbol no adorna, acusa; cada imagen es un expediente que la autoridad dejó a la intemperie, esperando que el tiempo haga el trabajo sucio de olvidar.
Brindar por quienes no están
Brindar en este país se ha vuelto un acto de desafío: la copa en alto ya no es por los que llegaron, sino por los que no volvieron. Se brinda por las madres que salen al monte con picos y palas, por los padres que aprendieron a leer oficios y carpetas como si fueran manuales de rescate, por los hermanos que crecieron con la mitad de la familia convertida en volante de búsqueda.
En un México donde desaparecer equivale a morir sin certificado, brindar es declarar que esa muerte no está aceptada, que la memoria no se negocia ni con narcos ni con gobernadores amigos del silencio cuates de los narcos.
Un país que debe empezar a buscarse
La crisis de desapariciones no es un problema de “fosas ajenas”, es el espejo donde se ve entero el país: un Estado que registra más pero encuentra poco, que recorta cifras en lugar de recortar impunidad.
Mientras no haya búsqueda real, cada nueva cifra —6,933 en Sinaloa, 13,634 en Tamaulipas— será solo otro número para decorar informes, pero también otra silla vacía que alguien se niega a levantar de la mesa. Así que hoy el brindis es irreverente y, sobre todo, terco: por quienes faltan y por quienes los siguen buscando, hasta que la palabra “desaparecido se ala única que desaprezca” y deje de ser la condena automática de muerte en México,donde se presume bajaron los homicidios pero no nos dicen que subieron las desapariciones .
Con informacion: REVISTA ESPEJO/Scarlett Nordahl
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: