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domingo, 21 de diciembre de 2025

LA «ORACION como REFUGIO»: “SEÑOR JESÚS,EVITA que MEXICO quede ATRAPADO en la CULTURA de la MUERTE»…cuando todo falla,queda solo la fe, que no paga impuestos.


En medio de un país que se desangra entre discursos triunfalistas y cuerpos desaparecidos, la oración parece el último ministerio sin corrupción. “Señor Jesús…”, comienzan, y lo que sigue no es una súplica celestial sino una crónica política con sotana: leyes que amenazan la fe, polarización que se disfraza de democracia, violencia que se multiplicó más rápido que los rezos.

El gobierno habla de progreso y transformación mientras los fieles llenan iglesias —porque las oficinas de transparencia no escuchan, pero la Virgen sí. La plegaria, sin autor confirmado, circula como panfletos de esperanza, o como pasquines del desencanto. Y no, no la escribió ningún partido: la escribió el miedo colectivo, ese que no entra en los informes matutinos ni en los spots de campaña.

La presidenta, desde su escritorio climatizado, pide la visita del Papa como quien pide refuerzo simbólico: si Roma no interviene, que al menos su bendición nos libre del próximo titular sangriento. Mientras tanto, en los barrios la gente prende veladoras y murmura que la justicia se volvió una promesa electoral. En el altar de México, ya no se espera al Mesías; se espera un milagro con presupuesto.

En las iglesias, los sermones se parecen cada vez más a ruedas de prensa sin preguntas. Los sacerdotes hablan de falta de trabajo, de desaparecidos, de frustración. La misa se vuelve mitin, pero sin micrófono ni partido; con la ventaja de que aquí nadie interrumpe. “Virgen santísima, salva a nuestra patria”, suplican. Afuera, los autos pasan acelerando, como huyendo del mismo país que los produce.

Al final, el rezo es también un acto de resistencia. Cuando todo falla —las instituciones, la policía, los hospitales, el Congreso— queda solo la fe, que no paga impuestos ni rinde informes. México se sostiene gracias a sus plegarias, colgado del rosario de los desesperados. La religión, ese espejo que refleja el fracaso del Estado, se convierte en trinchera cívica. Y ante tanto silencio oficial, el “Amén” resuena como el único voto que aún creemos contar.

Con informacion: Diario Español/ EL PAIS/ ELIA CASTILLO/ ZEDRIK RAZIEL

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