Los números de la tabla publicada por NOROESTE ,son un epitafio estadístico: si esa es la estrategia de “pacificación” de Sinaloa de Omar García Harfuch con el mismo componente militar de siempre, el cadáver está hablando más fuerte que el parte de guerra oficial.
El discurso del “triunfo” con números en rojo
Mientras el gobierno vende una epopeya de reducción de homicidios decomisos y miles de detenidos de impacto que no impactan, las tres violencias centrales –robo de vehículos, privaciones de la libertad y homicidios– se disparan fuera del ‘choro mareador» como si alguien hubiera puesto la gráfica en modo “inflar ego”, no “bajar delitos”.
Organismos oficiales y vocerías celebran reducciones punuales de homicidios ,pero confunden la pose de la temporalidad de las cifras, que nunca es actitudes tanto robos de autos y desapariciones se siguen desbordando, trasladando la violencia de un rubro a otro como si mover la basura de cuarto fuera limpieza profunda.
Tres violencias, una sola derrota
El robo de vehículos volvió a niveles que no se veían desde 2019, con miles de denuncias en 2025 y repuntes de más del 20% en cuestión de meses; el “control territorial” parece más bien franquicia de deshuesadero.
Las privaciones de la libertad, vulgo «levantones», superan de forma sistemática a los homicidios desde hace años en una entidad donde desparecer es equivalente de morir y en los últimos meses duplicaron sus promedios, confirmando que la desaparición se volvió la forma “de bajo perfil” de administrar el terror,de matar y esconder cuerpos que esconden las cifras de muertos.
Seguridad de escaparate, guerra de fondo
El gobierno presume programas sectoriales y estrategias con nombres pomposos, pero en la calle la realidad es que la disputa entre facciones criminales ha dejado récords de homicidios y desapariciones recientes que obligan a nuevos despliegues militares de emergencia que llegan a reforzar lo que ya habían sido reforzado con otros reforzamientos reforzados y no,no es trabalenguas, es una estrategia trabada,trasexenalmente fallida.

Cada vez que el gabinete de seguridad celebra detenciones y aseguramientos, las cifras de violencia se encargan de recordarle que combatir los síntomas de manera reactiva es como recetar paracetamol en una guerra de cárteles.
La estadística como maquillaje
Convertir estos promedios diarios en “logros” es un acto de prestidigitación: se destaca una caída temporal y efímera de homicidios mientras se normaliza que haya más de una docena de robos de vehículos y múltiples desapariciones al día, como si la gente pudiera vivir tranquila con la pistola apuntando sólo a la cajuela.
El relato oficial insiste en que la violencia “va a la baja”, pero los promedios que muestran la gráfica de Noroeste cuentan otra cosa: una realidad donde la excepción es la paz y la regla es un estado acostumbrado a vivir con las tripas en la garganta.
Glorificar la derrota
Llamar “avance” a este escenario es como presentar un edificio en llamas como ejemplo exitoso de calentamiento sustentable: sí, hay mucho calor, pero todo se está incendiando.
Mientras no se asuma que este nivel de homicidios, desapariciones y robos,la mayoría escandalosamente impunes, es la evidencia de un fracaso estructural –no un trofeo narrativo–, Sinaloa seguirá siendo el laboratorio donde la estrategia de seguridad sirve, sobre todo, para probar hasta dónde se puede glorificar la derrota sin que se caiga la máscara.
Con informacion: NOROESTE/

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