El ex atleta olímpico Ryan James,el mismo que cambió la pista de nieve por la pista del narco. El que alguna vez deslizó con orgullo la bandera canadiense en Salt Lake City 2002 ahora patina sobre cocaína, según las autoridades mexicanas y estadounidenses, que lo acusan de ser el proveedor VIP del polvo para todo Canadá.
Este jueves, el Gobierno mexicano armó su propio operativo hollywoodense: cuatro cateos simultáneos en casas de la CDMX y el Estado de México, donde hallaron de todo menos una tabla de snowboard. Entre lo decomisado: metanfetamina, marihuana, 62 motocicletas brillantes como pecados nuevos, dos coches, arte digno de galería, dos medallas olímpicas (souvenirs del pasado glorioso), municiones y papeles que huelen más a negocio que a deporte.
La operación fue un desfile institucional: FGR, SSPC, Marina, Defensa y Guardia Nacional, todos juntos en un raro momento de coordinación —como si el narco necesitara ver un acto de unidad nacional. La investigación, dicen, se logró gracias a la “cooperación bilateral”, ese elegante eufemismo para cuando Washington presiona y México se apura.
Ryan James —ahora con un alias digno de película B— es señalado de manejar una empresa criminal con más alcance que muchas startups y de tener el toque letal: asesinato, conspiración y toneladas de cocaína. Estados Unidos lo busca con tanto entusiasmo que ofrece 15 millones de dólares; una cifra que, curiosamente, supera el presupuesto anual de varios programas antidrogas.
Por ahora, las casas del ex deportista quedaron selladas, las motos guardadas y las medallas confiscadas. El sueño olímpico terminó hace tiempo. Lo que sigue es una carrera cuesta abajo, sin nieve, sin gloria y con una marca que ni el mejor dopaje puede limpiar.
Con informacion: ELNORTE/
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