En Cancún, donde los escándalos del poder suelen tener vista al mar, el juez de control penal José Luis Yonathan Yong Mendoza vuelve a recordarnos que la justicia puede ser el mejor disfraz del abuso. La víspera de Navidad, este impartidor de justicia —electo apenas hace unos meses por el propio Poder Judicial— fue captado en video apuntando con una pistola a una mujer tirada en el suelo, aparentemente su pareja. Ambos descalzos, vestidos apenas con shorts y camiseta: una postal grotesca de la banalidad violenta con la que se pasean quienes deberían ser guardianes de la ley.
La escena ocurrió en la colonia Residencial Palmaris, uno de esos fraccionamientos “de lujo” donde se presume orden y seguridad. Pero la serenidad del condominio se rompió con los gritos y el arma en la mano del juez.

Vecinos, armados solo con sus teléfonos, documentaron lo que el Estado suele intentar barrer bajo la alfombra: la miseria moral de un servidor público blindado por insignias y relaciones. Cuando el personal de seguridad privada intentó intervenir, Yong Mendoza —según reportes locales— también los amenazó. No solo la mujer fue intimidada; lo fue cualquiera que intentara frenar su exhibición de poder.
No es un personaje nuevo en el teatro de las sombras. Antes de portar toga, Yong Mendoza dirigió la Policía de Cancún y, en 2021, fue vinculado con la mafia rumana que se dedicaba a clonar tarjetas y vaciar cajeros de turistas.

En aquel entonces, el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, anunció el congelamiento de 79 cuentas relacionadas con la red, entre ellas las de Yong Mendoza y las de su padre, José Luis Yong Cruz. Pero el olfato de la justicia quintanarroense decidió no oler nada. El personaje cayó de pie —como suelen hacerlo los bien conectados— y poco después se colocó como Oficial Mayor en el gobierno de Blanca Merari Tziu en Puerto Morelos, bajo la sombrilla del Partido Verde y Morena.
Así, el exjefe policiaco con cuentas congeladas y relaciones dudosas terminó ascendiendo con broche de oro: en junio fue designado juez de control con especialización en justicia penal para adolescentes. Ironía suprema. El hombre que hoy apunta un arma a una mujer en plena calle es el encargado de decidir la suerte de jóvenes acusados de delitos. La paradoja no es menor: un juez con la pistola en la mano y la toga al hombro personifica el colapso ético de un sistema judicial que recicla sus propios escándalos.
Las iamgenes corren por redes como pólvora, y la indignación no tarda en maridar con la impotencia. Pero más allá del morbo, el episodio desnuda un patrón: la corrupción y la impunidad no son enfermedades pasajeras, sino el ADN institucional del poder. Si el juez Yong Mendoza sobrevive al escrutinio público —como ha sobrevivido a todo lo demás— será una prueba más de que en Quintana Roo la justicia sigue siendo un arma, pero nunca en las manos correctas.
Con informacion: EL NORTE/

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