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sábado, 27 de diciembre de 2025

«AHORA VUELCA SECRETARIA del BIENESTAR»: «OTRA VEZ la VOCACION CHOCANTE de FUNCIONARIOS del GOBIERNO de AMERICO»…quien quiera llegar rapido a donde sea, tiene que irse despacio en donde sea.


Un choque entre dos vehículos sobre la Carretera Nacional, ocasionó que una camioneta donde viajaba junto a su familia la Secretaría del Bienestar de Tamaulipas, Silvia Casas González, terminara volcada, en Linares.

El aparatoso accidente se registró después de las 14:00 horas, en el kilómetro 140 de la mencionada vía federal, hasta donde llegaron paramédicos de Cruz Roja, de Guardia Nacional y de Bomberos Linares, al mando del comandante Jorge Garza.

Las autoridades se coordinaron para brindar los primeros auxilios a Casas González, de 66 años; su hija, Silvia Renata, de 37, y su esposo, Javier Garibaldi de la Teja, de 67, conductor de la camioneta Volkswagen Tiguan, con placas de Tamaulipas.

También fue atendido en el lugar Martín Barrera Flores, de 45, conductor de automóvil Mazda 6.

Una fuente allegada al caso aseguró sólo la funcionaria fue trasladada al Hospital General de Linares con golpes leves y dolor en cuello y espalda baja.

La vocación chocante

Cada semana hay un nuevo marcador: un choque frontal, una volcadura, una familia al borde del milagro y un funcionario que no alcanzó a tiempo su destino. La constante no es el tráfico, ni el mal estado del asfalto: es la prisa. Esa bendita prisa que nos hace creer que si llegamos cinco minutos antes, la vida será más generosa… aunque el precio sea no llegar.

Ya da igual si viajan en un sedán cansado o en una camioneta de lujo con placas oficiales. El pavimento no distingue cargos ni currículums. Ayer fue la secretaria del Bienestar de Tamaulipas, Silvia Casas González, y su familia; hace unos días, otro funcionario perdió la vida en un encontronazo que literalmente borró jerarquías.

Nos encanta hablar del “desarrollo”, de “movernos rápido”, del “ritmo moderno”. Pero en la práctica, seguimos corriendo con la misma torpeza con la que peleamos por llegar antes que el de al lado al semáforo. Y cuando todo se detiene —con el estruendo del metal y el olor a gasolina—, recordamos por unos segundos que para llegar rápido, primero hay que ir despacio. Luego, claro, lo olvidamos en el siguiente alto.

La ironía es que no es una epidemia sin cura. Bastaría con aflojar el pie del acelerador y bajar el ego un par de marchas. Pero eso, en este país de urgencias permanentes, sería casi un acto de rebeldía.

Así que sigamos corriendo, si quieren. Pero que nadie se sorprenda cuando, al final del camino, ya no queden caminos por recorrer.

Con informacion: ELNORTE/

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