Otra vez, la modernidad sobre rieles terminó en el monte. El flamante Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, esa joya prometida del desarrollo sureño, amaneció con una de sus locomotoras patas arriba —o, para ser más técnicos, “presentando un evento ferroviario”, como prefiere decir la Secretaría de Marina, que ya parece especializarse más en comunicados suaves que en trenes derechos.
La máquina principal se descarriló este domingo en Nizanda, Oaxaca, arrastrando consigo las ilusiones de puntualidad y seguridad que apenas empezaban a tomar velocidad. A bordo iban 241 pasajeros y nueve tripulantes distribuidos entre dos locomotoras y cuatro vagones. Todos fueron atendidos “inmediatamente”, lo que suena bien hasta que uno recuerda que la palabra mágica no borra el susto ni los baches en las vías.
Desde la Marina hasta el IMSS-Bienestar, todos estaban “coordinados” —una palabra que en el diccionario oficial significa “corriendo detrás del problema mientras tuiteamos promesas de transparencia”. La presidenta Claudia Sheinbaum y el gobernador Salomón Jara se dijeron “atentos” y “dando seguimiento”. Si los trenes fueran impulsados por comunicados de prensa, México ya tendría un sistema ferroviario a la altura de Japón.
Este “evento ferroviario” (así, con guantes de seda) ocurre apenas unos días después de otro siniestro en Chiapas, cuando un tráiler se atravesó en las vías del mismo Interoceánico. Parece que el destino le gusta darle segundas partes a todo lo que suene a “megasueño ferroviario del sureste”: primero el Tren Maya, ahora el Interoceánico, ambos con la misma narrativa de desarrollo y los mismos sobresaltos de ingeniería tropical.

De momento, las autoridades prometen “seguir informando con responsabilidad y transparencia”. Lo que no dicen es si la próxima rueda de prensa será en tierra firme o en la próxima curva del descarrilamiento nacional.
Con informacion: ELNORTE/





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