Como si fueran parte de un nuevo cuerpo de tránsito alternativo —con licencia ecológica y garras reglamentarias—, tres oseznos montaron un retén improvisado en la Avenida Camino al Panteón, en la colonia Bosquencinos, al sur de Monterrey. Los animalitos, hartos del tráfico y de los adultos que creen que el bosque es un suburbio con WiFi, decidieron aplicar justicia territorial: “Hasta aquí su desarrollo inmobiliario”, parecían decir.
El operativo fue un éxito mediático. Uno de los cachorros, al más puro estilo de un agente vial con entrenamiento de Hollywood, se plantó frente a un automóvil y reposó sus patas en el cofre, inspeccionando el vehículo como si buscara marcas de invasión o, quién sabe, alguna bolsa de Sabritas sospechosa. “Piden cuota, es un retén”, bromeó uno de los automovilistas, ajeno a que la cuota, en realidad, ya la cobraron ellos cuando pavimentaron la montaña.
En redes, la escena generó ternura, risas y una buena dosis de hipocresía ambiental. “Creo que es un bloqueo para que dejen de invadir su hábitat”, comentó una usuaria lúcida, recordando que los verdaderos intrusos manejan SUV y pagan predial.
Los vecinos, eso sí, mostraron preocupación: que si los oseznos andan sin mamá, que si los coches van muy rápido, que si los osos pierden el miedo a la civilización. Quizá lo que los osos están perdiendo no es miedo, sino paciencia.
En los últimos días, el sur de Monterrey se ha convertido en un safari urbano: osos por Satélite, por el Río La Silla, y en cualquier rincón donde antes había árboles y ahora hay fraccionamientos con nombres como “Los Encinos Perdidos”. Los especialistas recomiendan no acercarse a ellos ni alimentarlos, aunque, visto el panorama, tal vez sean los osos quienes deberían recibir el consejo: no se acerquen a los humanos, tienden a comerse todo.
Con informacion: ELNORTE/

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