La violencia patriótica de Sinaloa celebró septiembre no con banderas y desfiles, sino con una orgía de sangre que deshonra la tierra y revienta toda noción de nación. Mes de la patria decían: mientras el Estado organizaba su verbena cívica con niños gritando “¡Viva México!” y políticos fingiendo orgullo en balcones, abajo, la patria estaba tirada boca abajo—15 mujeres acribilladas, como para un grito nacional que suena a funeral y a balazo.
Septiembre y el grito convertido en lamento
¿Septiembre, mes de la patria? Más bien, mes del desamparo oficial: cada feminicidio un recordatorio de que el Estado es bueno para oficiales comiendo tamales tricolor y malo para proteger a las mujeres de la guerra privada que ellas sí libran todos los días. Que alguien lance el grito, pero esta vez en las morgues y hospitales, donde septiembre parece una declaración de derrota nacional: aquí no se celebró libertad ni independencia, aquí se celebró la impunidad.
De verbena a velorio
Mientras el himno sonó en las plazas y los fuegos artificiales iluminaron el cielo, la realidad fue otra: los fuegos aquí fueron de metralla y la fiesta popular se convirtió en velorio multitudinario. El gobierno bailó con la bandera, sí, pero las mujeres de Sinaloa la enterraron otro septiembre más, porque aquí la patria las ignora hasta en su propio mes patrio.
El Estado, patriótico pero ciego
Celebra la patria quien puede, pero en Sinaloa, septiembre fue la fiesta del olvido, y las mujeres terminaron una vez más siendo las heroínas trágicas de una independencia que nunca llega. Entre el grito y el plomo, la patria no fue para ellas sino para sus asesinos: un país que tolera esta barbarie es todo menos independiente, es rehén de su cobardía institucional.
Con informacion: REVISTA ESPEJO/
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