Agentes de la Oficina del Sheriff del Condado de Webb arrestaron a un hombre originario de Nuevo Laredo a quien se le aseguraron 7 kilogramos de cocaína.
La detención del hombre identificado como José Alejandro Sevilla Cardona ocurrió el martes por la mañana, cuando los agentes realizaron una parada de tráfico cerca del marcador de 27 millas en la Interestatal 35.
Quien es el traqueto fronterizo
José Alejandro Sevilla Cardona no es un desconocido en el ecosistema político fronterizo. En los registros oficiales del Instituto Electoral de Tamaulipas aparece como suplente del regidor número 10 en la planilla de la coalición “Por Tamaulipas al Frente”, encabezada en Nuevo Laredo por Enrique Rivas Cuéllar, del Partido Acción Nacional (PAN), durante las elecciones municipales de 2018.
Medios locales coinciden en que Sevilla Cardona fue ex candidato suplente por el PAN y es además sobrino del propio exalcalde Rivas Cuéllar, aunque esta relación familiar no ha sido oficialmente confirmada. Su nombre figuró en planillas electorales, pero no llegó a ocupar cargo público activo.
Asi fue el atoron
Luego de una orden digna de libreto policiaco a la mexicana —“¡Oríllese a la orilla!”— el todoterreno Infiniti gris detuvo su marcha en la Interestatal 35. Lo que siguió fue una coreografía clásica del narco de exportación: seis paquetes perfectamente prensados, siete kilos de cocaína pura, y un sospechoso con curriculum político fronterizo, detenido y esposado por el Sheriff del Condado de Webb.
El valor del sueño blanco
En la industria del polvo prohibido, siete kilogramos equivalen a una pequeña fortuna. El estudio internacional Estimación global de costos de las drogas ilícitas establece que, en 2025, el kilo de cocaína alcanza alrededor de 48 mil dólares en el mercado estadounidense, tras subir desde los 14 mil dólares que costaría en México, y apenas 1,800 en Colombia. La aritmética es brutal: el cargamento decomisado ronda los 336 mil dólares ya en suelo norteamericano.
De la hoja al infierno químico
Para obtener un kilo de cocaína pura, el proceso implica alrededor de una tonelada de hoja fresca de coca. A su vez, esa tonelada es el fruto de casi una sexta parte de hectárea, considerando que una hectárea produce entre 7.5 y 8.2 toneladas al año. Es decir, los siete kilos incautados equivalen, en términos agrarios, a la cosecha anual de poco más de una hectárea completa de planta sagrada andina reconvertida en polvo imperialista.
Pero la magia negra del laboratorio rural no se detiene con la planta: producir esos siete kilos requirió más de 500 galones de gasolina, 350 kilos de cemento, ácido sulfúrico, amoníaco y una lista de sustancias capaces de enfermar un río entero por una rebanada de negocio. Toda una alquimia moderna impulsada por hambre, coca y violencia.
El colofón de una cadena criminal
Desde el campesino cocalero que espera su pago en el Valle del Cauca al sur del continente, hasta el chofer en la I-35 que cruzó la frontera con fe ciega en la suerte, el trayecto de aquellos siete kilos se parece más a una tragicomedia global que a un simple decomiso. Es la economía paralela que empieza en Suramerica con una pala y termina en Texas con un “You’re under arrest”.
Así, de la semilla que brota entre neblinas montañosas del conos sur al paquete sellado con cinta industrial dentro de un SUV, se despliega toda una maquinaria criminal truncada por un par de sirenas. Siete kilos menos de polvo celestial, una hectárea de coca menos en la cadena, y un negocio que, aunque herido, seguirá buscando caminos nuevos hacia la gran nariz del norte.
Con informacion: ELNORTE/

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