La historia de Miguel Ernesto Leetch San Pedro es un retrato grotesco de la justicia mexicana en su versión electoralizada y autoparódica. Antes siquiera de calzarse la toga de magistrado por elección popular, ya arrastraba el tufo inconfundible del soborno: el Instituto Federal de la Defensoría Pública (IFDP), donde trabajó 14 años, lo denunció ante la Fiscalía General de la República (FGR) y la Contraloría del Consejo de la Judicatura Federal por cobrarle dinero a personas que debía defender sin costo.
Según la denuncia, Leetch pidió a Karel Angélica Ramírez Rojas —esposa de un ciudadano marroquí detenido por tráfico de migrantes— 126 mil pesos para cubrir “viáticos” de diligencias y, presuntamente, entre 300 y 500 mil pesos adicionales para aceitar a funcionarios de la FGR y conseguir la liberación del detenido mediante un criterio de oportunidad. Es decir, cobró por corromperse. Y luego pidió más para que otros se corrompieran con él.
Su caso expone el Frankenstein jurídico que el nuevo sistema electoral del Poder Judicial ha engendrado: un aparato que maquilla la impunidad con votos. Mientras el Instituto Nacional Electoral organiza comicios para magistrados como si se tratara de certámenes de popularidad judicial, el proceso acumula denuncias de irregularidades y candidatos con expedientes malolientes como este.
Leetch San Pedro representa la caricatura perfecta de la justicia “a la mexicana”: la que confunde independencia con impunidad, vocación con negocio, toga con disfraz. Fue postulado con discursos misionales —abogando por una “justicia cercana y humana”—, mientras en paralelo negociaba su propio criterio de oportunidad moral .
La escena es tan cínica que casi se vuelve pedagógica: al nuevo magistrado no lo elige el mérito, sino la simulación; no lo revisa la ética, sino el cálculo político. La elección “ciudadana” de jueces ha revelado su verdadero rostro: una pantomima donde la toga se plancha con billetes, la justicia se cotiza al kilo y el voto solo legitima la podredumbre institucional. En Leetch, el sistema encontró su espejo, y el reflejo fue el de un puerco envuelto en toga.
Con informacion: ELNORTE/

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