La informacion publicada ayer por el diario español El País,casi coincidente con el «triple levanton» perpetrado por policías en Tamaulipas y de acuerdo con testimonio de victimas contradice el relato del gobierno mexicano ha decidido negarle la razón a la ONU, que sostiene que en México las desapariciones son tan comunes y consistentes que podrían calificarse de “sistemáticas”. Mientras la cancillería habla de “una política de Estado basada en la prevención, la investigación y la sanción”, el propio texto reconoce una cifra insoportable: casi 134 mil personas desaparecidas.
México, el país más “abierto al escrutinio internacional” —según su propia cancillería—, acaba de pararse frente a la ONU con una sonrisa institucional y decirle: “No somos un país de desapariciones sistemáticas, solo un país donde la gente se esfuma metódicamente”.
Con un lenguaje de manual diplomático, la Secretaría de Relaciones Exteriores intenta tapar la grieta con sellos y comunicados: que todo está bajo control, que es culpa del crimen organizado, que el Estado busca, identifica y dialoga (mientras los colectivos de madres rastrean fosas con palas y lágrimas).
El mensaje entre líneas es brutal: si el Estado no desaparece, entonces tampoco hay desaparición sistemática. Bajo esa lógica, negar se vuelve una política pública. Negar es gobernar. Negar, incluso, se convierte en mecanismo de defensa nacional frente al mundo. Cuando la ONU activa su “artículo 34” para llevar el caso ante la Asamblea General, el gobierno responde que “carece de sustento”, como si 134 mil nombres fueran una invención colectiva o un malentendido administrativo.
Esto no es solo un comunicado diplomático; es una cátedra de cinismo. En la superficie, México dice cooperar con la comunidad internacional; en el subsuelo —literalmente— hay cuerpos que hablan por sí solos. El Estado se exculpa amparándose en el crimen organizado, pero olvida que el crimen solo opera con la venia o la omisión sistemática de autoridades locales, federales y militares.
Lo que nos dice entre líneas
- La desaparición como crimen perfecto. El propio texto cita al Comité de la ONU que llama a la desaparición forzada en México “el crimen perfecto”: sin cuerpos, sin culpables y sin consecuencias estatales.
- El discurso burocrático contra la realidad humanitaria. El gobierno repite conceptos abstractos (“coordinación interinstitucional”, “política de Estado”) mientras los familiares cuentan huesos.
- La negación como estrategia política. Más que discutir pruebas, el gobierno busca controlar la narrativa internacional, temeroso de ser señalado no solo por omisión, sino por complicidad estructural.
En medio de 134 mil ausencias, México insiste en que no hay patrón, solo coincidencias. Pero las coincidencias, cuando se repiten con precisión quirúrgica a lo largo de los sexenios, dejan de ser accidentes y empiezan a parecer instrucciones.
En resumen, lo que el comunicado oficial dice con formalidad, el silencio nacional lo grita con crudeza: el país no busca negar las desapariciones, busca desaparecer el propio concepto de responsabilidad.
Con informacion: DIARIO ESPAÑOL/ELPAIS/RODRIGO SORIANO/

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: