En un país donde millones sobreviven con el “bienestar” de los discursos y las dádivas, la senadora morenista Cecilia Guadiana decidio ponerle diamantes al doble discurso. Porque sí, podrá decir que su boda es “un asunto privado”, pero cuando el lujo se codea con el poder y el apellido se apellida presupuesto, ya no hay nada privado: hay escaparate.
La hija del minero millonario y el hijo del gobernador manoseado por la polémica y exhibido mas por la evidencia, que por la simple sospecha,convirtieron la Hacienda Zotoluca en un palacio de desconexión con la realidad nacional.
Mientras en Hidalgo resonaba el mariachi en un evento blindado, acá afuera la austeridad republicana seguía haciendo fila por despensa. Y por si faltaba ironía, todo el operativo de discreción –prohibir celulares, cerrar bocas, esconder la opulencia– terminó destapando justo lo que querían tapar: que el discurso de “vivir en la medianía” se volvió pura medianía moral.
¿Y la senadora? Atajó preguntas como quien espanta moscas incómodas. “Si es de mi boda, no voy a hablar”, dijo, justo cuando más tenía que hacerlo. Pero claro, hablar de privilegios mientras se porta la banda guinda en público y los diamantes en privado no es fácil. Tal vez sea ese el nuevo código de etiqueta de la Cuarta Transformación: callar cuando el lujo es propio y opinar cuando el escándalo es ajeno.
En fin, el amor no se cuestiona. Pero cuando el amor se bautiza entre helicópteros, haciendas exclusivas y apellidos de poder, tampoco se aplaude: se escruta.
Con informacion: ELNORTE/

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