Washington se quitó los guantes blancos. El Departamento de Transporte bajo el gobierno e Donald Trump,decidió que ya bastaba de diplomacia aérea y revocó 13 rutas de aerolíneas mexicanas, además de ponerle candado —sí, literal— al aeropuerto Felipe Ángeles conocido como AIFA. La excusa oficial: México “jugó sucio” con las aerolíneas estadounidenses.
Sean Duffy, nuevo sheriff del aire en la administración Trump, acusa a México de cancelar o congelar vuelos de compañías gringas desde 2022. Y aunque suena a simple ajuste de cuentas, el calculo no es casual. Estamos hablando de un apretón justo cuando el comercio bilateral se tambalea por disputas energéticas y crisis logísticas en la frontera. Washington, pragmático como siempre, no castiga al azar: golpea donde duele, el flujo de personas y cargamentos.
Para México, las consecuencias aterrizan en pista con turbulencia económica. Aeroméxico, Volaris y Viva Aerobus pierden pasajeros y carga, una doble cuchillada en tiempos donde el turismo es de los pocos motores que siguen encendidos. El Felipe Ángeles, que pretendía consolidarse como símbolo del nuevo orden aeroportuario mexicano, queda en pausa forzada. De paso, el Benito Juárez, ya saturado, pierde la posibilidad de expandir rutas combinadas hacia el norte.
Económicamente, el impacto se traducirá en menos vuelos, menos divisas turísticas y más presión para mantener la competitividad logística frente a LATAM y Canadá. Pero el mensaje político es más afilado: Washington marca territorio y le recuerda a México quién manda en el cielo del Tratado de Chicago.
Detrás de cada “revocación” hay un recordatorio incómodo: Estados Unidos no necesita sanciones formales para disciplinar a su socio. Basta un margen legal en un acuerdo bilateral para darle un golpe de efecto. Y lo de “hasta que México deje de jugar” suena menos a advertencia que a amenaza velada, una de esas frases que pesan más que el propio comunicado de prensa.
Mientras tanto, el Felipe Ángeles, con sus hangares casi nuevos y su potencial de hub regional, se convierte en reflejo de la política binacional actual: mucho simbolismo, poca reciprocidad. En el aire, la soberanía mexicana acaba de recibir turbulencia de categoría Trump.
Con informacion; ELNORTE/

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