En Puebla no cayeron sólo lluvias torrenciales: también cayó la vergüenza política. El gobernador Alejandro Armenta decidió convertir el lodo en tribuna y la tragedia en color de campaña. Reparte ayuda en bolsas guindas y, cuando alguien osa señalarlo, responde con insultos y pseudociencia dominguera: “problemas de clorometría”, dice. Una joya de la botánica política mexicana.
Que no haya logos partidistas en las bolsas no borra el color del oportunismo. Las despensas con sello cromático son el nuevo uniforme del cinismo oficial: “no es propaganda, es coincidencia tonal”, podría ser su eslogan.
Y mientras Puebla llora por 14 muertos, el gobernador se da el lujo de diagnosticar a los críticos como “atrofiados mentales”. Qué ironía. El problema no está en la visión de los ciudadanos, sino en la moral deslavada de un gobierno que confunde empatía con mercadotecnia.
Armenta también se da tiempo para “recordar” a Xóchitl Gálvez como botarga, como si la burla barata sustituyera la rendición de cuentas. Pero en política —y más en desastre— el disfraz solo sirve para quien teme mostrarse tal cual es: un mandatario con el agua hasta el cuello.
Porque sí, gobernador, las bolsas podrán ser guindas, pero los muertos no tienen color.
Y al final, su “clorometría” política lo delata: mientras la colorimetría mide con precisión la luz y sus tonos, la suya,mero saldo de su ignorancia, mide el nivel de ceguera que provoca el poder cuando se mira solo en reflejos de propaganda.
Con informacion: ELNORTE/
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