La guerra intestina del Cártel de Sinaloa podrá tener a los Chapitos y a los Mayitos partiéndosela en Culiacán y en Sinaloa, pero para la DEA el CDS sigue siendo una multinacional del veneno con sucursales en medio planeta y categoría de amenaza mayor que cualquier huracán.
Pero mientras en Sinaloa la estrategia «cuenta muertos,desaparecidos, coches robados y casas reventadas con fuego, plomazos y explosivos, la agencia gringa lo describe sin el optimismo mal informado de Omar García Harfuch», tal y como lo que es: una franquicia del crimen que se adaptó al siglo XXI, profesionalizó la muerte sintética con fentanilo y convirtió la violencia extrema en mensaje corporativo.
La radiografía es brutal: decenas de miles de operadores desperdigados en redes descentralizadas, presencia en al menos 40 países y “mercados lucrativos” en Europa, Asia y Australia, como si hablaran de una startup tech y no de un consorcio que trafica sobredosis y mutilaciones.
El CDS usa California y Arizona como puertas principales, pero su verdadero campus son las comunidades de todo Estados Unidos, donde lo que reparte no son becas, sino adicciones, balazos y estadísticas de salud pública que ningún gobierno quiere poner en espectaculares.
Aunque,mientras la guerra interna sigue en Sinaloa —ejecuciones,secuestros, explosivos, drones, robos de autos a lo bestia,— ni siquiera amerita mención en el informe: para Estados Unidos, el infierno local es simple “daño colateral” del proveedor.
Los “Culiacanazos” (…siempre en jueves) se han vuelto la presentación en PowerPoint del cártel: bloqueos, vehículos ardiendo, ataques a fuerzas de seguridad y hasta un avión de pasajeros fue baleado para liberar a sus jefes, como si la ciudad fuera escenario de demostración de nuevas armas y tácticas de guerra privada.
Esta lógica se recicló en la pugna Chapitos vs Mayitos: más de 2,426 asesinatos, 2,915 desaparecidos, 8,605 robos de autos como deporte y barrios enteros convertidos en terreno de prueba para explosivos y drones, mientras las facciones se exhiben en redes con ejecuciones, levantones y amenazas, transformando la barbarie en contenido compartible.
EL RASTRO DE LAS CIFRAS
Lo que verás a continuación no son solo números; es la geometría de la violencia. Cada barra y cada curva en esta gráfica representa historias interrumpidas y un silencio que ensordece.
El CDS ya no solo domina rutas y plazas; domina también el algoritmo, entiende el miedo como su marca y el morbo como herramienta de reclutamiento.
Del lado gringo, la DEA presume “progreso” porque la letalidad promedio del fentanilo bajó: menos pastillas con dosis mortales, polvo menos puro, curvas de muertes que por fin se mueven hacia abajo.
Traducido al lenguaje de la calle: el proveedor ajustó la fórmula para mantener vivo al cliente el tiempo suficiente como para seguir cobrándole. La presión internacional no mató el negocio, solo obligó a los cárteles a diversificar, bajar el octanaje del veneno y expandirse en otros rubros, del lavado a la trata, pasando por la extorsión y la explotación sexual, en una economía criminal donde todo se vende, todo se compra y todo se monetiza. “Oportunidad y codicia”, dice el informe; en otras palabras, capitalismo salvaje gestionado por hombres con AR-15, drones y una comunidad de gerentes criminales.
Y en la cúpula, la narrativa oficial reconstruye la dinastía: el Mayo y el Chapo como patriarcas, décadas de corrupción, sobornos e impunidad; los Chapitos heredando y modernizando el emporio, volviéndolo más violento, letal y eficiente.
Al final, el mensaje es simple y brutal: mientras allá presumen estadísticas y operaciones históricas, acá la gente sigue enterrando cuerpos, buscando desaparecidos y aprendiendo a vivir en un país donde el narcotráfico no es solo crimen organizado, sino el sistema operativo que corre por debajo de todo el sistema politico y criMinalmente organizado.
Con informacion: RIODOCE/

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