Tres estudiantes desmembrados en un puerto blindado por mas de 6 mil 800 militares es la radiografía perfecta de un país donde sobran soldados y falta Estado. No es un “hecho aislado”: es el resultado lógico de una política que confunde desfile castrense con seguridad.
Ciudad sitiada, crimen desatado
En Acapulco se pasean 6 mil 800 policías y militares por el operativo vacacional mientras los cuerpos de tres estudiantes aparecen en bolsas negras en El Veladero, en estado de putrefacción y con huellas de tortura extrema. A uno le cortaron las orejas, a otro lo degollaron y al tercero lo asfixiaron y le desmembraron las piernas, como si el mensaje fuera claro: la brutalidad manda, no el uniforme.
El Tecnológico Nacional de México campus Acapulco tuvo que reconocer a dos de sus alumnos mediante ropa y genética, mientras el tercero seguía en el Semefo, convertido en un expediente más en una morgue rebasada. La ciudad se indigna un día, pero al siguiente la vida continúa entre retenes, marinos con fusil y un silencio oficial que suena a complicidad.
Militarización sin respuesta
La escena es grotesca: retenes, patrullas, soldados, Guardia Nacional, sirenas por todos lados… y, en paralelo, estudiantes desaparecidos, desmembrados y tirados en bolsas. El puerto luce como zona de guerra turística, pero en los barrios donde se llevaron a Víctor Jahutzel, Irving Antonio y Raymundo —Rubén Jaramillo, Juan R. Escudero, la playa Mimosa— manda quien tiene más balas, no más grados.
Cuando el crimen ocurre “en medio de un fuerte dispositivo de seguridad”, el mensaje es devastador: o los militares no pueden, o no quieren, o su presencia sirve más para la foto que para proteger vidas. La militarización se vuelve escenografía: mucho camión militar, poca inteligencia, cero justicia.
Autoridades ausentes, discursos llenos
La alcaldesa Abelina López, la gobernadora Evelyn Salgado, el fiscal Zipacná Jesús Torres y el secretario de Seguridad Pública Daniel Antonio Ledesma han preferido callar ante el asesinato de los tres estudiantes. No hay conferencia, no hay explicación, no hay mínima autocrítica: sólo un mutismo que insulta a las familias y normaliza el horror.
En cambio, para presumir operativos vacacionales y coordinación “histórica” entre fuerzas armadas siempre hay tiempo, boletines y redes sociales. Se administra la percepción, no la violencia; se controla el discurso, no el territorio.
País blindado por fuera, roto por dentro
La muerte de estos tres jóvenes no sólo exhibe la incapacidad del despliegue de miles de uniformados para prevenir un crimen atroz. Demuestra que el modelo de seguridad basado en más fusiles y menos instituciones civiles es una farsa que se mide en cuerpos, no en estadísticas.
Mientras no haya investigación seria, responsabilidades políticas y desmilitarización de la vida pública, Acapulco seguirá siendo el escaparate perfecto: mar para el turista, montaña para la narcofosa, y entre ambos, estudiantes convertidos en carne desechable.
Con informacion: PROCESO/

Torturando niños por eso al mexicano nadien lo quiere.
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