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domingo, 14 de diciembre de 2025

«NO SOMOS NADA y NO DEN por SENTADO NADA": «IMPORTANTE FUNCIONARIO de TAMAULIPAS PERDIO la VIDA JUNTO con su CHOFER en CARRETERA de SAN FERNANDO»…un choque frontal que no distinguió cargo, currículum ni trayectoria.


No somos nada, pero justo por eso lo somos todo por un ratito: un tramo de carretera, un nombre en la nota roja, un cuerpo que hace unos minutos todavía tenía prisa por llegar a un evento oficial y ahora es estadística en un choque frontal en San Fernando. La vida cabe en el espacio entre un WhatsApp que no alcanzas a contestar y las luces rojas de una patrulla sobre el asfalto, y aun así vamos por ahí comportándonos como si tuviéramos renovación automática de existencia.

No somos eternos, somos agenda

Juan Guillermo Manzur Arzola, director del Instituto Tamaulipeco de Becas, Estímulos y Créditos Educativos (ITABEC) iban rumbo a Las Higuerillas, con la lógica de cualquier funcionario: itinerario, compromisos, discurso listo, fotos pendientes, el ritual de siempre. En el camino lo alcanzó lo único que nunca se agenda: un choque frontal que no distingue cargo, currículum ni trayectoria, y en segundos lo borró del programa del día y lo pegó en la pared de condolencias oficiales. 

Ahí se rompe la fantasía: nadie tiene garantizado llegar al siguiente kilómetro, pero vivimos como si la carretera fuera infinita y el tanque inagotable. La verdad incómoda es esta: cualquier mediodía común puede ser tu capítulo final, sin música épica ni plano secuencia, solo fierros retorcidos y una cinta amarilla que dice que hasta aquí. 

Empatía sin morbo

Detrás de «personas fallecidas” siempre hay sillas vacías que nadie sabe cómo mirar esta noche. Al chofer no lo conocía casi nadie fuera de su círculo, pero su muerte pesa lo mismo que la del director en la balanza de la gente que los quería; el encabezado jerarquiza, el dolor no. 

Lo empático no es compartir la nota con la típica frase hueca, sino aceptar que los que hoy son “occisos” mañana podemos ser nosotros. La verdadera cercanía no está en el mensaje solidario, sino en conducir más despacio, en mandar ese mensaje pendiente, en decir lo que sí importa antes de que a alguien lo conviertan en “trascendió que”. 

El gozo como acto de resistencia

Si todo es tan efímero, la única grosería real es postergar el disfrute como si hubiera prórroga asegurada. Vivir en automático, aplazando el gozo para “cuando haya tiempo”, es casi un insulto a quienes ya no van a tener ni un amanecer más para equivocarse, amar o reírse de algo absurdo en la radio camino a San Fernando.

El disfrute aquí no es lujo de Instagram: es el café que sí te tomas con calma, la carcajada que no reprimes, el abrazo que dura un poco más aunque llegues dos minutos tarde. Gozar se vuelve político cuando el mundo insiste en reducirnos a piezas reemplazables en una máquina que ni siquiera frena cuando alguien se estrella en la 101. 

No dar nada por sentado

Cada accidente como este, con funcionarios, choferes, desconocidos, es un recordatorio brutal de que el piloto automático es más peligroso que la carretera misma. No des por sentado que vas a llegar, que esa persona seguirá ahí, que siempre habrá “otra oportunidad”; hay historias que se cortan a mitad de un trayecto tan cotidiano que ni siquiera merecía una foto. 

Tal vez la única forma decente de honrar a quienes se quedaron en el libramiento es tomar conciencia de lo vulnerables que somos y, aun así, atrevernos a exprimirle sabor al día. No somos nada, de acuerdo; pero mientras sigamos aquí, respirando a la orilla del siguiente imprevisto, sigue siendo válido —y urgente— vivir como si ese “nada” fuera lo más valioso que tenemos. 

Con informacion: VOXPOPULLI/

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