El planeta volvió a colgarse la medalla de oro en el campeonato anual de “¿Quién mata más periodistas?”, con 67 reporteros asesinados en 2025. Medio centenar cayeron bajo metralla o sicarios mientras hacían eso tan incómodo que algunos llaman informar.
De esos 67, casi la mitad murió en Gaza, donde ejercer el periodismo se ha vuelto un deporte extremo con un solo final posible. Reporteros Sin Fronteras, que lleva la cuenta —porque alguien tiene que hacerlo—, señala al ejército israelí como “enemigo número uno” de los periodistas. No es una metáfora: los matan mientras graban, escriben o simplemente respiran demasiado cerca de los crímenes que documentan.
En México, el podio de sangre tiene nombre y apellido: nueve periodistas asesinados, la mayoría a manos de ese cartel invisible llamado “crimen organizado”, que a veces viste uniforme, a veces corbata. La presidenta Sheinbaum prometió protección, pero en el terreno los chalecos antibalas siguen siendo de utilería y las amenazas de muerte llegan más rápido que las becas del mecanismo de protección.
Uno de los caídos, Cayetano de Jesús Guerrero, estaba bajo custodia del Estado. Mala suerte: el Estado no llegó a tiempo, o quizá llegó, pero con la mira equivocada.
Mientras tanto, el Cartel Jalisco Nueva Generación consolida su reputación de depredador de la prensa, un título que comparte con gobiernos y ejércitos de medio mundo. Los colegas muertos en Ucrania, Sudán o El Salvador completan el mapa global de esta cacería humana, donde las balas hablan y las investigaciones callan.
RSF cierra su informe con números de espanto: 503 periodistas presos, 135 desaparecidos, 20 secuestrados. Cifras que suenan a inventario de una guerra que ya nadie admite estar librando.
Y así, el periodismo sigue sobreviviendo, a mordidas, a balazos y a silencios comprados. Porque informar todavía molesta, todavía asusta, todavía mata.
Con informacion: ELECONOMISTA/

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tu Comentario es VALIOSO: