Los narcos colombianos ya entendieron que correrle a los misiles con lanchas rápidas es como querer ganarle a un rayo en carrera de 100 metros, así que se pusieron “innovadores” y ahora trafican coca como si fueran youtubers náuticos de clase media: en veleros fifís, yates recreativos y barcos mercantes “embarazados”.
Del narco lancha al narco velero
Las lanchas rápidas siguen, pero ahora son casi kamikazes: son fáciles de detectar, tienen poco margen de maniobra y cada salida se volvió una ruleta rusa con misil guiado. Así que el narco actualizado dejó de jugar a “Rápidos y furiosos versión Caribe” y empezó a jugar a “turista europeo quemado por el sol” usando veleros y embarcaciones de recreo que se mezclan con el tráfico turístico y deportivo.
Embarazando buques como modus vivendi
La otra genialidad es “embarazar” buques mercantes: les pegan parásitos, artefactos con droga atornillados o imantados al casco del barco, en la parte sumergida. Es una operación quirúrgica: se hace de noche o de madrugada, puede durar de 40 minutos a días, y normalmente la misma persona que colocó el dispositivo viaja o se coordina para retirarlo en el puerto de destino, sin dejar rastro.
Turismo, Europa y el mercado que manda
El nuevo narco marítimo ya no presume caballos ni tigres, presume velero “bajo perfil” rumbo a Europa, donde el kilo de cocaína se cotiza mucho mejor que en América, así que cada parásito pegado al casco vale como si fuera un cofre del tesoro pirata. Para Centroamérica y la ruta hacia Norteamérica, sigue vigente la contaminación de contenedores, muchas veces antes de que el contenedor toque el barco, alargando la cadena criminal como si fuera franquicia de comida rápida.
Gato, ratón y sonar
Mientras tanto, las autoridades juegan al eterno gato y ratón con radares, sensores, cámaras, perfilamientos y buzos especializados revisando los cascos como si buscaran fantasmas bajo el agua. Los cárteles se adaptan, mutan y se disfrazan de turistas de vela; los estados responden ajustando estrategias, y en medio, el mar sigue siendo el escenario perfecto para que el delito navegue con sonrisa de selfie y olor a bloque prensado.
Con informacion: MILENIO/




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