Qué coincidencia, ¿no? Diecisiete años después, el Ejército mexicano volvio a confundir una familia con un convoy enemigo en Badiraguato,en Sinaloa. Misma sierra, mismo apellido, mismo resultado: balas del Estado contra civiles. Que no se diga que la Sedena,ahora Defensa, no es constante.
La familia de Alexa y Leidy, las dos niñas asesinadas en mayo de 2025, ya sabía lo que era quedar bajo la mira de la patria armada. En 2008 ya habían sobrevivido —algunos— a un ataque igual de absurdo, también firmado por soldados. Podría parecer que el Ejército no mata dos veces al mismo civil, pero aquí está la prueba viviente (y muerta) de que sí puede, y con eficiencia burocrática.
Que dice la CNDH:
“Lo anterior adquiere mayor notoriedad para esta Comisión Nacional al reconocer hechos análogos que afectan por segunda ocasión a una misma familia, pues el 26 de marzo de 2008, en la comunidad de Santiago de los Caballeros, municipio de Badiraguato, Sinaloa, integrantes de esta familia perdieron la vida en circunstancias atribuibles a personal de la DEFENSA. Motivo por el que se emitió la Recomendación 36/2008 el 11 de julio de ese año”, señala en el documento.
Asi ocurrió:
Esa noche de Marzo de 2008, el teniente de infantería Víctor Ruiz Martínez alcanzó a ver entre el polvo la lujosa Hummer H2 que se desplazaba delante del camión militar y empuñó su fusil MP-5.
El teniente viajaba en la cabina del camión Mercedes Benz número 8030272, propiedad de la Secretaría de la Defensa Nacional, junto con el cabo José Raymundo Hernández González, quien conducía el vehículo donde viajaban otros 15 militares.
Mientras que en la Hummer viajaba Édgar Geovany Araujo Alarcón, Manuel Medina Araujo, Irineo Medina Díaz, Wilfrido Madrid Medina, Miguel Ángel Medina, y Héctor Zenón Medina López, quien conducía el vehículo.
Eran las 21:00 horas de ese 26 de marzo de 2008 a la entrada de Santiago de Los Caballeros, ubicado a 40 kilómetros de la cabecera municipal de Badiraguato. Los jóvenes se dirigían a una fiesta a un poblado cercano.
Al quedar junto a la Hummer y sin motivo aparente, el teniente sacó su MP-5 por la ventanilla del lado derecho y efectuó un disparó contra la camioneta, contó el cabo José Raymundo, y cuyo testimonio quedó asentado en el expediente procesal penal 82/2008 integrado por el Juzgado Militar adscrito a la III Región Militar.
Después de ese disparó, se soltó el infierno.
«En ese momento sobrevino una andanada de disparos efectuada por los soldados que viajaban en la parte trasera del camión contra la Hummer», declaró el cabo.
Con esa declaración coincidieron los soldados Jorge Jiménez Castañeda y Misael Solano Muñoz, el cabo Antonio Rojas Reyes; y el mismo teniente Víctor Ruiz, según se desprende de la recomendación 36/08 que realizó a la Sedena la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
«Después de oír un disparo de arma de fuego, (los soldados) accionaron sus armas de cargo en contra del vehículo Hummer H2; algunos militares, cuando dicho vehículo se encontraba a un costado del Mercedes militar y otros cuando ya estaba en la parte posterior de éste».
En los testimonios ante el Ministerio Público Militar, incluso los soldados admiten que los dos militares que murieron fueron víctimas de las propias balas de sus compañeros.
«Yo escuche que alguien del personal a mi cargo gritó ‘ya no disparen, nos estamos dando entre nosotros mismos’», declaró el teniente Víctor Ruiz; mientras que el soldado Jorge Jiménez Castañeda declaró que «por el movimiento, sin tener la certeza, herí a algunos de mis compañeros».
De todo eso, la CNDH estableció en su recomendación que ninguno de los militares refirió haber visto que los tripulantes del Hummer H2 hayan realizado agresión en su contra con armas de fuego.
El ataque que fue calificado por la Sedena como «incidente», y en este perdieron la vida Édgar Geovany, Héctor Zenón, Manuel Medina e Irineo Medina; mientras que Wilfrido Madrid resultó herido; y Miguel Ángel Medina resultó ileso.
También murieron los militares Damián López Altamirano y Manuel Malohua Domínguez; otros dos resultaron heridos.
El caso de la matanza en Santiago de Los Caballeros no ha sido el único en que militares han sido acusados de agredir a civiles durante la guerra que emprendió el Gobierno federal contra el narcotráfico. Un año antes, el 1 de junio del 2007, otro grupo de militares masacró a una familia en La Joya de Los Martínez, en donde tres niños y dos mujeres murieron.
Pero el caso de la muerte de los jóvenes, llegó incluso hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, luego de que familiares de las víctimas interpusieron un amparo para que los militares fueran juzgados en tribunales civiles.
El 10 de agosto de 2009 y aún con la presión de organismos internacionales defensores de derechos humanos, la SCJN rechazó analizar el caso y actualmente los militares se siguen juzgando a sí mismos en supuestos casos de agresión a la población civil….«Noroeste/08/11-2015»
La nueva recomendación de la CNDH
La CNDH volvió a hacer lo de siempre: emitir una recomendación con número de folio, lenguaje jurídico y exhortos educados. Que se repare el daño, que se investigue, que se capacite al personal. En teoría, el Ejército debería estar aprendiendo que disparar sin justificación es un crimen, no un malentendido táctico. Pero en los hechos, parece que la lección nunca llega.
Porque claro, la doctrina castrense no se reconceptúa: se recicla. Lo que en 2008 se llamó “error de procedimiento” en 2025 es “uso ilegítimo de la fuerza”, y mañana será otro eufemismo técnico con olor a pólvora. Las niñas mueren, los comunicados se publican, y el fantasma de la impunidad desfila uniformado, con marchas militares de fondo.
Y mientras tanto, en los archivos de la Sedena, otro expediente se engaveta con cuidado, porque admitir un patrón sería demasiado cercano a aceptar culpa. La institución se autoprotege tras discursos de “seguridad nacional”, cuando lo que realmente protege es su derecho histórico a no rendir cuentas.
Badiraguato sigue en el mapa y en la memoria, no como territorio “de riesgo”, sino como espejo de una militarización que avanza sin freno ni pudor. Una familia, dos masacres, diecisiete años de diferencia. Y todavía hay quien dice que el Ejército “ya cambió”. Sí, cambió… de modelo de camioneta acribillada.
Con informacion: NOROESTE/

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