Rafael Marín Mollinedo, hoy director de la Agencia Nacional de Aduanas de México bajo la presidencia de Claudia Sheinbaum, presume un departamento de lujo en Cancún valorado en 15 millones y medio de pesos, ubicado en Shark Tower, un complejo con marina para yates, campo de golf privado, tres albercas y acceso a playa exclusiva. Este lugar parece más un refugio de millonarios que la vivienda de un funcionario público. No solo eso: en total, Marín acumula 10 propiedades, de las cuales escondió 5 en su declaración patrimonial oficial.
Orígenes oscuros y conexiones políticas
Marín Mollinedo empezó a pagar el lujoso departamento antes de llegar al gobierno federal, pero la mayor parte la liquidó cuando ya era funcionario bajo el mando de López Obrado. Figuras como él son inseparables de la trama política: fue operador en la Ciudad de México durante el gobierno de AMLO, manejó el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y después cayó parado como jefe máximo en la aduana nacional.
Huachicol fiscal y red de corrupción
Durante su gestión, la ANAM fue infiltrada por la red de huachicol fiscal, liderada por familiares del almirante Rafael Ojeda, secretario de Marina[1]. Funcionarios manipularon revisiones y documentos para facilitar el contrabando de gasolina y diésel, literal: disfrazando combustible como aditivos y evadiendo impuestos como si fuera deporte nacional.
Salario modesto vs vida de rey
El salario “oficial” de Marín era de 125 mil pesos mensuales[1], pero su fortuna creció vía Tabana Banana, su empresa bajo el sol de Cancún, declarando ganancias de hasta 3 millones al año y adquiriendo propiedades, bodegas y terrenos durante los periodos en que estuvo fuera de la administración pública.
Aspiraciones y espectáculo político
Con su fortuna, Marín ya se perfila para la gubernatura de Quintana Roo en 2027, con publicidad en espectaculares y un jingle sonando en redes sociales. La línea entre servidor público y magnate privado se borra sin pudor, y la complicidad política le asegura el rebote perfecto: después de siete meses en aduanas, lo mandan a Suiza con un puestazo internacional y lo regresan a México para seguir el show, ahora bajo Sheinbaum.
En resumen: la exhibición de Loret deja claro que el poder en aduanas no es solo cuestión de vigilancia y controles, sino un festín inmobiliario y de redes que desafían toda lógica de transparencia y ética pública en el México actual.
Con informacion: @CarlosLoret

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