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miércoles, 8 de octubre de 2025

EL «PRONTOLOCO de SUPERVIVENCIA»: «OBISPO CONFIESA lo que MEXICO YA SABE que HAY que PEDIR PERMISO al CRIMEN para ENTRAR a sus TERRITORIOS pero lo DIFICIL es SALIR»…no hay vacío de poder, hay poder cedido.


Esto no es un llamado piadoso ni un sermón de misa, sino una bofetada contra quienes dicen gobernar mientras el poder real —el de las balas, las órdenes y los permisos para respirar— vive instalado como monarca absoluto en Guerrero.

El obispo José de Jesús Hernández lo dijo con la solemnidad del clero: hay pueblos donde no se entra sin que el crimen organizado te abra la puerta, donde salir es tan difícil como escapar de una jaula con llave que no maneja el Estado, sino algún jefe con apodo de cartel. Y ante eso, el Gobierno, ese fantasma que cobra impuestos y distribuye discursos huecos, se limita a mirar hacia otro lado.

Aquí no hablamos de la tragedia de un sacerdote asesinado como si fuera un accidente aislado, sino del mapa entero del pais donde el crimen dicta horarios, rutas y protocolos para que los párrocos, pastores y cualquier ciudadano no terminen como Bertoldo Pantaleón: otro nombre en la lista del miedo. Mientras tanto, la autoridad federal y estatal perfecciona su único protocolo: el del silencio, la evasión y los abrazos que nunca frenaron las balas.

El obispo sugiere manuales: avisar a dónde se va, cuándo, con quién y volver antes de que anochezca. Como si la fe tuviera que someterse a permisos firmados por capos. Como si fuese normal pedir “treguas” a quienes fusilan y descuartizan, mientras el Gobierno abdica su mandato original: monopolizar la fuerza y garantizar la seguridad. Abdica, pero sigue cobrando, sigue presumiendo inauguraciones, sigue luciendo trajes planchados.

No es que el Estado esté ausente: está presente, pero arrodillado. Está presente, pero obediente. Es responsable, porque no hay vacío de poder, hay poder cedido. El crimen manda porque el Gobierno se dejó mandar. Y en ese Guerrero, proteger un sacerdote requiere más negociación con narcos que con ministerios.

Aquí no hay casualidad ni sorpresa. Que un obispo se vea obligado a redactar un “protocolo de supervivencia” para ejercer su ministerio no es una nota pintoresca: es la confesión jurídica y moral de que el Estado mexicano, en ciertos territorios, es un cascarón vacío.

Y el cascarón se exhibe todos los días, como ahora, cuando lo único que ofrece a sus ciudadanos —y a sus curas— es el consejo tibio: “No viajen de noche”.

La verdad incómoda se pronuncia sola: cuando es más fácil pactar con los asesinos que confiar en las autoridades, el Gobierno ya no gobierna. Sólo administra la vergüenza.

Con informacion: ELNORTE/

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