La política exterior mexicana parece más un programa de testigos protegidos que un órgano al servicio del país. Lo que alguna vez fueron misiones diplomáticas hoy son islas de exilio dorado, con vista al mar y sueldo en dólares, donde el pecado se lava con pasaporte diplomático y un brindis en nombre de la patria.
Gertz Manero, el exfiscal de mirada severa y temperamento volcánico, suena ahora como próximo embajador en “un país amigo”. Traducción libre del oficialismo cuatrero: mandarlo bien lejos para que no salpique. La presidenta Claudia Sheinbaum, siempre tan institucional, dice que es “normal”. Claro, normal como reciclar a políticos derrotados, periodistas domésticos y exgobernadores traidores en embajadores de la 4T.
La escena ya es costumbre nacional: cada sexenio se convierte en agencia de colocación para amigos, cómplices y arrepentidos. Calderón y Peña lo hicieron, pero la 4T perfeccionó el arte: convirtió las embajadas en premios de consolación o pactos de silencio. Si antes era dedazo, hoy es dedazo con causa social.
Ahí van, entonces, los patriotas de ocasión: exgobernadores que entregaron su estado a Morena y recibieron como recompensa una embajada con chofer y viáticos; periodistas que pasaron del micrófono al cóctel diplomático; escritores que cambiaron la crítica por un despacho con retrato oficial; y políticos que descubrieron su vocación internacional justo cuando el escándalo los alcanzaba.
La Ley del Servicio Exterior dice que los cargos deben recaer “preferentemente en diplomáticos de carrera”. En la práctica, esa palabra —“preferentemente”— es el agujerito legal por donde se escapan los cuates del poder rumbo a sus nuevas patrias adoptivas. Preferente, porque nada es más prioritario que la lealtad al jefe.
En junio pasado, la presidenta Sheinbaum hizo cinco nombramientos del mismo estilo. Carlos Iriarte Mercado, priista mexiquense de larga trayectoria, fue enviado como cónsul a Boston; Marco Antonio Mena, exgobernador priista de Tlaxcala, a San Francisco; el general Luis Rodríguez Bucio, excomandante de la Guardia Nacional, a Dallas; Donají Alba Arroyo, quien presidió la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena entre 2020 y 2024, a Raleigh, en Carolina del Norte, y Neftali Said Pérez González, titular del Programa Jóvenes Construyendo el Futuro de la Secretaría del Trabajo, a San José, California. Falta saber a dónde irá Gertz Manero y cuándo.

Al nombramiento de embajadores se suma el de cónsules, principalmente en Estados Unidos: Rutilio Escandón, exgobernador morenista de Chiapas, está en Miami desde diciembre de 2024; María Elena Orantes, política chiapaneca de Movimiento Ciudadano, expriista y legisladora, fue designada en Houston en 2023; Pável Meléndez Cruz, diputado morenista de Oaxaca, es cónsul en Denver desde 2022. Y, hasta hace un mes, el exgobernador de Chiapas, Juan Sabines, era el cónsul en Orlando, un cargo al que llegó desde 2015 y en el que fue ratificado por López Obrador en 2019.
Así, México presume una diplomacia de reciclaje. No son representantes del Estado: son emisarios del agradecimiento. Embajadores del favor, cónsules de la conveniencia. Y mientras los verdaderos diplomáticos estudian idiomas, historia y protocolo, los nuevos inquilinos de las embajadas ensayan sonrisas para las fotos oficiales y discursos sobre “los lazos de hermandad entre pueblos hermanos”.
Una cosa sí hay que reconocerle a la 4T: rompió el bipartidismo del saqueo. Hoy, los favores son incluyentes. En este gobierno, el perdón también tiene pasaporte.
Con informacion: DIARIO ESPAÑOL/ELPAIS

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