A sus flamantes 65 años, el senador Gerardo Fernández Noroña puede presumir —con la mano en el corazón y la otra en su flamante tarjeta del Bienestar— que la Cuarta Transformación sí reparte parejo. Porque si algo demuestra la foto que subió con infantil júbilo es que ni los más “revolucionarios de cafetín” se salvan de la tentación del subsidio público.
El otrora adalid de la igualdad ahora presume con euforia los seis mil 200 pesos bimestrales que el gobierno federal destina a los adultos mayores, mientras sus cuentas bancarias reposan sobre un colchón mensual de 126 mil 800 pesos y una mansión de doce millones en Tepoztlán. Modestia franciscana, versión Bussines Class.
El “tribuno del pueblo” además tiene un talento especial: lograr que la palabra austeridad suene tan hueca como los discursos que ofrece entre vuelo y vuelo. Que se lo digan los pasajeros del avión a París o los que vieron despegar la avioneta privada de dos mil dólares por hora con la que recorrió Coahuila. Todo sea por informar al pueblo desde las alturas… literalmente.
Así, mientras acusa de «ambiciosa» a una viuda o reparte insultos en redes con la frescura de quien se sabe impune, el senador celebra haber recibido la tarjeta que está diseñada para las verdaderas clases desprotegidas. Una muestra viva de que, en el México del discurso igualitario, los privilegios también se disfrazan de beneficios sociales.
En resumen: Noroña no engaña a nadie. Solo confirma lo que el país sospechaba desde hace tiempo —que la moral, como la clase política, también tiene niveles de crédito.
Con informacion: ELNORTE/

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