La “ola” sangrienta de Sinaloa ya no es operativo: es temporada permanente de caza, y lleva 1 año, 3 meses y 5 días —unas 10,200 horas— sin que la autoridad logre algo parecido a una victoria definitiva y sustantiva. En este lapso, el mensaje ha sido brutal y cuando una guerra se estanca, deja de ser batalla y se vuelve derrota administrada.
El reloj de la guerra
Del 9 de septiembre de 2024 al 14 de diciembre de 2025, de acuerdo con cifras de NOROESTE, hablamos de unos 462 días: 66 semanas de “estrategia” y cero final de temporada. Son más de 10 mil horas en las que el mismo pleito interno del mismo cártel convirtió a Sinaloa en laboratorio de impunidad, mientras el gobierno finge que el conflicto se va a resolver solo por aburrimiento y sin menoscabo de victorias esporádicas ,pero siempre bajo ataques del CDS.
En este tiempo ya se acumularon 2,471 homicidios dolosos, 2,942 personas privadas de la libertad, 8,696 vehículos robados, 1,982 detenidos y 159 abatidos, según el balance oficial que dista mucho de la realidad sangrienta.
Traducido: cada día amanecen en promedio 5 ejecutados, 6 desaparecidos, casi 19 carros robados y poco más de 4 detenidos, como si la estadística fuera una app de suscripción: cobro diario, solución jamás.
Analogías de una derrota lenta
Con esos números, la “estrategia” se parece más a una empresa que quema empleados que a un Estado que impone reglas. Si esto fuera una obra, Sinaloa ya estaría en el tercer acto; pero el guion de seguridad sigue atorado en el primer borrador, lleno de balas, sin final y con el público (la sociedad) atrapado en la butaca.
Es como ver a un cirujano que presume que la hemorragia “va bajando” mientras el paciente lleva mas de un año desangrándose en la plancha. La victoria que se promete “a largo plazo” después de cientos de muertos y miles de desaparecidos es, en realidad, una derrota a plazos: se paga en cuerpos, en negocios cerrados, en miedo cotidiano.
El segundo piso… y contando
Omar García Harfuch dirige la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y coordina la Estrategia Nacional de Seguridad Pública; en papel es el hombre del segundo piso, el encargado de que esto se ordenen que se desordene mas. En los hechos, la guerra interna del cártel la administran, no la resuelven, como si la estuvieran prolongando hasta un hipotético tercer piso del gobierno.
Cuando un conflicto armado se normaliza y la única constante es que sigan sumándose días, horas y cadáveres, la batalla dejó de ser batalla: es guerra perdida por inercia. Y en Sinaloa, con más de un año de sangre corrida y un futuro pateado hacia adelante, todo indica que la derrota ya se firmó; sólo falta que alguien en el gobierno se atreva a leerla en voz alta.
«Aunque lo mas grave parece ser, que mientras el gobierno minimiza la violencia, ciudadanos la normalizan».
Con informacion: NOROESTE/

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