Efraín Medina Valenzuela, exdirector general de Inteligencia de la Secretaría de Seguridad Pública de Colima y exasesor de seguridad del gobierno de Ignacio Peralta, fue ejecutado en un ataque directo a plena luz del día en Villa de Álvarez.
Iba en su auto sobre avenida Tecnológico cuando dos sujetos en moto se le emparejaron y lo acribillaron frente al Tec de Colima, a metros de un campamento militar y muy cerca de un destacamento de la Guardia Nacional.
Datos duros del crimen
Medina viajaba en un Volkswagen jetta con una mujer que resultó gravemente herida.
No era la primera vez que lo intentaban matar: el 6 de octubre de 2022 ya había sido blanco de un atentado a balazos en la zona norte de Colima, del que salió con lesiones graves. La Fiscalía de Colima que en aquella fecha abrió carpeta de investigación,volvio a abrir otra,auqnue hasta ahora no reporta detenidos ni ha hecho públicas líneas claras sobre móviles o responsables.

El perfil del “experto” en seguridad
Medina fue director general de Inteligencia de la SSP estatal durante el gobierno de Ignacio Peralta y también asesor en materia de seguridad del mismo sexenio. Antes había sido director de la Policía Municipal de Coquimatlán, es decir, un cuadro colocado en posiciones clave del aparato de seguridad local.
Su historial tampoco era precisamente limpio: fue consignado en su momento por abuso de autoridad, uso de documentos falsos y encubrimiento por favorecimiento, por intentar cobrar un cheque de 47 mil pesos ligado al entonces senador panista Víctor Manuel Torres. El mismo hombre que debía anticipar riesgos y mapear estructuras criminales cargaba expedientes propios, en un sistema que recicla perfiles cuestionados como “especialistas”, lo mismo a nivel estatal, que federal.
La inteligencia que siempre llega tarde
Que al exjefe de Inteligencia lo ejecuten en una avenida conocida, en horario de tránsito, a unos metros de un campamento militar y cerca de la Guardia Nacional, es casi una nota de humor negro escrita por el narco y firmada por el Estado mexicano con su habitual “no hay detenidos”.
Se supone que la inteligencia sirve para anticipar escenarios, leer amenazas, blindar objetivos; aquí no alcanzó ni para detectar que van por el mismo tipo al que ya habían intentado matar tres años antes, con el mismo modus operandi de hombres armados en moto.
La narrativa oficial repite el libreto: se abre carpeta, se preserva la escena, “se llegará hasta las últimas consecuencias”, y mientras tanto el mensaje real ya se entendió en Colima: si pueden ejecutar al exdirector de Inteligencia frente a instalaciones federales, el resto de la población está en modo tiro al blanco. La seguridad vive en comunicados; la inteligencia, en este país, parece otra estadística más en la morgue.
Un país donde el mapa manda sobre el radar
Lo de Colima no es un desliz aislado, es síntoma: el crimen organizado marca la agenda, mueve piezas a la vista de todos y obliga a la “inteligencia” oficial a ir recogiendo casquillos y redactando partes informativos. El exjefe de Inteligencia cae en una emboscada calcada a la de 2022, y nadie en el aparato pudo –o quiso– leer que era objetivo prioritario, que requería protocolo, ruta distinta, escolta efectiva o, mínimo, que no circulara a mediodía por un corredor tan obvio.
Aquí la única inteligencia que se adelanta es la de las organizaciones criminales, que detectan rutinas, explotan vacíos institucionales y aprovechan la comodidad de un Estado que solo reacciona cuando ya hay cadáver y cinta amarilla. Si la ejecución del hombre que alguna vez “dirigió inteligencia” no provoca una autopsia profunda del modelo de seguridad en Colima, quedará claro que el sistema no solo falla: se ha resignado a trabajar siempre una escena después.
Con informacion: PUBLIMETRO/ NMAS+/

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