Una camioneta calcinada, la fachada de la iglesia atravesada por cientos de agujeros de balas y el cuerpo decapitado de un hombre de unos 35 años, tez morena y 1,70 de altura que todavía no ha sido identificado. Este ha sido el saldo que ha dejado este lunes por la mañana el enfrentamiento entre dos grupos armados en la comunidad de Santa Anita, en Guachochi, Chihuahua, según el fiscal de la zona Juan Carlos Portillo. Muchos habitantes del pueblo han empezado a salir de allí para huir de la violencia que no cesa, y que el pasado febrero dejó otros dos muertos después de un enfrentamiento entre hombres fuertemente armados.
#cdmx,#reynosafollow,#mtyfollow,#slp,#tijuana,#guadalajara,#zacatecas,#matamoros "CARTA a un NARCOTRAFICANTE": LA "HIPOTETICA pero REALISTA MISIVA de YA SABEN QUIEN a su MAJESTAD el CRIMEN"...cualquier parecido con la realida_ es culpa de la realidad. https://t.co/nbx8FUeyg2 pic.twitter.com/DArYtKJtIA
— Valor Tamaulipeco (@VaxTamaulipas) June 5, 2023
Las fuerzas de seguridad han arribado este martes hasta este asentamiento en el centro de la Sierra Tarahumara para establecer una mesa de diálogo que aborde cómo luchar contra la inseguridad que se vive en la región. La gobernadora de Chihuahua, María Eugenia Campos, aseguró que ya están investigando lo que pasó. “Tuve el reporte hace varias horas, pero la investigación sigue”, informó Campos, y recordó que desde el asesinato en esa región de los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora, se ha dado seguimiento a los trabajos de seguridad y “ha habido mejorías”. “El Gobierno no quita el dedo del renglón”, ha dicho la gobernadora.
Además del hombre decapitado y la iglesia baleada, las fuerzas de seguridad se encontraron una granada de mano, y cargadores para los fusiles AR-15 y AK-47, según los medios locales. El hombre vestía ropa tipo militar de color verde, pechera de color café y guantes de color negro. El párroco de la iglesia, Enrique Urzúa, denunciaba en El Sol de Parral que los habitantes de Santa Anita han abandonado sus casas. “Todo el mundo salió de Guachochi, principalmente los mestizos, que son quienes tienen vehículos. Allí todavía quedan las comunidades indígenas, que son las que me interesa visitar”, contaba Urzúa.
El crimen recuerda al que sucedió hace un año en la misma sierra Tarahumara, en la comunidad de Cerocahui. Allí fueron asesinados dos sacerdotes jesuitas, Javier Campos Morales y Joaquín Mora, cuando daban refugio al guía turístico Pedro Palma, de 60 años, que también fue asesinado aquel día en el interior de la iglesia. Unos tipos armados irrumpieron en el templo a balazos y mataron a los tres. Además de los clérigos y el guía, otras cuatro personas fueron secuestradas aquella mañana en la comunidad, que apenas supera los 1.000 habitantes.
El principal sospechoso principal del crimen fue un líder criminal de la zona, José Noriel Portillo, alias El Chueco, que fue asesinado el 23 de marzo de este año en Sinaloa. Su cuerpo tenía el agujero de un balazo en la cabeza y a su alrededor descansaban 16 cartuchos de munición gastados. Pese al fallecimiento del presunto líder del Cartel de Sinaloa en Chihuahua, la violencia continúa y las autoridades luchan a trompicones para detener el intercambio de las balas en medio de las comunidades que habitan la sierra.
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