Unos les llaman “masoquistas”. Otros, “patriotas”. Unos más, los acusan de tener “síndrome de Estocolmo” –ese estadio mental en el que las víctimas se enamoran de sus victimarios para sobrellevar un trauma– y otros los felicitan por rehusarse a escuchar los cantos de las sirenas que auguran la destrucción de México, si avanza la llamada Cuarta Transformación.
Son un grupo polémico de votantes que irán a las urnas este 6 de junio: los que hace tres años integraron el ejército de 30 millones de votantes que llevaron a Andrés Manuel López Obrador a Palacio Nacional, pero que hoy están decepcionados por la gestión del tabasqueño… y aún así tacharán el logotipo de Morena este domingo.
No son votantes indecisos. Tampoco morenistas recalcitrantes ni opositores a morir. Son un tipo de votante que las casas encuestadoras aún no logran medir: los desencantados que aún creen en López Obrador, pero que esperan de que cambie el rumbo en la segunda parte de su sexenio.
Estas son sus razones.
TRANSFORMACIÓN, NO MAQUILLAJE
Emilio Morales, de 36 años, decidió su voto esta semana, la última antes de las elecciones. Jamás se había tardado tanto en elegir al partido que tacharía en la boleta: desde que tiene 18 años sólo ha sufragado por dos opciones: el Partido de la Revolución Democrática y Morena. Pero este 2021, reconoce, su mente se entretuvo en un pensamiento raro: ¿y si votara por un partido que no es aliado de Andrés Manuel López Obrador?
Ese simple pensamiento, dice, se sentía raro. “Casi como serle infiel a una pareja”, bromea el diseñador avecindado en Cuernavaca, Morelos. Desde que le empezó a interesar la política se sintió ligado al carismático tabasqueño que gobernó la capital mexicana con altísimos niveles de popularidad mientras vivía en un pequeño departamento en un barrio para estudiantes foráneos que asistían a la UNAM y viajaba en un Tsuru blanco.
"No ha sido lo que yo creí". Emilio Morales.
Marchó contra el desafuero del “Peje”, se entusiasmó con la primera campaña electoral, asistió al megaplantón en Paseo de la Reforma contra el “gran fraude electoral de 2006”, aplaudió el gobierno legítimo de López Obrador, fue voluntario en la segunda campaña electoral y lloró de emoción cuando el 1 de julio de 2018, por fin, el hombre que lo formó políticamente alcanzó el triunfo presidencial.
“Pero no ha sido lo que yo creí. No han bajado los niveles de violencia a los números que prometió, no veo un programa moderno de impulso a la economía después de la pandemia y me choca su relación con empresarios rapaces como Salinas Pliego”, dice Emilio.
En la escala del 0 al 10, donde 0 es la decepción total y 10 es la satisfacción absoluta, él dice que su opinión por el presidente se ubica en un 6. Es decir, aún cree en él, pero su paciencia se está agotando.
“Decidí que voy a darle otra oportunidad. Lo hago porque el presidente prometió una transformación profunda de la vida pública y eso no se logra en tres años. Le entregaron un país roto y hay que construirlo de nuevo. Esto es transformar, no maquillar la realidad… pero si para 2024 no hay cambios radicales, creo que no volveré a votar por Morena en mi vida”.
NO GOBIERNA PARA MÍ… Y ESTÁ BIEN
Mientras millones de mexicanos sufrieron un grave descalabro financiero durante la pandemia, Sofía Aspiroz tuvo un año de ensueño este 2020: en verano rentó una cabaña en Bacalar, Quintana Roo, para vacacionar y aislarse durante un mes de la peligrosa Ciudad de México y a fin de año celebró que tuvo más trabajo que nunca con un viaje a la Riviera Maya que incluyó hoteles boutique en Playa del Carmen y Tulum.
El despacho arquitectónico que fundó con su esposo hace cuatro años tuvo un “boom” en el confinamiento, especialmente entre sus clientes más adinerados, que aprovecharon el trabajo en casa para recluirse en refugios de descanso y encargar remodelaciones en sus hogares.
“Hasta siento feo decirlo, pero ha sido mi mejor año. Y sé que fue el peor de muchos. Y aunque hay muchísimas cosas que me disgustan del gobierno, este es el único que sí está gobernando para los más pobres… por eso, volveré a votar por Morena, porque este país necesita equilibrios”, dice la arquitecta de 38 años.
"Este país necesita equilibrios”. Sofía Aspiroz.
¿Qué le disgusta del actual sexenio? Sofía tiene una lista concreta: la mala relación del presidente con el empresariado, la falta de creatividad para captar inversión privada extranjera y el proyecto de refinería en Dos Bocas, Tabasco, que ella cree que va en contrasentido a la tendencia global de invertir en energías limpias y sustentables.
“Y lo que me gusta también lo tengo claro: las becas para jóvenes que no estaban trabajando ni estudiando, los apoyos directos a madres solteras –como mi mamá, cuando yo era niña– y la creación de universidades públicas. Yo salí de una escuela pública y eso me permitió tener el nivel de vida que tengo ahora. Y yo quiero eso para la gente más olvidada de este país”.
“Mira, te lo pongo así: el presidente no gobierna para mí. Yo soy, en la estadística nacional, una fifí. Y está bien: muchos presidentes ya gobernaron para las élites. Es el turno de los demás, yo me aguanto”.
“NO LES VOY A DAR LA SATISFACCIÓN”
En la casa donde creció Felipe Ochoa, un abogado de 36 años, hay un espacio sagrado en la cocina reservado para tres deidades terrenales: el papa Juan Pablo II, el presidente Andrés Manuel López Obrador y la abuela Margarita.
La primera imagen se colocó en ese improvisado altar de la colonia San Felipe de Jesús, en la alcaldía Gustavo A. Madero, cuando el sumo pontífice falleció en 2005. Luego, se sumó en 2018 la del exjefe de Gobierno para que la luz divina lo iluminara para hacer un buen gobierno. Y este año se añadió la de doña Margarita, admiradora de los dos y quien murió durante la pandemia por un posible cuadro de coronavirus.
“Voy a votar con mi abuela en la mente". Felipe Ochoa.
“A mi abuela, López Obrador le cambió la vida. Cuando dio la pensión para adultos mayores y las medicinas gratuitas… no sabes, su vida cambió. La hizo independiente. En broma, le decíamos que hasta parecía que lo quería más que a mi abuelo”.
Cuando Morena triunfó en las pasadas elecciones presidenciales, doña Margarita celebró como si el presidente fuera su hijo. Felipe se unió al festejo: creyó que, por fin, se acabaría la militarización del país, se detendría el alza de homicidios y los hospitales públicos tendrían servicios similares a los que se ofrecen en Suecia.
“Evidentemente, no pasó. La militarización está peor que nunca, la violencia se estacionó… pero en niveles altísimos y los hospitales no tienen medicinas. Pero tampoco les quiero dar la satisfacción a los opositores: nos tomó años tener un gobierno popular y no lo vamos a regalar tan fácil.
“Voy a votar con mi abuela en la mente. Ella tenía ganas de votar por Morena otra vez y ya no podrá hacerlo. Y aunque me tenga decepcionado, son peores los priístas y los panistas. Así que yo pondré ese voto… va por ella”.
CON ESTA OPOSICIÓN NI A LA ESQUINA
“Voy a esta elección con un sentimiento muy distinto a la de hace tres años”, reconoce Berenice Ríos. “Esa vez voté muy encabronada y cuando ganó Morena me sentí muy feliz. Ahora votaré por Morena, pero si gana creo que me sentiré preocupada”.
Esta comerciante de 38 años tiene clara su lista de inconformidades con Andrés Manuel López Obrador, a quien ha votó para presidente en 2012 y 2018: el político de izquierda resultó, en sus palabras, un macho que sigue viendo a las mujeres como personas frágiles y manipulables que requieren de hombres como él para ser salvadas.
“Me molesta que nos vea como si no fuéramos pensantes. Si protestamos, él dice que nos manipulan. Si le exigimos que quite a un violador como candidato, él nos ignora. Y luego sale con tonterías de macho del siglo pasado de que a la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa, pero bien que manda a gasear a las compañeras”.
Pero Berenice Ríos también está convencida de que si quiere que la agenda feminista avance en el país, el PRI ni por el PAN, un partido de centro y otro de derecha, no son opciones para ella. Un voto feminista para la alianza Sí por México, dice, es como un voto latino por la candidatura de Donald Trump.
“Y votaría por el PRD, pero si van a aliarse en el gobierno con los panistas, pues da lo mismo. Van a seguir criminalizando a las mujeres, a la diversidad sexual, a las personas racializadas… no, no gracias a su alianza opositora.
"Primero loca que votar por los de antes”. Berenice Ríos.
La única opción, dice, es volver a votar por Morena, pero no darles la comodidad de su silencio. Sufragará como oficialista, pero tomará las calles como una dura opositora. Y peleará para que le cumplan lo que el partido guinda le prometió en 2018: el gozo de tener, realmente, al presidente más feminista de la historia.
“Yo lo resumo así: Morena no me gusta, pero con la oposición no voy ni a la esquina. Primero loca que votar por los de antes”.
fuente.-@oscarbalmen/