Las campañas electorales suelen ser simplistas. Nadie quiere elaborar mucho, porque los detalles distraen y son difíciles de explicar. Es más fácil defender y atacar ideas sencillas, para grandes públicos. Sin embargo, hay algunos temas en los que esta simplificación resulta particularmente dañina. Por ejemplo, en el tema de seguridad.
En 2012, desde el PRI se atacó al gobierno saliente por su “estrategia fallida”, aunque cuando llegaron al poder destruyeron lo bueno que se había hecho (separar seguridad de política, construir Policía Federal). Ahora, desde Morena se ataca la “estrategia fallida” del actual gobierno, y se propone a cambio “amnistía”. Esta propuesta es criticada por los otros contendientes, que consideran absurdo perdonar criminales.
El problema de seguridad en México no es cosa menor. No me dedico a ello, pero creo que hay varias propuestas de quienes sí son expertos, que es necesario considerar. Sumo aquí ideas de Semáforo Delictivo, de Alejandro Hope, Carlos Vilalta y Christian Ehrlich, y espero hacerlo bien. Ninguno de ellos es responsable de lo que ahora le platico, que espero sea de utilidad.
Hay varios niveles que agrupamos al hablar de inseguridad o violencia: la tradicional, de criminales aislados, y la violencia organizada, en tres segmentos: pandillas, cárteles y grupos que pueden entenderse mejor como subversivos. Esas cuatro dinámicas requieren muy diferentes respuestas. Para el primer caso, es necesario un buen sistema de policía, con jueces ágiles y eficientes, y centros de detención especializados. El segundo requiere un trabajo de investigación mucho más profundo, además de mecanismos de disuasión asociados a oportunidades reales para los jóvenes.
Los otros dos niveles son mucho más complicados. Por violencia de cárteles me refiero al crimen organizado, esencialmente centrado en el narcotráfico, pero también en trata de personas y extorsión. Aunque el tema de las drogas indudablemente debería tener otro tratamiento (regulación), es indudable que, además de ello, se requiere una fuerza del Estado de suficiente tamaño para limitar las acciones de los grupos. Al menos desde hace ocho años han ampliado su espacio a crímenes que no tienen que ver con drogas, y que, por lo mismo, no pueden reducirse con regulación. E incluso entre las drogas, dicha regulación no cierra del todo el espacio criminal.
Pero hay una derivación de estos grupos que ya no puede considerarse crimen a secas, sino que deberíamos analizar como subversión, en tanto que los grupos buscan legitimarse frente a la población, usurpando en los hechos el lugar del Estado. No hay duda de que eso ocurre porque el Estado ha abandonado esos espacios y, por lo mismo, parte de la solución implica su reinstalación. Esto parece ser lo que ocurre con grupos de narcotráfico en Guerrero y Michoacán, y huachicoleros en Puebla y otros estados. Tal vez el Cártel Jalisco Nueva Generación caiga, al menos en parte, en este nivel.
Los grupos de estos dos últimos segmentos son organizaciones que incluyen a muchas personas que realizan diferentes actividades. No todos ellos deberían ser tratados igual y es muy posible que debamos considerar con seriedad la idea de amnistiar a quienes no han cometido crímenes serios, aunque hayan formado parte de dichas organizaciones.
En conclusión, creo que el uso de etiquetas como 'estrategia' o 'amnistía' en la contienda política no es el camino para resolver un problema de la complejidad que enfrentamos. Se va a requerir recuperar parte de la estrategia del sexenio de Calderón, y fortalecer la capacidad del Estado como monopolio de la violencia legítima, pero es indudable que también se requiere recuperar la legitimidad del Estado, no sólo como proveedor de bienes públicos como seguridad y justicia, sino a través de mecanismos de construcción de cohesión social, entre ellos la amnistía, la creación de oportunidades y el establecimiento de una red mínima de soporte social. No es poco.
fuente.-Mauricio Schettino/
(imagen/internet)