En las calles de Acapulco le dicen “el señor de la noche”. Antonio Rullán Dichter, un acaudalado empresario que reside desde hace unos 50 años en Guerrero, es el dueño de la fiesta en ese paraje costero. Bares, discotecas, restaurantes de lujo forman parte de la cartera que ofrece al turismo en ese rincón del Pacífico mexicano. Un hombre de negocios que es además, desde enero de 2009, cónsul honorario de Rusia en Acapulco.
Esa es la faceta que todos conocen de él. Su lado oscuro, sin embargo, quedó expuesto en la filtración de documentos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). De acuerdo a informes de inteligencia militar, el empresario mantiene relación con Los Rusos, una organización del crimen organizado que opera para el Cartel de los Beltrán Leyva en la ciudad portuaria.
Más de 500 cónsules honorarios de decenas de países han sido acusados públicamente en los últimos 60 años de algún delito o han tenido problemas con la justicia. La investigación Diplomacia en la Sombra (Shadow Diplomats, en inglés), el último trabajo del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) y Propublica en el que han colaborado EL PAÍS y Proceso, busca revelar los abusos que han protagonizado estos personajes aprovechándose de la opacidad de su cargo. Más de 150 periodistas de 46 países han contribuido a la creación de la primera base de datos sobre las transgresiones de un colectivo poco escrutado en el marco de la diplomacia internacional y que se revela ahora lastrado por la designación de ciudadanos que han abusado de su estatus, coqueteado con la delincuencia o favorecido sus agendas personales.
En medio de la filtración de millones de correos de la Sedena, un grupo de cuatro hombres rusos en Guerrero llamaron la atención. Eran miembros de una empresa de seguridad privada que habían venido en mayo de este año hasta las costas del Pacífico a entrenar a un grupo de autodefensa llamado Policía Comunitaria de Tlacotepec, dirigidos por Salvador Alaniz Trujillo. Eso alertó a las fuerzas de seguridad, que decidieron hacer un seguimiento de los cuatro instructores rusos para poder identificarlos. Entre los nombres que analizaron entonces estaba el de Rullán, pero para la Sedena, el empresario quedó descartado “por su relación con el grupo delictivo Los Rusos, el cual es antagónico del Cartel de la Sierra, aliado de Salvador Alaniz”.
No fue la única vez que el nombre de Rullán surgió entre los correos del Ejército. De acuerdo a los papeles de la Sedena, Los Rusos mantuvieron reuniones en propiedades del empresario y su círculo de seguridad más cercano estaba compuesto por expolicías que trabajaban para el narco.
En un mensaje cifrado que envió el campo militar 27 el 10 de marzo de 2021 a sus supervisores, en el que realizaban el seguimiento de un puñado de personajes vinculados a la delincuencia organizada, se detallan los movimientos de José Manuel Salinas Cortéz. Alias El Oso, como también se le conocía, es un expolicía ministerial de Guerrero que encabezaba una banda de policías ministeriales “utilizados por el grupo delictivo Los Rusos como brazo armado para llevar a cabo actividades delictivas en contra de grupos delictivos antagónicos”.
A Salinas Cortéz, la Fiscalía General del Estado le abrió un proceso en marzo de 2019 para darle de baja de la dependencia judicial “por verse involucrado en actividades de delincuencia organizada”, decía la comunicación encriptada del Ejército. Sin embargo, la baja no se efectuó y ese mismo año comenzó a trabajar como encargado de la seguridad de Rullán. “Durante el tiempo en que desempeñó el citado cargo, mantenía comunicación directa con los principales líderes del grupo delictivo Los Rusos, donde se tiene conocimiento que se reunía en el interior de las propiedades del C. Rullan Dichter”, dice el documento. En el marco de este trabajo, Proceso y EL PAÍS enviaron un cuestionario por escrito al empresario, indicándole un plazo de respuesta para el viernes 11 de noviembre. El cónsul no contestó.
Un año después, en 2020, Salinas Cortéz se volvió el jefe de la seguridad de Jesús José Gil Caro Monge, hijo de José Gil Caro Quintero, sobrino del mítico Narco de Narcos. Fundador del legendario Cartel de Guadalajara, después llamado Cartel de Sinaloa, Rafael Caro Quinteros “asumió el control de la organización Beltrán Leyva” en 2017, como contó este periódico a partir de la filtración de otro documento de la Sedena. El Cartel de los Beltrán Leyva, de la mano de Los Rusos, llevan años disputándose el control de la plaza portuaria con el Cártel Independiente de Acapulco, una escisión del anterior.
Otro correo de la Sedena muestra un análisis de la situación criminal para enero de 2021. “Ambos grupos delictivos mantienen una constante lucha por el control de las actividades ilícitas (extorsión, venta de droga, cobro de cuota y robo de vehículos) situación que provoca la confrontación entre sus células operativas y un alto índice delictivo”. El Ejército hace un recuento en el mismo correo de las muertes relacionadas con el enfrentamiento entre estas dos bandas opuestas del narco. De diciembre de 2018 a enero de 2021 se registraron en Acapulco 1.234 homicidios como consecuencia de esta guerra de la delincuencia organizada.
Tres de los escoltas que trabajan para El Oso, en el equipo de seguridad del cónsul ruso, participaron además en el homicidio en abril de 2020 de una trabajadora administrativa del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que fue asesinada a balazos cuando iba en su coche. Después de ese episodio, Salinas Cortéz fue removido de su puesto. “Derivado de la relación y vinculaciones delictivas del grupo de escoltas de seguridad del C. Rullan Dichter, de la cual alias El Oso era el encargado, fue cesado”, se lee en mensaje privado de la Sedena.
Cuando la Federación Rusa lo fichó para ser su cónsul honorario, Rullán ya era un prominente empresario. De acuerdo a su propio relato, que contó en un homenaje que le realizó el año pasado la alcaldía de Acapulco, comenzó su carrera profesional lavando pisos en un hotel en Medio Oriente. Después de eso, pasó por una empresa de bienes raíces en Florida (Estados Unidos) y luego regresó a México, donde estableció una red de compañías dedicadas al turismo y al entretenimiento. Rullán es socio de seis empresas en México: tres inmobiliarias, una constructora, una compañía de eventos sociales y otra para administrar discotecas. Todas están radicadas en Acapulco, según el registro público comercial. Entre los comercios que se le conocen está un lujoso restaurante llamado Tony’s y el club nocturno Palladium, un histórico lugar de reunión de los líderes del Cartel de Beltrán Leyva.
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