En la primera década de este siglo, el Cártel de Sinaloa comenzó
su expansión y consolidación como la organización criminal más poderosa del
planeta. Dos sexenios panistas le bastaron al capo Joaquín Guzmán Loera y a sus
socios para convertirse en los más influyentes narcotraficantes de los últimos
tiempos.
Sinaloa sólo competía con el Cártel del Golfo, uno de los más
viejos que operan en México. Paralelamente, ambos grupos criminales competían
con el Cártel de Juárez, afianzado con el poder de los hermanos Carrillo
Fuentes, pero esta organización vino a menos tras la muerte de “El Señor de los
cielos” y el encarcelamiento de Vicente Carrillo, quien antes de su captura
vivía tranquilamente en Lerdo, Durango, al amparo de grupos panistas.
Durante el sexenio de Felipe Calderón –con quien comenzó a
recrudecerse la violencia en el país por los yerros y desatinos de su
guerra –Juan José Esparragoza Moreno, “El Azul” –quizá uno de los capos
más hábiles y escurridizos que ha existido –propuso a sus socios sinaloenses
crear una Federación de Cárteles. Su objetivo, se dijo entonces, era abatir la
violencia exasperada que perturbaba el negocio del tráfico de drogas.
Así comenzó un largo proceso de negociaciones entre grupos
antagónicos. Sinaloa se acercó a los del Golfo, sus acérrimos e históricos
rivales, para proponer una tregua, primero, y una alianza, después. La propuesta
no fue mal vista. Quizá apoyados por uno o varios resortes institucionales, el
Cártel de Sinaloa trabajaba en la pacificación del país mediante negociaciones
con sus rivales.
La idea no era descabellada. Y el gobierno sabía que la única
forma de alcanzar la hipotética paz social era dejando al Cártel de Sinaloa
tejer fino con otros grupos. Y en estos terrenos movedizos, Esparragoza Moreno
se movía como pez en el agua.
El proyecto avanzó. Apoyado en ese tiempo por Ignacio Nacho Coronel,
abatido después por la Marina, “El Azul” realizó varias cumbres en Tamaulipas.
Habló con los jefes del Cártel del Golfo y sentó a Heriberto Lazcano Lazcano,
“El Lazca”, jefe de Los Zetas, para negociar. Los del Golfo aceptaron la
oferta. “Los Zetas”, en cambio, se levantaron de la mesa de diálogo y
convocaron a una reunión en un campo deportivo de Nuevo Laredo para discutir,
democráticamente, si era o no conveniente unirse a Sinaloa.
A ese capo deportivo acudieron todas las estacas de Los Zetas,
es decir, todas las células que operaban en una veintena de entidades. Después
de una larga discusión, Los Zetas, cual sindicato de obreros revolucionarios,
decidieron que no se sumarían al Cártel de Sinaloa y que lo más conveniente era
separarse del Cártel que los fundó.
Así fue como ocurrió una de las rupturas más drásticas de los
últimos tiempos, se fracturaba un grupo criminal sólido, el Cártel del Golfo y
su brazo armado se dividían no sin enfrentarse y provocar una guerra sin
cuartel que en Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León generó verdaderos baños de
sangre.
Así fue como Los Zetas –quizá el grupo más beligerante de los
últimos tiempos –se convirtió en cártel y emprendió la conquista de más
territorios. Actualmente tiene presencia en veinte estados.
Ante la captura y extradición de Joaquín Guzmán Loera, la muerte
de otros capos importantes, en Sinaloa se abrieron los caminos de la guerra.
Familiares de Guzmán Loera se empezaron a matar por el control del cártel y
otros grupos, sedientos de poder, como el Cártel de Jalisco Nueva Generación
(CJNG) aprovechó la debilidad de estos grupos en disputa para afincarse en los
territorios que actualmente no tienen un control absoluto.
Es el caso de Sinaloa, Guerrero y Veracruz. En este último
estado el CJNG arribó en el último año del gobierno de Javier Duarte. En ese
tiempo ya tenían presencia en Tabasco y en el sur de Veracruz, combatían con lo
que quedaba de Los Zetas –amos y señores de ese estado en otros tiempos –y se
enfrentaron a la organización Nueva Generación. Hasta la fecha la guerra sigue
en Veracruz frente a un gobierno panista que ya fue rebasado.
En los últimos cinco años, el CJNG es el que más ha crecido.
Nació en Jalisco, donde opera con toda la impunidad por parte del gobierno de
Aristóteles Sandoval –tiene una historia plagada de claroscuros –y ahora domina
unos 17 estados de la República.
Bajo el mando de Nemesio Oceguera, quien es nativo de Michoacán,
el CJNG consolidó su mercado en Estados Unidos. También en Europa y ahora
incursiona en Asia. Exporta cocaína y, sobre todo, drogas de diseño. También
explota los secuestros y su abanico de actividades criminales, cual empresa
boyante, se explaya por doquier.
Desde que la violencia se recrudeció y alcanzó niveles de guerra
–y no solamente por la presencia militar en el combate a este flagelo –en
México todos nos preguntamos por qué la violencia no cesa en México. Hay muchas
respuestas. Lo cierto es que ningún gobierno ha diseñado una estrategia
integral y, al no existir, los niveles de impunidad siguen creciendo a niveles
de escándalo.
La corrupción de los grupos criminales está más desatada que
nunca, opera sin dique alguno que la contenga, lo que ha debilitado a las
instituciones que no terminan se fortalecerse. La corrupción lo impide y las
vuelve vulnerables y las hace ver atrofiadas frente a la violencia desenfrenada
de los cárteles.
Pero existen otras causas que también vale la pena revisar: la
pulverización de los grupos criminales. Frente al viejo anhelo del Cártel de
Sinaloa de consolidar una Federación de narcotraficantes y con ello disminuir
la violencia, lo que ha ocurrido en el país es que todos los cárteles se han
dividido, se han atomizado y han surgido decenas y decenas de ramajes
criminales por todas partes, células que tienen capacidad de generar tanta
violencia como para poner en riesgo la gobernabilidad de cualquier entidad
federativa.
De acuerdo con un análisis de la agencia Stratfor, “la
balcanización de los cárteles de la droga en México ha incrementado los niveles
de violencia, tal y como ocurrió en 2016”.
En un análisis de esta realidad –la pesadilla mexicana –la agencia
también considera que otra severa limitación de la capacidad del gobierno
mexicano para alcanzar algún tipo de acuerdo con los cárteles es que el
panorama del cártel ha cambiado drásticamente.
Y explica: “Dos grupos principales (Guadalajara y Golfo) controlaron
la mayoría del tráfico de drogas en México en los años ochenta. Incluso hace
una década sólo había un puñado de grupos que controlaban la mayor parte de la
actividad. Pero hoy las luchas intestinas causadas por la codicia y la
sospecha, así como la decapitación causada por el arresto y/o asesinato de
líderes del narcotráfico, ha llevado a la balcanización de los cárteles en
México”.
Esta es la opinión de Scott Stewart, vicepresidente de análisis
táctico de la agencia Stratfor. El añade que el gobierno mexicano no sólo
parece sino que está rebasado ante esta violencia cada vez más severa y resulta
evidente que el gobierno carece de una estrategia ni siquiera para llevar a
cabo una negociación.
La realidad devora al país por más de una razón. En lugar de una
Federación monolítica como Sinaloa, docenas de grupos de la delincuencia
organizada se han fragmentado. Del mismo modo, lo que era el Cártel del Golfo
es actualmente una constelación de bandas geográficas que a menudo están en
desacuerdo y en la guerra permanente.
Incluso si el gobierno mexicano quisiera llevar a cano acuerdos
para poner fin a la violencia e incluso si cada grupo en esta serie de bandas
criminales estuviera dispuesto a recibir tal oferta, sería imposible llegar a
algún tipo de acuerdo de paz integral con muchas partes, explica Stewart.
El escalamiento de la violencia no es nuevo, dice. Los
homicidios vienen aumentando desde hace aproximadamente tres años por distintos
factores: desde la creciente conflictividad social en el país –que ha
dispersado las fuerzas del gobierno federal –hasta el auge que ha cobrado el
robo de combustibles, un negocio al que no son ajenos ni políticos ni militares
ni policías.
Según Stratfor, una causa que ha detonado la violencia de alto
impacto en México es la expansión del CJNG. El repunte de las ejecuciones en
Tamaulipas y Sinaloa –por citar sólo dos estados atenazados por la criminalidad
–es que el CJNG ha incursionado a sangre y fuego a esos territorios.
Otra razón es la división de los cárteles, su descontrol en todo
el territorio, la corrupción, la ausencia de una estrategia clara y de un
proyecto policiaco integral. De ahí que el gobierno de Enrique Peña Nieto no
tenga más alternativa que seguir militarizando el país, ahora con una mayor
presencia de las fuerzas armadas, quienes tendrán más poder y atribuciones. La
Ley de Seguridad Interior terminará por armar con mayor poder tanto a militares
como a los marinos, a pesar de que dicen ya estar agotados de casi doce años
combate contra los grupos criminales.
Según Emilio Gamboa –el trapecista del PRI en el Congreso, pues
brinca de cámara en cámara cada sexenio o mínimo cada tres años –la aprobación
de la Ley de Seguridad Interior no derivará en una mayor militarización del
país. Pero todo está por verse, ya que de no ser así el país quedaría a
expensas de los criminales, pues el 80 por ciento de los policías mexicanos
operan ligados con las bandas del crimen organizado.
Y, peor aún, muchos gobernadores han pactado con el narcotráfico
y gobiernan amasando fortuna y de espaldas a la guerra criminal que destroza
todos los días un pedazo de país.
fuente.-Ricardo Ravelo/