El estratega de plástico de curricula manchada volvió a hablar, y fue como escuchar a un vendedor de humo reconociendo que su mercancía se le mojó en la feria. Apenas hace unos meses y semana tras semana, casi nos juraba que el cártel en Sinaloa estaba “acabado”, “muy debilitado”, “en agonía”; como si bastara un par de powerpoints y conferencias con gráficos estrambóticos los martes de seguridad en una mañanera del pueblo ,para desarmar un entramado que sobrevive sexenio tras sexenio, como lo dijo en Mayo Zambada,con ayuda de la “policia,el ejercito y los politicos”.
Pero ahora se descuelga con su recapitulación patética, mitad queja, mitad confesión: que los supuestos operativos estrella, las detenciones televisadas y los 13 mil militares extra no movieron un milímetro la realidad cruda. Que el changarro sigue abierto, que la barra libre no cerró, que los dueños de la plaza no se jubilaron aunque en sus láminas de PowerPoint ya figuraban como “casi borrados”.
En la escena imaginamos al personaje soltando su perorata desoladora, con la misma solemnidad de un pastor que se descubre sin rebaño, y hasta cierto tono resignado:
–“Bueno, pues mi mamá dijo que siempre no… el monstruo sigue vivo, muy vivo.”
El público, que ya no compra la narrativa heroica, lo ve sudar debajo del reflector. Su discurso, que antes era una fanfarria de “impacto” y “resultados”, termina convertido en una letanía de excusas: que si faltan recursos, que si la inteligencia se dispersa, que si la coordinación es un espejismo.
La ironía más pesada es que este estratega de utilería parece olvidar lo básico: a un problema que muta como hidra no se le baja con discursos prefabricados ni con estadísticas de utilería; menos aún con arrogancia prematura. Y mientras él ajusta su libreto, en Sinaloa el tablero se mueve con códigos que no entienden de conferencias mañaneras ni de comunicados triunfalistas.
En resumen: el espectáculo se derrumba, el telón se cae, y el protagonista queda de pie con la verdad incómoda en la mano: el “fin” del narco, anunciado en versión de caricatura, era apenas un espejismo para policias ingenuos que nunca aprobaron un examen de control de confianza porque cuando el polígrafo le preguntaba que “que onda contigo y los narcos”, las gráficas de polígrafo se volvían locas,nunca paso nada y ya es “Don Chingon”.Un Batman azteca, un caballero de la noche que no aguanta una esculcada.
Con informacion: NOROESTE/

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