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sábado, 23 de agosto de 2025

“ENTREGUENMELO,ME MUERO SIN EL”:”PADRE ORIGINARIO de SINALOA SUPLICA a CRIMINALES TRAS LEVANTON en N.L de ARQUITECTO EGRESADO del TEC de MONTERREY”…si el gobierno tuviera madre, ya andaríamos buscándola en las calles.


Llorando, Marcos López clama por la liberación de su hijo Luis René, de 24 años, quien fue secuestrado el pasado miércoles en Montemorelos.

“Ningún padre debe pasar esta angustia, esta presión en el pecho”, dice con voz entrecortada, “tengo ganas de tirarme al piso a llorar, pero no quiero hacerlo, sólo quiero que me entreguen a mi hijo, me muero sin él”.

Su hijo fue plagiado el miércoles, alrededor de las 11:00 horas, por delincuentes que se lo llevaron del estacionamiento de la secundaria Antonio de la Garza García, en la zona centro de Montemorelos, a donde llegó en una camioneta KIA blanca.

Aunque en un principio se informó que Luis era ingeniero, su padre precisó que apenas en diciembre se graduó de arquitecto en el Tec de Monterrey.

Relató que son originarios de Guamúchil, Sinaloa, pero Luis decidió mudarse a Monterrey para estudiar, y estaba muy contento porque hace dos semanas se asoció con un compañero de carrera para emprender un negocio de arquitectura.

Nos faltan tantos que ya no caben en las cuentas oficiales

Y mientras Marcos Lopez como miles de víctimas mas por todo el pais, derraman lágrimas que queman, el gobierno se refugia en comunicados y cifras, como si con tablas de Excel ,cifras maquilladas o chismes de las mañaneras, se pudiera suturar el vacío del pecho de un padre, una madre, un hermano o hermana,algun amigo.

No es un caso aislado. 

Lo mismo en este pedazo de México llamado Tamaulipas, que allá en Montemorelos,Sinaloa o Jalisco, —porque las desapariciones no respetan fronteras estatales— el dolor es rutina. Un día asesinan, al otro desaparecen, o primero desparecen y luego asesinan, pasado mañana toca silencio. Nos estamos acostumbrando a lo inaceptable: que desaparecer sea el pan de cada día y que buscar sea la condena de miles de familias.

¿Dónde está la humanidad del Estado que debería proteger? 

Se extravió en campañas electorales, en fotos maquilladas de funcionarios con corbatas con currículas de mañosos que, con sonrisa de dentista, hablan de “avances” mientras le dan la espalda a quienes lloran frente a sus oficinas. En el Palacio, las desapariciones son cifras; en las calles, son sillas vacías en la mesa, camas frías, teléfonos siempre cargados esperando la llamada que nunca llega.

Don Marcos es de Sinaloa y habla desde Nuevo León con una fe desgarrada: veladoras encendidas, la súplica al cielo de que la confusión se aclare y su hijo regrese. Le preocupa que lo juzguen por una placa de de su entidad inmersa en violencia, como si traer un coche con matrícula correcta en un lugar “equivocado” te convirtiera en sospechoso. Qué país maldito este, donde un muchacho recién egresado, arquitecto, con sueños de canchas y aulas, puede convertirse en rehén del terror más absurdo.

El suplicio de Marcos es el de miles. Cada uno con un nombre, con una historia. Pero al gobierno no le gustan los nombres: estorban. Prefiere estadísticas, porcentajes, gráficos. Porque mientras haya cifras, no hay personas; mientras haya ausencias, no hay culpables.

Si de verdad hubiera justicia, el gobierno de Claudia Sheinbaum tendría la vergüenza de mirar a los ojos a los padres que claman. Pero aquí la empatía se esfumó desde hace décadas. En México desaparecen los hijos, no los gobiernos; desaparecen los inocentes, no los cómplices.

Hoy Marcos nos lo recuerda con su llanto: él no quiere una consigna política ni un número más en el conteo. Quiere lo único que todo padre merece: a su hijo vivo en casa. Y mientras no lo tenga, todos tendríamos que gritar con él, con rabia y con nombre, porque el silencio también desaparece.

Como ocurrió

De acuerdo a la narrativa de Marcos ,su hijo y unos amigos fueron contratados para rehabilitar la secundaria, construir unas canchas y habilitar aulas móviles.

“Estaba muy contento porque ya había empezado a trabajar”, señaló Don Marcos.

Sostuvo que su familia no está relacionada con alguna actividad ilícita.

Dijo que agentes de la Fiscalía General de Justicia le comentaron que podría tratarse de una confusión y que de un momento a otro lo liberarían, pero no ha recibido noticias ni llamadas.

“Entréguenme a mi hijo”, exclamó llorando, “les quiero pedir a los que lo tengan que me investiguen, soy trabajador, católico, tengo mucha fe en Dios, toda mi familia tiene veladoras prendidas para que regrese”.

Con informacion: ELNORTE/

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