La escena nos parte el alma y al mismo tiempo la enciende de rabia: una familia despojándose de lo poco que tiene para tratar de recuperar lo único que importa, la vida. Nadia pone sobre la mesa su carro, su espacio de movilidad, su herramienta de batalla cotidiana, a cambio de un gesto que el Estado tendría la obligación —no la limosna— de dar: buscar a su hermana María Cecilia. En un país donde el aire apesta a impunidad, donde el gobierno solo aparece para llenar números en una tabla y dar palmaditas en conferencias de prensa, las víctimas terminan vendiendo sus pertenencias para conseguir lo que debería ser sagrado: justicia y verdad.
Nadia Margarita Berrelleza Flores realizó una publicación para ofrecer su carro como regalo a quien le entregue a su hermana María Cecilia, desaparecida desde el 21 de julio en Mazatlán.

Desde que desapareció junto a otra joven de nombre María Cristina, la familia y amigos de María Cecilia han realizado marchas, caravanas y manifestaciones en busca del regreso de la joven, pero no han tenido buenas respuestas.Recibe nuestras noticias en tu correo
En su lucha incansable en busca de su hermana, Nadia Margarita, en un mensaje a través de las redes sociales, expresó su angustia y la de su familia por no saber de ella.
Nosotros somos así, trabajamos día a día somos una familia que recursos no tenemos pero siempre ayudamos a quien podemos. Hoy por hoy les digo que no hay día que no busquemos a mi hermanita, por eso me atrevo a esto: QUIEN ME ENTREGUE A MI HERMANA LES REGALÓ MI CARRO, SÉ QUE LO HAN VISTO, NO LO PUEDO VENDER PORQUE ES EL ÚNICO RECURSO QUE TENGO PARA MOVERME DONDE ANDO PARA PEGAR LONAS, PARA SEGUIR TRABAJANDO, PERO LES PROMETO QUE SI MI HERMANA LLEGA Y TÚ FUISTE QUIEN ME LA ENTREGÓ, NO HARÉ PREGUNTAS NO HARÉ ESCÁNDALO, TE ENTREGÓ MI CARRO FACTURA Y TODO!!! Sé que es poco para una vida pero ES LO ÚNICO QUE PUEDO OFRECERLES !!! COMPARTAN!!!”, indicó en su mensaje.
Y la autoridad:
Mientras,la autoridad se arrastra en su propio pantano, montada en ruedas de prensa llenas de cifras cocinadas, de porcentajes inflados, de simulacros que llaman operativos. Mientras tanto, los desaparecidos crecen, se multiplican como una estadística maldita que no baja nunca, y los vivos que los buscan terminan canjeando sus bienes como si el derecho a regresar a casa fuera una mercancía de supermercado.
Aquí no hay “estado de derecho”, hay estado de excusas:discursos repetidos, promesas huecas y protocolos diseñados para que nada avance. Es un gobierno que prefiere contar muertos a rescatar vivos, que prefiere posar con chaleco antibalas que ensuciarse las manos en búsquedas reales. Y mientras tanto, las familias —esos que estorban con sus mantas, con sus marchas, con sus gritos— se convierten en la verdadera policía, la verdadera fiscalía, la única brigada de búsqueda que funciona aunque se le agoten las fuerzas.
Lo material nunca pesa más que lo fraternal. Ellos lo saben, las víctimas lo dejan claro vendiendo carros, casas, lo que sea necesario. Pero la autoridad parece apostar a que esa solidaridad se desgaste, que el hambre, el cansancio y la desesperación terminen por quebrar a quienes buscan. Peor aún: les conviene que el pueblo se ahogue solo, porque mientras tanto, el gobierno puede seguir con su alegre pasatiempo: contarnos cuentos y cuentearnos las cuentas, casi siempre los martes, pero siempre Omar García Harfuch,el policia mañoso y mentiroso,de “plástico y carton”.

Al final, la estrategia oficial es tan ramplona como cruel:administran la tragedia, no la resuelven. Difunden comunicados, maquillan cifras, se sacan fotos con cascos y pantalones tácticos, pero dejan a las familias caminando entre fosas, escarbando con sus propias uñas. Y todo esto acompañado por el cinismo de quienes dicen gobernar: un país que vive semienterrado y un poder que parece disfrutarlo.
Con informacion:NOROESTE/

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