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Imagen.-El mocho/EX-FARC. |
Denuncias sobre la creciente influencia de los carteles mexicanos sobre los grupos criminales y el narcotráfico en Colombia suscitan preguntas sobre el rol que está asumiendo el crimen organizado mexicano en el hampa criminal con la desmovilización de las FARC.
En enero, el defensor del pueblo de Colombia, Carlos Negret, emitió una alerta sobre la influencia del Cartel de Sinaloa de México en el municipio de Tierralta, en el departamento de Córdoba, al noroeste del país.
“Ahí está actuando supuestamente el cartel de Sinaloa, que es el que financia estas bandas y a las Autodefensas Gaitanistas [Los Urabeños]”, explicó Negret.
La denuncia la confirmaron líderes comunitarios locales, quienes declararon a la revista Semana que un grupo conformado por elementos de la guerrilla desmovilizada de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), estaba sembrando el terror en sus comunidades, y afirmaban recibir financiación de los sinaloenses.
Según los líderes, el grupo armado obligó a desplazarse a tres miembros de las juntas de acción comunal locales, porque apoyaban el programa de sustitución de cultivos de coca promovido por el gobierno, parte central del acuerdo de paz con las FARC.
El presunto desplazamiento fue uno más de una serie de acciones violentas contra las comunidades locales de la región, y siguió a la masacre de tres personas a comienzos de enero de 2018, y al secuestro y posterior asesinato de dos líderes comunitarios en el mes de diciembre. Todos esos episodios tenían relación con Los Urabeños, que trabajaban en asocio con excombatientes y excomandantes de las desmovilizadas FARC para ocupar los territorios dejados por el antiguo ejército insurgente y sabotear el programa de sustitución de coca, según un reportaje de Verdad Abierta.
La investigación de Semana, sin embargo, afirma que el financiamiento de grupos criminales es tan solo una parte de la estrategia de los mexicanos. Una fuente anónima de la policía antinarcóticos informó a la revista que los mexicanos buscan suprimir cada vez más intermediarios del negocio de la droga, para tratar directamente con los actores territoriales que controlan las zonas de producción, las redes de tráfico interno y los puntos de despacho. Entre los actores con quienes han buscado entablar esas relaciones directas están los grupos mafiosos ex-FARC que están emergiendo en el suroeste de Colombia, informó Semana.
La noción de que los mexicanos buscan asumir un rol más activo en la cadena de suministro la confirmaron más adelante los comentarios, divulgados por el diario El Tiempo, del fiscal general de la nación Néstor Humberto Martínez, quien aseguró que los carteles también buscan tomar control directo de la producción de cocaína.
“Los carteles mexicanos ya empezaron a adquirir plantaciones de coca en Colombia”, comentó. “Hemos capturado a agrónomos e ingenieros de ese país que están mejorando en laboratorios la productividad de las plantas”.
El Tiempo también citó una fuente anónima de la policía, que afirmaba que el cartel de Sinaloa había abierto “oficinas” para coordinar las actividades de tráfico en seis ciudades colombianas: Tumaco, Cali, Bogotá, Bucaramanga, Cartagena y Medellín. Según la fuente, hay hasta cinco personas trabajando en cada una de estas oficinas. Uno de ellos es enviado a los laboratorios de procesamiento para verificar la pureza de los cargamentos, otro se encarga de los pagos en efectivo y los demás coordinan la logística y los sobornos.
La fuente añadió que la razón para la creciente presencia de los mexicanos en Colombia era una mezcla de poca fiabilidad de sus socios colombianos y oportunismo.
“Se cansaron de que algunos narcos locales los roben, incumpliéndoles los envíos ya pagos”, señaló el periódico. “Además, los mexicanos están aprovechando el vacío de poder que hay en la mafia colombiana. Además de la ‘Oficina de Envigado’ [la mafia de Medellín], la única gran estructura, el clan del Golfo [Los Urabeños] está en guerra interna y otros en proceso de sometimiento”.
La idea de que la dinámica del hampa está rigiendo la estrategia de los mexicanos también la manifestó una fuente de la contraparte criminal en una entrevista anónima hecha por El Espectador a un narcotraficante de Medellín.
Según el narco, los mexicanos comenzaron a llegar en 2012 en un intento por poner orden en el hampa dividido por conflictos que habían desestabilizado el suministro de cocaína. Esto ayudó a imponer un periodo de relativa estabilidad con el cartel de Sinaloa, que trabajaba muy de cerca con Los Urabeños y la Oficina de Envigado, además de manejar sus propias rutas de narcotráfico.
Sin embargo, eso se alteró en diciembre de 2017 por las ambiciones del cabecilla de la Oficina de Envigado capturado recientemente, Juan Carlos Mesa Vallejo, alias “Tom”. El traficante declaró a El Espectador que Tom estaba descontento con las negociaciones, por lo que había abierto nuevas rutas de narcotráfico para dejar por fuera a Los Urabeños y al cartel de Sinaloa, y en su lugar comenzó a trabajar con los principales rivales de los sinaloenses, el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Ese conflicto, especuló, pudo ser la causa del arresto de Tom en diciembre.
“Esa es una pelea de patrones, y es claro que los patrones siempre caen por un sapo. Eso es lo que se ve ahora en Medellín: guerra por traiciones, ahora con protagonismo mexicano”.
Sin embargo, añadió, los mexicanos no están buscando acaparar el hampa colombiano.
“No es que los mexicanos ahora manden, pero lo que sí es cierto es que cada vez más hay que entenderse directamente con ellos”, anticipó.
Análisis de InSight Crime
Existe poca evidencia y aún menos lógica en las afirmaciones más exageradas de que los carteles mexicanos están tratando de tomarse el hampa colombiano. Pero no cabe duda de que su presencia e influencia en el país se ha expandido con rapidez en los últimos años, y ahora parecen estar desarrollando nuevas estrategias para el hampa en un contexto pos-FARC.
Diferentes analistas del conflicto colombiano, fuentes oficiales consultadas por InSight Crime, y el traficante entrevistado por El Espectador coinciden en que los mexicanos comenzaron a asumir una participación más directa en el narcotráfico en Colombia hacia 2012, en una época en que la producción de cocaína se había desplomado y la cadena de suministro enfrentaba problemas por conflictos en el hampa.
Actualmente, los mexicanos enfrentan nuevos y variados desafíos, que plantean riesgos y también oportunidades.
De un lado, enfrentan la pérdida de sus socios narcos más confiables: las FARC. El grupo guerrillero, que en algunos lugares del país trabajaba directamente con los mexicanos, se desmovilizó, mientras que Los Urabeños están devastados por una crisis en sus cabezas y rebeliones locales que pueden ser un indicio de la desaparición del grupo como red nacional unida.
Además de la búsqueda de nuevos socios que reemplacen estas relaciones perdidas, es probable que los mexicanos también estén asumiendo un rol más activo para asegurarse de que dicha inestabilidad no afecte la calidad del producto y la confiabilidad de la entrega. Esta puede ser la razón de la presencia ahora permanente de representantes mexicanos en Colombia; coordinación de la logística y vigilancia de los lugares de producción.
Sin embargo, estos trastornos también brindan la oportunidad a los mexicanos de eliminar intermediarios en la cadena de tráfico de drogas y de paso maximizar sus ganancias.
En el hampa colombiana actual, la producción de cocaína, y el tráfico y despacho interno lo manejan grupos territoriales locales, que por lo general controlan apenas uno o dos eslabones de la cadena de suministro. Estos grupos distintos suelen estar coordinados por narcos colombianos, algunos de los cuales son comandantes de grupos criminales como Los Urabeños o disidentes de las FARC, mientras que otros son traficantes independientes que usan intermediarios para unir los diferentes eslabones de la cadena de suministro.
Si los mexicanos pueden establecer relaciones directas con los diversos actores territoriales, trabajando como sus propios intermediarios para crear sus cadenas de suministro, entonces pueden deshacer su dependencia de los traficantes y aumentar exponencialmente sus ganancias. Esa estrategia explicaría las informaciones de que los mexicanos están financiando grupos criminales locales, comprando directamente de los nodos de producción y organizando sus propios despachos internacionales.
Las informaciones que están apareciendo sobre la participación mexicana en el hampa colombiano indica que es muy posible que los carteles estén siguiendo ambas estrategias en conjunto. Es claro que siguen trabajando estrechamente con traficantes consolidados, especialmente los de epicentros del tráfico de cocaína, como Medellín y Urabá. Pero, en otras regiones, como Nariño al suroeste, parecen estar prescindiendo de intermediarios y trabajando directamente con los actores territoriales, sobre todo con los nuevos grupos mafiosos ex-FARC.
La estrategia permite a los mexicanos cubrir sus apuestas. Pueden depender de los contactos y la experticia de los actores colombianos para mantener un suministro constante de cocaína de alta calidad, a la par que exploran alternativas que no solo les ofrezcan una póliza de seguro contra la renovada inestabilidad colombiana o el rompimiento de las relaciones, sino también la posibilidad de ampliar sus ganancias.
fuente.-