La pugna entre el general Audomaro Martínez y el secretario Alfonso Durazo por el control del CNI pone en riesgo la seguridad nacional, consideran expertos. Ello, porque la atención de los funcionarios se destina a su lucha por el poder en lugar de cumplir sus tareas sustanciales
La pugna por el control del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) protagonizada por su director, el general Audomaro Martínez Zapata, y por el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, pone en riesgo la seguridad nacional y desatiende labores sustanciales en la materia.
El doctor Carlos Antonio Flores Pérez –investigador del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)– explica que este tipo de conflictos “distraen la atención de los funcionarios de lo que deberían ser sus tareas sustantivas”. Ello, porque “en vez de construir puentes de colaboración, de intercambio de información y de acción de grupos de tarea conjuntos, a lo que se termina enfocando [su atención] es a la permanencia en el cargo y a la expansión de las propias influencias; y eso de alguna manera deja en un lugar secundario los intereses sustantivos que debería perseguir la institución”.
La tendencia de esa situación, considera, es que no se consolida un nuevo grupo de jóvenes, profesionales, encargados de la inteligencia, por la volatilidad que existe al interior del propio Centro.
Al respecto, el doctor Guillermo Garduño Valero, especialista en seguridad nacional y Fuerzas Armadas, señala que esta disputa tendrá repercusiones. “Esto es como el ajedrez: uno se come al peón, el otro se come a la reina. El problema es que no te toquen al rey. Ésa es la primera cosa. La segunda situación es que esto ha sido manejado con una torpeza enorme: nosotros estamos hablando de esto que debería ser privadísimo. No deberíamos de estar hablando de esto, pero ya se habló. Una de las causas del 11 de septiembre [de 2001] en Estados Unidos, de los atentados a las Torres Gemelas, fue que entre los distintos sistemas de inteligencia, si hubiera habido una coordinación entre ellos, el atentado no se habría producido jamás; pero cada una preservó una parte sin poder articular el todo. Cuando al final se produjo el hecho, cada una develó las cartas que tenía y se dieron cuenta de que cada una de ellas había escondido una parte de la información, y por lo tanto no se pudo armar el rompecabezas. La inteligencia se define como la anticipación de la anticipación. La inteligencia sirve para prever el futuro, modificar futuros”.
Entrevistado por separado, el doctor Emilio Vizarretea Rosales coincide en que la inteligencia es un tema de necesaria coordinación. “Mientras no se coordinen, el CNI no puede hacer gran cosa. Falta esa parte de campo que siempre es necesaria; los que la tienen son el Ejército y la Marina, y lo que se esperaba de los datos relativos al lavado de dinero que tiene la Unidad de Inteligencia Financiera, pues no los comparten, cada quien tiene su parcela de información”.
Lucha de camarillas
En el pasado no se había presentado, con esta misma visibilidad, una lucha por el poder en el órgano civil de seguridad nacional, considera el doctor Carlos Flores. “No lo recuerdo con ese nivel de encono. En otro momento esas transiciones habían sido más tersas porque ese núcleo duro se había sabido acomodar de mejor manera con gobernantes de distintos partidos, fueran priístas o panistas”.
Al respecto, el doctor Vizarretea Rosales estima que la purga en el CNI no modifica la institución en su esencia. “Para nada. La institución sigue trabajando en sus mismos asuntos. Yo creo que es un reposicionamiento en lo electoral, se han tardado muchos cambios en muchos lados, pero yo no veo una posibilidad de fondo, no veo que esto vaya a cambiar a la institución”.
Por su parte, el doctor Flores Pérez señala que esta problemática “más que ubicarla como una confrontación entre civiles y militares es una disputa entre camarillas”. Ello, observa, porque en el antiguo Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) –antecedente del CNI– funcionarios con formación militar, que tenían una jerarquía militar, desempeñaron altos cargos temporalmente en esa institución civil y eso no había derivado en una disputa de esta naturaleza.
Una diferencia importante que observa el experto en temas de seguridad entre el Cisen y el CNI es que el primero, aunque formaba parte de la Secretaría de Gobernación, “en los hechos contaba con bastante autonomía funcional y operativa. En los últimos sexenios era prácticamente un nombramiento presidencial de su titular, no se veía necesariamente una intromisión continua, directa, de parte del secretario de Gobernación en turno; esto no implicaba que hubiera una confrontación entre quien fuera director del Cisen y quien fuera en su momento secretario de Gobernación o había, evidentemente, cooperación, una relación positiva, pero no se veía una disputa por una intromisión de parte de Bucareli por posicionar a sus funcionarios en un centro de inteligencia”.
El investigador del CIESAS señala que en el caso de Durazo Montaño se puede percibir un interés de hacer prevalecer sus propios criterios, intereses y relaciones al frente de una institución de inteligencia. Cuando, indica, el CNI debe “ser una institución de Estado: no tiene que obedecer a lealtades personales; no tiene que obedecer a una cuestión de esa naturaleza, sino a un perfil netamente institucional. Ése sería el objetivo a seguir, [pero] en los hechos nunca ha sido tan pura la cosa”.
Al respecto, el investigador Guillermo Garduño explica que actualmente no hay una sola fuente que concentre toda la información sensible, como en cierto momento lo llegó a hacer el Estado Mayor Presidencial, y esta dispersión de información crea problemas al interior del gobierno federal, como las decisiones contradictorias basadas en escenarios y perspectivas diferentes de un mismo fenómeno.
El doctor en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en América Latina por la Universidad de Pittsburgh, señala que si el presidente Andrés Manuel López Obrador “no es capaz de consolidar una fuerza real de inteligencia propia, pues definitivamente no tendrá más que atenerse al juego de fuerzas de inteligencia, y por lo tanto se comenzarán a dar estos casos como lo que se afirma directamente, que hubo una fuga de información. Ya cuando un sistema de inteligencia, que es la secrecía máxima, sufre salida de información, como dice mi abuelita: ‘ya se chingó el asunto’”.
Estructura heredada
Desde que llegó al CNI, el general Audomaro Martínez Zapata ha tenido que enfrentarse a una estructura anquilosada que se heredó del Cisen. “El perfil de funcionarios que ha tenido en esencia el núcleo duro de la institución es un perfil de funcionarios que se reclutaron jóvenes a mediados de la década de 1990, en el contexto de la irrupción del Ejército Zapatista”, señala el doctor Flores Pérez.
Agrega que “ésa es la generación que más ha venido perdurando dentro de la institución y que al cabo del tiempo se ha venido reconvirtiéndose y aliándose con los gobiernos en turno que, desde entonces, habían sido básicamente gobiernos del PAN, del PRI, y que en esencia tenían vasos comunicantes que permitían a estos funcionarios mantenerse en sus posiciones, ofreciendo la capacidad que habían construido en términos de inteligencia, pero también hay que decirlo, en alguna medida de una mezcla rara de asesoría política con algún tipo de seguimiento personal, en función de intereses de grupo en el poder”.
Para el doctor Guillermo Garduño Valero, “cuando llega [el general] Audomaro [Martínez Zapata al Centro Nacional de Inteligencia], mantiene a la mayoría de las personas que estaban anteriormente en el Cisen. Los conserva. Esto es una cuestión muy importante porque no puedes correr a una persona que tiene información privilegiada. [A eso] hay que agregarle un elemento que es bastante mediocre, que es Durazo. Durazo fue secretario particular de [Luis Donaldo] Colosio y prácticamente se desliga después del asesinato de este hombre. Fue secretario particular de Vicente Fox y sale en pésimos términos. Obrador lo toma prácticamente del basurero y lo mete”.
El experto en temas de seguridad nacional afirma que ese no es el caso del general Martínez Zapata, pese a que no proviene de rama de inteligencia. “Él fue el hombre de amistad y de confianza de López Obrador desde hace muchos años. Incluso, en 2006, cuando el Estado Mayor Presidencial le pide que quién quiere que lo custodie, responde ‘el hombre de mis confianzas’, Audomaro, y eso le costó problemas a Audomaro, porque al no ser [el ganador] Andrés Manuel en 2006, fue enviado al exterior como agregado militar, esperando a que llegara a la situación del retiro. Y ahora está recién salido del retiro para encabezar el centro de inteligencia”.
La función del CNI
La relevancia de la disputa entre el general Martínez Zapata y el secretario Durazo radica en que el CNI es el órgano encargado de garantizar la seguridad nacional de México (“condición indispensable para garantizar la integridad y la soberanía nacionales, libres de amenazas al Estado, en busca de construir una paz duradera y fructífera”) y generar inteligencia (“información especializada que tiene como propósito aportar insumos a los procesos de toma de decisiones relacionados con el diseño y ejecución de la estrategia, las políticas y las acciones en materia de seguridad nacional”).
Al respecto, el investigador Carlos Flores expone que el Centro Nacional de Inteligencia “debería ser una institución fundamental para un gobierno progresista que está consciente de que está librando un esfuerzo denodado contra determinados intereses que se resisten a desarticular un régimen de privilegio, como el que habíamos visto en México, y que en función de ello quizá había que poner una atención cercana a cómo se está dando ese proceso, porque sería una pieza fundamental para poder contar con una visión objetiva con los oídos y los ojos de un gobierno que pretende hacer un nuevo balance de poder en México, con una pretensión de justicia y no basada únicamente en los intereses y los grupos de presión que han sido tan influyentes en el país”.
Por ello, lo describe como pieza clave para ese objetivo de desarticulación de la corrupción, pero también para “lograr favorecer y fortalecer las estrategias de seguridad contra la delincuencia organizada, pero no solamente en un sentido operativo sino en términos de las raíces más profundas, las vinculaciones más profundas que tiene. Estamos a muy buen tiempo de hacer una sinergia adecuada a ese tipo de instituciones”.
Por su parte el doctor Vizarretea Rosales considera que el CNI sí “cumple una función, pero realmente no es tan fundamental: me parece que las áreas fundamentales para la seguridad nacional son las de inteligencia militar e inteligencia naval”. Las otras, entre las que está la Unidad de Inteligencia Financiera, “parece que andan más en cuestiones de venganzas”.
Por ello agrega que la esencia del CNI debe ser el trabajo de prevención a partir de diagnósticos, de investigación de gabinete y de campo. “El CNI está en una etapa en la que apenas están encontrando, entre las autoridades, las necesidades gubernamentales y los intereses de la sociedad y esto todavía no lo traen muy definido”.
Respecto de los retos que enfrenta el Centro, el doctor Flores Pérez observa que, más allá de superar la disputa entre los dos funcionarios, está la adecuada identificación de posibles vulnerabilidades en función de las cercanías que se tenían en esa misma institución con exfuncionarios como Genaro García Luna y el crimen organizado.
Ése, detalla, es un problema más de fondo que no se está atendiendo, “justamente porque están más ocupados en ganarse posiciones que realmente en tener un análisis estratégico de cuál fue la situación que se heredó institucionalmente a este Centro y de qué manera realmente se le puede brindar para que ese mismo conjunto de actores, que probablemente tenían otro tipo de lealtades, no vulneren ahora un nuevo proyecto de gobierno”.
El CNI, advierte, debe ser “mucho menos vulnerable a intereses externos, sea de actores de presión por cuestiones políticas, económicas y, por supuesto, también en cuestión de estar blindada respecto a intereses potencialmente delictivos”.
Por eso, el investigador del CIESAS considera que el mayor de los desafíos de la seguridad nacional es el problema de la delincuencia organizada, “no solamente en sus segmentos operativos, toda la gente que se detiene todos los días y que aparecen en los medios noticiosos con armas, drogas, esta es una parte operativa que sin duda es un riesgo; pero la labor de una institución de inteligencia, lo que debería de permitir es también el rastreo de las relaciones de vinculación que tienen ese tipo de operadores con actores institucionales, empresariales, que al final de cuentas son los que han logrado de alguna medida garantizar el problema tan grande de impunidad que tenemos en el país y que hoy por hoy se manifiesta en la ira evidente de la ciudadanía ante una situación en la que está virtualmente de vulnerabilidad permanente”.
Por ello, indica, el CNI debe concentrarse en el rastreo de ese tipo de redes de impunidad. “Por su propia naturaleza, capacidad y funciones, debería de ser un elemento fundamental para ayudar a detectar y desarticular, no porque le corresponda hacer una cuestión de articular la prueba en términos de proceso judicial, pero sí puede aportar mucha información para que de manera vinculada con fiscales y con las unidades de inteligencia Financiera, Naval y Militar, pudieran intercambiar información enfocada a desarticular redes de impunidad específicas. Esto permitiera hacer mucho más contundente el ejercicio del Estado mexicano en contra de este tipo de actores”.
Finalmente, acerca del control que ya ejerce el secretario Durazo Montaño, el doctor Carlos Flores señala que éste es “reflejo del interés de mantener el control vertical sobre este tipo de instituciones, pero en todo caso la presión de nueva cuenta no es solamente colocar allegados, sería la función de una estructura; lo que debería hacer es apostar a generar institución, a generar un cuerpo de investigadores no contaminado, nuevo, con alto nivel profesional, más que estar pensando en la idea de un control político que en sí mismo es muy frágil porque en el momento que un secretario de Estado deja de ocupar esa función, el siguiente o el propio titular del órgano muy fácilmente puede, de manera propia, empezar a depurar y a liberarse de ese tipo de funcionarios que hubieran podido colocar”.
Con información de: Érika Ramírez, Zósimo Camacho y José Réyez/