¿Por qué los resultados publicados por las empresas encuestadoras son tan dispares, tan distintos, a tal grado que, en un sondeo, un candidato aventaja con casi 30 puntos y, en otro, el contrincante, sale arriba con una diferencia de un dígito?
Por una sencilla razón que toda la gente con sentido común sabe: ¡Porque las encuestadoras mienten de manera cínica y descarada!Las encuestas son un recurso que, aplicado con una rigurosa metodología, bien supervisada, recopila datos certeros, casi precisos, con un pequeño margen de error.
LA MAÑA INCIDIRA Y DECIDIRA LA SUCESION:
Para que las encuestas reduzcan el margen de error, se deben realizar, sobre todo, cara a cara, tocando a la puerta del domicilio del entrevistado.
Esa información es sumamente valiosa para quien la solicita: un inversionista, un investigador social, un gobierno estatal o federal, un partido político o un candidato a un cargo de elección popular como puede ser una gubernatura.
Las empresas especializadas, las que se dedican de lleno a aplicar encuestas, conocen bien su trabajo, saben cómo hacerlo.
Sin embargo, el problema con la aplicación de las encuestas es cuando, por necesidad, para posicionar un producto o, en el caso de la actividad política electoral, a un candidato o un gobernante, se debe difundir o publicar ‘el resultado’.
Ahí es donde surge el problema: la encuesta deja de ser una herramienta, un instrumento de la metodología de la investigación, para convertirse en un ‘producto’ más, en una mercancía que se vende al mejor postor.
El sondeo, el estudio de opinión pública, por tanto, es elaborado al gusto del cliente. Así de fácil y así de sencillo.
Entonces se pone en práctica la máxima capitalista del sector servicios: lo que el cliente pida.Si el cliente es un candidato y quiere aparecer en primer lugar de la competencia electoral, la empresa encuestadora cumplirá el deseo.
¿Con cuántos puntos porcentuales de diferencia sobre el segundo lugar? Los que quiera el cliente: 5, 10, 15, 20 o más. Se reitera: Al cliente, lo que pida.
Pero… ¿y si lo más probable es que ese cliente se enfile hacia una derrota, incluso, estrepitosa en las urnas? ¡No importa!
Lo importante es que el candidato se sienta un ganador, un triunfador, un personaje predestinado en el momento y, así, se ilusione con llegar a la silla del poder.
Si un gobernador quiere ser el más popular del país porque tiene el sueño guajiro de ser presidente de México en la siguiente elección, tan fácil como ordenar, sí, como si fuera un menú en un restaurante, una encuesta a una empresa especializada.
Ese estudio de opinión pública dirá que ese gobernador es el mejor de todos, el de mayor aprobación ciudadana, el que resolvió los agudos problemas de inseguridad, el que generó más empleos en la historia de su entidad, el que construyó más hospitales y más escuelas. Un fuera de serie. Un fregón, pues.
El problema es que como son tantas empresas encuestadoras, algunas dirán que ‘fulanito’ es el mejor gobernante de la república, mientras otras asegurarán que el más popular y el más querido por la gente es ‘zutanito’.
Lo peor, como ya se anotó en un inicio, serán los resultados tan distintos, tan diferentes, entre la encuesta de una empresa y otra. El disparate total.
¿Cómo es posible que eso suceda? Por lo que dice la sabiduría popular: porque las empresas encuestadoras mienten de manera cínica y descarada.
Las encuestas son un negocio que deja millones de pesos en las cuentas o, de plano, en los bolsillos, de las empresas especializadas en el marketing.
¿Y la sacrosanta, casta y puritana autoridad electoral qué dice de esto? ¡¡¡Nada!!! ¡¡¡Absolutamente nada!!!Tanto el INE como los institutos electorales estatales guardan silencio sepulcral… en vez de comenzar a regular y fiscalizar un millonario negocio que funciona como una fábrica de noticias falsas o ‘fake news’.
Más allá de lo que hagan o no hagan los árbitros electorales, así como lo que opinen y pidan los actores de la clase política, la realidad es que ya nadie cree en las encuestas.
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