La caída de Luis Alberto N., alias "El Pelochas", tras un operativo este jueves en Monterrey, fue atribuida a la campaña binacional de seguridad que lanzaron hace casi tres meses autoridades de Texas y Tamaulipas para mejorar la vigilancia a lo largo del corredor sur de Texas.
En un comunicado las agencias que trabajan en conjunto con la Fuerza Tarea-Oeste del Corredor del Sur de Texas (JTF-W STC, por sus siglas en inglés), dijeron lograron sacar de circulación a otro miembro de "alto rango perteneciente a un cártel delictivo".
"El día de ayer, la JTF-W STC confirmó el arresto en la ciudad de Monterrey, Nuevo Leon, del objetivo clasificado como el número cuatro, Luis Alberto Blanco Flores, conocido por el alias de 'El Pelochas'", señaló.
Además, se refirió al arresto de Luis Miguel González-Mercado, alias "Flaco Sierra", el pasado 30 de junio.
"La JTF-W STC y el Gobierno de México continuaron sus esfuerzos bilaterales de ir tras los objetivos criminales a lo largo del estado mexicano de Tamaulipas y el Valle del Río Grande, en el sur del estado de Texas, en Estados Unidos", señaló.
"Dicha colaboración en conjunto dio como resultado en el arresto de Blanco-Flores. Blanco es un previo líder del Cártel del Golfo en la Plaza de Reynosa, responsable de la violencia suscitada en el área de Río Bravo y Reynosa", agregó.
En tanto, precisó que la "Campaña de Seguridad y Prosperidad", implementada el 7 de junio, derivó también en el arresto de por lo menos cuatro objetivos.
"Esta coalición de agencias policiacas e investigadoras, aunado al sector privado, ha alterado el esquema de las organizaciones delictivas a modo de que algunos de sus líderes, quienes al verse publicados en el boletín conocido como 'Se Busca Información', optan por esconderse para evitar ser aprehendidos y enjuiciados", añadió.
"El Pelochas" ingresó al Centro de Ejecución de Sanciones de Ciudad Victoria, el pasado jueves, tras ser trasladado, indicó la Secretaría de Seguridad Pública del Estado.
Está acusado por los delitos de extorsión y asociación delictuosa, dijo el Grupo de Coordinación Tamaulipas.
La estrategia de seguridad del presidente electo Andrés Manuel López Obrador está enfocada en el retorno paulatino a los cuarteles de los elementos del Ejército y la Marina, que actualmente se encuentran en las calles de distintos puntos del país en tareas de seguridad pública.
Sin embargo, nos explican, el plan fundamental del futuro mandatario es evitar en todo momento cualquier violación a los derechos humanos. Nos dicen que el nuevo gobierno impulsará un fuerte proceso de formación de corporaciones policiacas en los estados, con dos componentes importantísimos: la moderación en el uso de la fuerza y la protección de la población civil, para evitar en todo momento lo que se conoce como daños colaterales.
El tabasqueño no quiere que se repitan eventos del pasado que han afectado a los ciudadanos, nos explican.
Un juez federal puso fin de manera casi definitiva al proceso penal que se seguía en Chihuahua contra el ex secretario general del PRI, Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, “La Coneja”, por el presunto desvío de 250 millones de pesos para financiar campañas electorales de ese partido político.
El Juez de Control, Marco Antonio Fuerte Tapia, decretó el sobreseimiento o desechamiento de la causa penal por peculado contra Gutiérrez tras advertir que la PGR no tenía ninguna pretensión para acusar al imputado ni para la persecución del delito que se le atribuía.
El impartidor de justicia recalcó que su fallo se dio por petición expresa de la Fiscalía y en ausencia de un representante de la Secretaría de Hacienda y Crédito y Público (SHCP) que tenía calidad de víctima, debido a que los 250 millones presuntamente desviados eran recursos federales.
Advirtió que como Juez de Control no puede obligar a la PGR a continuar con la investigación y añadió que tampoco cuenta con facultades de investigación; por lo que su única opción era declarar procedente el sobreseimiento o desechamiento del proceso penal solicitado por la PGR.
Cinco mujeres fungieron como agentes del Ministerio Público Federal de la PGR, pero su actuación se enfocó en atacar la investigación realizada por la Fiscalía General de Chihuahua, argumentando que no contaban con elementos para continuar con el proceso penal contra Gutiérrez Gutiérrez.
Una de los argumentos presentados por la PGR para no acusar al ex secretario General del PRI es que en el caso de la empresa ‘Jet Combustibles’ de la que es accionista, el apoderado legal de la misma no era Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, sino su hijo Alejandro Gutiérrez Gómez, por lo que este fue el responsable de cobrar los 4 millones de pesos del contrato que presuntamente se usó para el desvío de recursos públicos.
Al final de la audiencia, el Consejero Jurídico del Gobierno de Chihuahua, Jorge Espinoza, lamentó que las cinco fiscales de PGR hayan fungido como la defensa del ex secretario General del PRI en lugar de continuar con la investigación.
Incluso, reveló que la PGR no hizo ninguna diligencia en Chihuahua, puesto que se limitó a enviar “un par de oficios” y a dejar pasar el tiempo de la investigación complementaria, renunciando además a extender el plazo de la indagatoria al que tenían derecho.
Por ello, adelantó que presentarán un denuncia penal contra las cinco fiscales de la PGR que participaron en la audiencia por delitos contra la administración de la justicia y el ejercicio indebido de funciones.
Pese a la resolución, Gutiérrez Gutiérrez no saldrá libre de forma inmediata por qué debe correr un plazo de 10 días hábiles para posibles impugnaciones de las partes afectadas que en este caso sería la PGR, SHCP y la defensa del imputado; por lo que es improbable que haya inconformidades.
Por último, Espinoza Cortés advirtió que el gobierno de Chihuahua solicitará el arraigo en contra de Alejandro Gutiérrez Gutiérrez en el proceso penal que todavía se le sigue por delitos del fuero común, con el fin de que no se evada de la acción de la justicia.
López Obrador gobernará un país atenazado por el crimen organizado y con un Ejército cuestionado dentro y fuera de México por sus abusos de fuerza.
La permanencia de los militares en tareas de seguridad, anunciada por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), era de esperarse. No es una buena noticia porque indica que el crimen seguirá causando violencia y ante esta realidad no hay forma de regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles. Marinos y soldados lo saben de sobra, pues llevan cuatro sexenios tratando de contener, sin éxito, la exacerbada violencia que deriva del choque entre bandas del crimen organizado y que desde hace décadas mantienen capturado al Estado mexicano.
De ahí que sigue sin entenderse la promesa de López Obrador de sacar a los militares del combate al crimen organizado, durante meses y quizá años anunciada a lo largo y ancho del país. O AMLO desconocía esta cruda realidad o bien los militares y marinos –con cuyos titulares se entrevistó en días pasados –le mostraron la realidad real: que el país está sumido en un caos que alcanza los niveles de tragedia nacional y que no hay estructura policiaca capaz de contenerla. Por eso los militares deben seguir, se quiera o no, persiguiendo narcos, asesinando y quizá desapareciendo personas en aras de la seguridad nacional. Nadie les ha exigido cuentas. ¿Lo hará el nuevo presidente? En aras de la justicia que tanto pregona, sí. De no hacerse se corre el riesgo de que las violaciones masivas a los derechos humanos continúen y, como siempre, queden impunes.
López Obrador gobernará un país atenazado por el crimen organizado y con un Ejército cuestionado dentro y fuera de México por sus abusos de fuerza. Pero AMLO sabe que no tiene otra alternativa más que asumir la realidad: del Ejército depende que la maltrecha gobernabilidad se sostenga con alfileres, como hasta ahora, porque ningún presidente ha tomado la decisión de enfrentar a la verdadera hidra de la mafia: la narcopolítica y su clase empresarial coludida. Esta sería una verdadera batalla contra el crimen organizado. Pero quizá estemos hablando de una utopía. Los poderes fácticos siguen intactos por todas partes, hasta en el nuevo Congreso y su gran mayoría integrada por Morena.
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El Ejército y La Marina comenzaron sus tareas policiacas formalmente en el sexenio de Ernesto Zedillo. En aquellos años se les llevó a participar como coadyuvantes de las tareas de seguridad en la que los civiles ya estaban fallando frente al crimen. Primero se les responsabilizó de un proyecto llamado “El Sellamiento de las fronteras”, con el que se buscaba frenar el tráfico de drogas, la migración ilegal y el flujo de armas.
Luego se les otorgaron mayores concesiones y controles estratégicos, como las zonas petroleras y portuarias, entre otras. Y así tanto marinos como soldados se fueron haciendo cada vez más necesarios a grado tal que hoy son indispensables para medio contener la violencia criminal. Sin ellos privaría el caos de caos: la anarquía, no muy lejos de afincarse en algunos territorios donde ya se asoma su rostro.
Con Felipe Calderón el uso de las Fuerzas Armadas en tareas de combate al crimen alcanzó niveles de escándalo por sus fallas y excesos en el uso de la fuerza. Más de 60 mil soldados salieron a las calles a enfrentar a la criminalidad mediante los llamados Operativos Conjuntos, implementados en los estados asiento de cárteles. Aquella cruzada resultó una verdadera locura, propia de un presidente que en seis años no tuvo la cabeza en su lugar.
El Ejército cruzó la franja del desprestigio internacional por las violaciones a los derechos humanos en la que incurrieron sus efectivos y porque, lamentablemente, al término del sexenio calderonista ningún militar de alto rango fue juzgado por esos delitos. La impunidad se impuso pese a los abusos y los nulos resultados en el combate a la criminalidad.
Nadie duda que la guerra de Felipe Calderón resultó un verdadero fiasco. Hoy debemos preguntarle al exmandatario panista qué fue lo que realmente combatió porque, de acuerdo con los hechos, su guerra fortaleció aún más a los cárteles: los internacionalizó. Grupos criminales como Los Zetas, el Cártel de Jalisco Nueva Generación, el cártel del Golfo y el de Sinaloa terminaron extendiendo sus tentáculos a todo el continente. Desplazaron a los colombianos al quitarles el transporte de drogas hacia México y convirtieron a Costa Rica y Guatemala en las dos bodegas más boyantes de estupefacientes para luego cruzar sus cargamentos a través de Chiapas, curiosamente un estado libre de violencia de alto impacto debido a los pactos entre la mafia y el poder político.
Le tocó el turno a Enrique Peña Nieto y la situación empeoró con todo y el Ejército en funciones policiacas. Más de 140 mil muertos en seis años es el saldo que arroja un gobierno sin brújula y atenazado por la corrupción. Entre los sexenios de Peña y Calderón se suman unos 245 mil muertes impunes. Se asegura que todos tienen que ver con el crimen, pero ninguna investigación ministerial ha documentado tal afirmación. Todo indica que se trata de un barrido orquestado por el poder en el que fueron asesinados delincuentes, sí, pero también muchos inocentes. El fondo de esta cruda realidad nadie la sabrá.
A la corrupción atroz de Peña Nieto se sumó la ineficacia para enfrentar al crimen, amo y señor del país, hasta que se convirtió en gobierno en la mayoría de los estados. Hoy no se habla del poder infiltrado ni de la corrupción del narco para ablandar a la policía. Hoy el crimen es gobierno en casi todo el territorio, pues no sólo controla municipios completos y tiene a su servicio a todas las policías sino que muchos de los hombres del narco, ondeando la bandera del PRI, Morena, PRD y Encuentro Ciudadano, por ejemplo, se lanzan en busca de un puesto de elección popular financiados con dinero sucio cuyo origen nadie investiga.
De ahí que los elevados niveles de violencia no se puedan bajar. El crimen organizado en el poder no se puede combatir a sí mismo. Sólo un gran pacto mafioso, como el que se suscitó en Colombia en los años noventa, puede regresar a un país a la normalidad. Esto suena incongruente. Pero así ocurrió. En Colombia los propios mafiosos reconocieron que el país ya era invivible hasta para ellos. Y así fue como cambiaron las reglas del juego. Para llegar a ese acuerdo entre cúpulas mafiosas, Colombia tuvo que navegar por las aguas turbulentas del narcoterrorismo y la ingobernabilidad sin freno.
Los colombianos fueron testigos de cómo Pablo Escobar –prototipo del político y mafioso –detonaba sus bombas a cualquier hora del día o de la noche para atacar a los hermanos Rodríguez Orejuela, sus rivales en el negocio del narcotráfico; también atestiguaron cómo se derribaron decenas de aviones privados y algunos comerciales y también de cómo se dinamitaron varios clubes de postín a donde los representantes de la mafia –se hacían pasar como acaudalados hombres de negocios –se reunían con bellas damas de la llamada alta sociedad colombiana para inhalar cocaína y beber los vinos más caros.
Cuando la violencia en el país sudamericano alcanzó niveles de caos y de verdadera tragedia, el gobierno de Estados Unidos intervino mediante el llamado Plan Colombia que — se dijo — era un instrumento para desactivar a la guerrilla. En realidad el propósito era quebrar al narcotráfico y golpear el nervio financiero que hacía posible que se mantuvieran de pie generando ingobernabilidad. Con el paso del tiempo la violencia de alto impacto disminuyó, pero Colombia se mantuvo firme con país exportador de drogas hacia el resto del mundo. El negocio se protegió por encima de todo. Hacia ese puerto navega México.
En este espacio y en varios libros –En manos del narco (Ediciones B 2017), Herencia Maldita (Grijalbo 2006), Narcomex (Debate España 2013), entre otros, se ha sugerido que, de acuerdo con las experiencias internacionales, no existe ninguna estrategia antidrogas que haya sido exitosa si no empieza por quebrar las finanzas de la mafia. De ahí que la mayoría de los intentos hayan resultado fallidos en varios países, México, entre ellos.
Tampoco el uso de las Fuerzas Armadas ha resultado una garantía en el combate al crimen, por el contrario, los países que han utilizado este recurso han fracasado. Es el caso de El Salvador, donde la violencia, al igual que hoy ocurre en México, se elevó a niveles incontrolables.
Cuando un país echa mano del Ejército para enfrentar la inseguridad envía un mensaje muy negativo al mundo. Los militares son el último eslabón de la cadena de seguridad de un país. Cuando ésta se usa quiere decir que todo lo demás ha fallado o no está en condiciones de utilizarse. Es el caso de México, lamentablemente, donde el 80% de las estructuras policiacas están controladas por el narcotráfico y en un porcentaje similar está el control criminal a nivel de los gobiernos municipales, donde alcaldes, síndicos y regidores si no forman parte de un cártel están a las órdenes de estos grupos de la delincuencia.
Después de sus encuentros con los titulares de Marina y de la Sedena, López Obrador anunció lo que ya sabíamos: que las Fuerzas Armadas continuarán en las tareas de seguridad. Ahora se cuestiona por qué el secretario de la Defensa Nacional, el General Salvador Cienfuegos, exigió que el Congreso discutiera la Ley de Seguridad Interior para que poco a poco el Ejército retornara a sus cuarteles.
La de Cienfuegos fue casi una exigencia, hace un año, al proponer el retiro del Ejército de las tareas de seguridad. ¿Acaso fue una estrategia y lo que los militares querían era más atribuciones y, en consecuencia, más poder? ¿Por qué en cuatro sexenios no ha sido posible concretar un modelo policiaco a la altura de las exigencias del país?
¿Acaso el Ejército y la Marina no quieren dejar las tareas de seguridad? Antes de que Cienfuegos propusiera una Ley de Seguridad Interior ya era más que claro para los titulares de ambas dependencias cómo estaba el país, ellos sabían que no podían abandonar las funciones de seguridad pública y ante López Obrador fueron enfáticos: nos quedamos porque la Policía Federal todavía no puede con la responsabilidad. López Obrador terminó aceptando la continuidad militar sin ningún contrapunto.
Y así, el presidente electo tuvo que aceptar lo obvio y tácitamente retiró su ofrecimiento de campaña. El Ejército y la Marina seguirán cumpliendo tareas de seguridad en el país, aunque al nuevo presidente no le parezca.
Luego, AMLO ofreció que durante su sexenio terminarán de concretar el modelo policiaco que necesita el país. A ver si es cierto.
Si en cuatro sexenios el Ejército y la Marina no han podido quebrar al crimen organizado y bajar la violencia, ¿Cómo logrará López Obrador pacificar al país en tres años? Todavía no conocemos su estrategia.
El presidente electo ofreció amnistía al narcotráfico, no combate, y también anunció que se legalizarán las drogas, proyecto que se discutirá en la ONU el próximo año, como una forma de desactivar la violencia que azota al país. Todo esto está en proyecto. Lo cierto es que López Obrador cogobernará con el crimen organizado en buena parte del país y durante un buen tramo de tiempo; que no existe una estrategia diferente, por ahora, y que los mismos militares que han fallado en 24 años serán los que le acompañen en su gobierno aplicando la misma fórmula –el uso de la fuerza –que ha fallado en el pasado.
¿Hacia dónde va el país en materia de seguridad? Todo indica que el rumbo todavía no es claro.
Una realidad sí es clara: López Obrador gobernará entre el poder del narco y el de los militares.
Por Ricardo Ravelo
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.
En el natalicio número 58 del mítico rey del narcocorrido, el sinaloense Chalino Sánchez, asesinado luego de una presentación en Culiacán en 1992, algunos músicos norteños localizados en la frontera de Baja California―estado que junto con el sur de California fue la base desde la que despegó su corta pero recia carrera musical― nos hablan de los peligros de ejercer este oficio que le escribe al amor y le canta al crimen.
Cada uno de estos músicos, innumerable cantidad de veces ha interpretado sus feroces y ásperas canciones, ha simulado su desollada y gangosa voz, pero sobre todo, ha experimentado la amenaza y los riesgos de cantar en la frontera norte de México. Un territorio en donde la violencia se normaliza al bailable y estruendoso ritmo de un narcocorrido.
Platicamos con estos músicos para conocer un poco más de su vida cotidiana, lee los testimonios abajo.
Idelfonso - Chicali Norteño
El trabajo de músico norteño es arriesgado por el tipo de clientes. Los narcos, por ejemplo, se ofenden cuando se sienten despreciados. Si te marcan y no puedes ir a su reunión —porque ya tienes un compromiso o por equis motivo—, te la sentencian y valió madres. Una vez un cuate nos contrató para tocar, fuimos a un rancho a las afueras de la ciudad y tocamos las cinco horas que nos pidió. Acabamos el repertorio y cuando estábamos juntando los instrumentos nos dice el cuate: "¿Qué pasa? ¿A dónde van?" Y como yo dirigía al grupo le contesté: "No pos' ya se acabaron las cinco horas, aparte ya nos cansamos". "¡Ni vergas, ustedes no se van hasta que yo les diga, órale cabrones, a tocar!", nos gritó apuntándonos con su pistola. ¿Qué hace uno si alguien se pone loco y te apunta con su arma? Hasta eso que sí nos pagó las horas extra que tocamos, pero nos trató muy mal, ni agua nos quiso dar. "Vienen a trabajar no a refrescarse", nos dijo cuando le pedimos algo para la sed.
En otro evento estuvo peor. Nos jalaron a un rancho en donde se suponía que a las cinco de la tarde terminaríamos. Ya estábamos por irnos cuando nos dice el de la paga: "Aquí está su dinero aunque no les dije que ya se pueden ir, sigan tocando y no se detengan hasta que yo les diga". El tipo ya no era simpático, sino que tenía cara de encabronado. Comenzó a hacer payasadas como apuntarnos con su arma y a tirar balazos junto con sus amigos; se veía que nos querían meter miedo y sí lo lograron. Eran como 15 personas, hombres y mujeres: pisteaban, bailaban y loqueaban ―inhalaban cocaína―. Esa vez tampoco nos quisieron dar comida ni agua, pero aparte ya no nos pagaron las siete horas más que tocamos. Cuando quise cobrar me dijo el tipo: "¡Ya no hay dinero, sáquese a la chingada!" Prácticamente nos tuvieron secuestrados ambientándoles la reunión. Unos cinco mil pesos fue lo que nos quedaron debiendo. No denunciamos, ¿para qué nos ponemos con Sanzón a las patadas?
La verdad es que hay gente muy mala en este ambiente. Una noche nos invitaron a un ejido. Todo estaba de maravilla hasta que al vocalista se le ocurrió pedir cerveza. "Oiga, podría alcanzarme una cervecita", le dijo a una señora que iba pasando. A los minutos llega el marido súper encabronado, borracho y pegado (drogado con cocaína): "¡Hijo de la chingada, si quiere una cerveza pídamela a mí, no a mi vieja!". El pobre vocalista se puso muy asustado y agüitado porque el marido estaba aferrado a ponerle unos putazos enfrente de toda la gente. Me terminé hartando y le digo: "Mire señor, soy el dueño del grupo, vale más que se calme porque nosotros no le faltamos el respeto a nadie". "También para ti tengo, cabrón", me contestó y ya no aguanté: "Vámonos a la calle para darnos de chingazos si eso es lo que quiere señor". Total que no quiso salir pero ya no estuvimos tranquilos los del grupo nomás pensando que podrían balearnos o golpearnos. Es lo malo de este trabajo, te contrata gente borracha o drogada y, sin exagerar, hasta te secuestran con pistola en mano cuando ya te quieres ir, y al final ni te pagan.
Crecí en Oviáchic, en lengua yaqui significa: el difícil, al norte de la ciudad de Obregón, Sonora. Me dicen “El Yaqui”. Desde plebe ―niño― hice mis instrumentos con botes y latas. A los 20 años me vine a la frontera y conocí a un grupo de compositores, pero yo traía el gusanito de tocar canciones no nomás escribirlas. Compré instrumentos y armé mi grupo, Yaqui Musical. Se deshizo y formé Calibre Norteño; anduvo pegando, pero también se fue a la chingada. Hoy en día tengo al grupo, Chicali Norteño.
Vicente - Grupo Trébol
El movimiento alterado ―corriente musical en donde se enaltece con letras crudas y sangrientas la vida y hazañas de quienes viven dentro del universo del crimen organizado, sobre todo dentro de las filas del cártel de Sinaloa― volvió peligroso este trabajo. Anteriormente las personas te pedían que cantaras corridos clásicos como: "Pistoleros famosos", "Laurita Garza", "El federal de caminos". Hasta ahí no había problema. Pero ahora con los corridos alterados ya todos se creen narcos o sicarios, hasta el que menos tiene se siente poderoso. Ya tampoco se baila o come, ahora nomás son borracheras con morras y batos tomando cerveza y metiéndose cocaína, sentados, alucinando que llevan una vida repleta de dinero, armas y lujos; no importa que esa vida dure lo que dura la canción. Matazón, drogas y enaltecer a un pesado —miembro del crimen organizado— con súper poderes que puede acabar con 30 policías él solo, porque ya ni en las canciones gana la ley; de eso se trata el movimiento alterado.
Hace unos meses a un amigo le dieron un balazo en la cara porque no se sabía una canción que le pedían unos muchachos en una reunión. Entre broma y en serio, le soltaron un tiro. Le entró por un cachete y le salió por el otro. Lo abandonaron afuera del IMSS en donde lo operaron; él tuvo que pagar sus curaciones y rehabilitación. Es lo malo de tocar cerca de la lumbre. Te quemas.
Nosotros procuramos no acudir a reuniones que comienzan a las dos de la mañana porque sé que son borracheras con loquera ―cocaína― que no tienen fin. Una vez teníamos nueve horas tocando y cuando quisimos irnos escuchamos: "Háblenle a otro grupo y cuando llegue los dejamos ir". Es el problema con las reuniones de chacalosos (narcotraficantes), son a puerta cerrada y no se abre hasta que ellos digan o simplemente te avisan: "Van a dejar de tocar cuando nos cansemos", pero nunca se cansan porque está inhalando cocaína. El año pasado en una fiesta nos pidieron cumbias y se nos ocurrió prender unas luces giratorias y ¡nombre!, parecían conejos escondiéndose. Rápido llegó un hombre que nos dijo: "Luces no, apágalas por favor y no las vuelvas a prender". Lo que pasaba era que había gente armada entre el público y en las esquinas de la casa vigilando. Todos muy trajeados pero discretamente armados con cuernos de chivo. En las mesas había botellas de whisky, cognac y cocaína en platos como si fueran nachos.
Para prevenir tragedias, si se arma la balacera, debemos tirarnos pecho a tierra. Y para no tener problemas no debemos cruzar la línea cliente-empleado. A mis músicos les tengo prohibido bailar y convivir con mujeres de la fiesta porque nunca sabemos si está con un acompañante o si quiere darle celos a su marido que quién sabe quién es. En una ocasión fuimos a tocar a un cumpleaños y en el medio tiempo nos invitaron a cenar. Estábamos comiendo y se sienta junto a mí una muchacha medio borrachita, de pronto me comienza a acariciar la pierna con su pie bajo la mesa; yo no dije nada, me quedé callado pero el marido que estaba como a seis metros de nosotros se dio cuenta de todo y le gritó: "¡Párate y vente para acá, te estoy hablando!" Al rato salí al auto y cuando iba de regreso a la fiesta el marido se me pone enfrente y me dice: "¿Qué traes con mi vieja, puto?" "Mira compa, yo no sé nada, yo estoy aquí tocando, a eso me dedico", le contesté. De suerte estaba el suegro que arregló la situación pero ya no toqué a gusto por la tensión de que pudiera haber pleito.
Al finalizar la actuación le dije a mis compañeros que me subiría a la camioneta y que ellos recogieran el equipo y los instrumentos para ya no tener problemas. Pensé: "Le llego a dar un chingazo y me terminará golpeando el primo, el tío, el hermano y toda la familia", y sobre todo, se correrá el rumor de que el grupo es conflictivo.
Cuando muera quiero que me toquen la de Sherry ―de The Four Seasons― o una que compuse yo que se llama, La última vuelta. Tengo como 28 años de músico, aparte doy clases de música en secundaria, hago reparaciones de carrocería y presentaciones los fines de semana en bodas y quince años.
Melquiades - Invasión Norteña
Soy de Cosalá, Sinaloa. Toco el acordeón desde los años 70 porque un tío me enseñó. A la frontera llegué como muchos, buscando dinero. Al inicio me iba muy bien con la música pero cada vez sale menos dinero. Los putos karaokes tienen la culpa. Ya cualquier pendejo agarra un micrófono y siente que sabe cantar. La norteña es una música con un público peligroso. Con decir que he tocado en reuniones, en Sinaloa, en donde estuvo Rafael Caro Quintero y en otra ocasión los hermanos Arellano Félix, en Tijuana, pero eso lo sabemos hasta que ya nos fuimos de la reunión, en este ambiente te metes en peligro sin darte cuenta.
Una vez fuimos a tocar a una misa de la Santa Muerte en un rancho entre las montañas de La Rumorosa. Tocamos nueve horas y cuando yo, que cantaba, dije que ya estaba muy cansado, me tiraron al suelo y me patearon entre varios cabrones; uno de ellos hasta me orinó la botas. Luego me pusieron de rodillas y así tuve que cantar dos canciones con todo y acordeón hasta que me pusieron de pie para que tocara mejor. "Va tocar porque yo quiero y no le voy a pagar, ¿cómo la ve?", me dijo muy amachado con el arma fajada en la cintura el que horas antes muy amablemente nos había contratado. 12 horas en total fue lo que tocamos y no nos pagaron.
De todo me ha pasado en este ambiente. Hace unos años nos citaron en una carretera cerca del aeropuerto. Ahí fueron por nosotros unos hombres que nos pidieron que los siguiéramos. Habíamos avanzado un kilómetro cuando se detienen y nos bajan de nuestro vehículo. Nos vendan los ojos y nos cambian a una camioneta. A los minutos llegamos a un rancho y nos quitan los celulares. Nos tuvieron todo un fin de semana cantando. Nos daban comida y cerveza, pero no podíamos avisar a nuestra familia cuando volveríamos.
Aparte del karaoke algo que vino a arruinar el ambiente norteño fue la cocaína lavada de sabor. Antes te dabas unos pasecitos para aguantar la jornada musical, pero desde que llegó la lavada valió madres, esa no sirve de nada, la chila es la original porque sí te quita el sueño. Esto es un arte con el que uno se dedica a complacer al público, pero cuidado si una mujer se te arrima mucho. En esos casos uno debe apartarse porque nunca se sabe de quién es amante. Créeme que no es agradable estar tocando con una pistola apuntándote a la cabeza porque alguien se puso celoso de ti. Ya me pasó y nomás no me dispararon porque Dios no lo quiso. En este asunto de la música norteña uno debe portarse bien porque hay mucho perico ―cocaína― y cerveza y el ser humano que te contrata enloquece con las dos cosas. Un consejo que yo le daría a los jóvenes que se inician en esto es que no sean los típicos músicos cargados que nomás quieren estar periqueando y bebiendo cerveza gratis a costillas del cliente.
Héctor - Iluminados del Norte
En una ocasión habló un hombre al teléfono celular para contratarnos. Pregunté cómo sabía de nosotros solamente para saber a qué atenerme. "Los vimos tocar en una fiesta y nos gustó mucho", contestaron. Quedé medianamente conforme con la respuesta pero cuando le pedí que me dieran la dirección de la reunión me explicó que debíamos esperar a que fueran por nosotros a un punto sobre la carretera. Sentí una mala vibra pero a veces uno ocupa el dinero y ni modo, se debe tomar el riesgo.
Llegaron dos camionetas: una se fue enfrente de nosotros y la otra atrás, como para que no huyéramos. Todo era extraño en la supuesta fiesta. Había hombres encapuchados y armados con metralletas, pero también sus esposas y sus hijos. Nadie parecía disfrutar la reunión, se veían preocupados, inquietos, como si algo estuviera a punto de pasar o alguien a punto de llegar. No bebían mucha cerveza, creo que nosotros estábamos tomando más. Tampoco nos pedían canciones o cantaban o hacían el intento de bailar como es la costumbre. Era una fiesta fea y triste, como una anciana sumamente maquillada que llora sin parar. Los hombres encapuchados se metían cocaína sin quitarse el pasamontañas enfrente de sus hijos, pero con nosotros no se metían, es más, ni volteaban a vernos. De todos modos también estábamos tensos y nerviosos esperando una ráfaga de balazos o que llegara el ejército y nos detuviera a todos. Por eso para no tener invitaciones de ese tipo es que tratamos de no interpretar narcocorridos.
He tenido que tocar hasta 27 horas seguidas porque entre amenazas así lo ha pedido el cliente y ahí no hay mucho que hacer. Recuerdo una vez que nos llevaron a un ejido y nos encerraron bajo llave en una tipo hacienda. Del viernes en la noche hasta el domingo en la madrugada estuvimos tocando sin parar. Nomás iba al baño y tomaba agua. Los clientes solamente eran seis narcos, armados, que se metían mucha cocaína y se turnaban para dormir unas horas. Dos de mis compañeros sí se estuvieron metiendo polvito para aguantar. Terminé encabronado y les dije a los narcos: "Oigan, no se vale, ustedes duermen y se retacan de coca la nariz y yo nomás de pendejo cante y cante; no soy sonido disco".
Sé de memoria unas 2500 canciones. Es bueno saberte muchas rolas porque la clientela se ofende cuando no te sabes una que te piden, en el fondo piensan que no quieres cantarla. Y eso da pie a que, ya borrachos, quieren quitarte algún instrumentos para tocarlo ellos como si fuera un simple juguete o a que te quitan el sombrero para tomarse fotos ; eso es algo de muy mal gusto, pero de plano cuando te escupen la cara sí hay que tomar medidas.
Me gusta el grindcore. A veces me dedico a vender botas y sombreros a crédito. Pienso que los nuevos narcocorrido son más violentos y directos, por eso quienes los escuchan están más enfermos de la mente. Nací en la sierra de Sinaloa cerca de Durango. En este ambiente hay peligro por todos lados. Si una muchacha en una fiesta te hace ojitos, te halaga o te saca a bailar, uno no debe seguirle el rollo porque normalmente son mujeres enojadas con el esposo al que le quieren dar picones ―celos―. Qué tal si es un narco y se enoja, ya ves lo que le pasó a Sergio de K-Paz de la Sierra.
Juan - Los Esteros
En este trabajo hay todo tipo de clientes y peligros que hacen que nuestra vida penda de un hilo. Clientes que no pagan cuentas de 7000 mil pesos por sus huevos y ni demandarlos porque no hay contrato de por medio. Clientes que nos disparan a los pies con su rifle de alto calibre porque nos ven como bufones. Y clientes que nos apuntan con su pistola mientras cantamos y esperamos un balazo en la frente porque el bato anda muy loco ―drogado―, metiéndose coca y fumando mota.
A veces no es solamente la falta de paga sino que no te dejan ir, sobre todo si estás a las afueras de la ciudad. Ya una vez nos pasó. Nos tuvieron encerrados dos días y en el tercero, en la madrugada, se quedaron dormidos pensando que no nos escaparíamos porque tenían bajo llave nuestros instrumentos, pero nos valió madre. Ni modo. Tuvimos que abandonar nuestras cosas e irnos corriendo por una brecha. Perdimos paga y equipo. Es el problema de cantar en fiestas de mañosos que no sabes que lo son. Como dicen, caras vemos, corazones no sabemos.
Hace tiempo nos llamaron a una reunión —por decirlo de alguna manera—, porque ni alcohol había, solamente bebidas energéticas y té helado. Eran cuatro muchachos en la sala de una casa jugando un videojuego de karate y peleas. No estaban solos, había dos prostitutas. De vez en cuando las muchachas nos volteaban a ver porque la escena era ridícula: muchachos jugando con la televisión, nosotros tocando música norteña y ellas sentadas, viendo y sin hablar. Estuvimos así un rato hasta que los dos muchachos que habían perdido más juegos debían cumplir su castigo. El castigo era cogerse a las chicas frente a todos y al mismo tiempo cantar la canción, Javier Torres de los Llanos ―en referencia al ex capo del cártel de Sinaloa, Javier Torres Félix― , del grupo Calibre 50, mientras nosotros la tocábamos.
Soy de Michoacán. A mediados de los años 80 me vine a la frontera y conseguí documentos para trabajar en Estados Unidos. Me establecí en Coachella ―a una hora y media de la frontera de Mexicali―. Ahí me dediqué a sembrar cilantro, uva, chile y dátil y como siempre me ha gustado la música norteña, por las tardes ensayaba a veces con un grupo, a veces con otro. En esos años conocí a Chalino Sánchez, porque a veces contrataba músicos para que lo acompañaran en sus presentaciones que hacía en Coachella. Yo estaba tocando con él cuando lo quisieron matar en el restaurante Los Arcos. Siempre se ponía sus pistolas y sus carrilleras, eso lo salvó. Por eso siempre digo que en este trabajo hay todo tipo de clientes y peligros que hacen que nuestra vida penda de un hilo. Si Chalino Sánchez era cobrador de cuentas y matón, ese es otro asunto, porque la verdad era un buen compañero.
La Fiscalía General del Estado (FGE) informó que detuvo a dos implicados del doble homicidio de Acatlán de Osorio que responden a los nombres de Petronilo N. y Manuel N., quienes habrían sido los principales instigadores en la turba que quemó vivas a dos personas el pasado miércoles.
A través de su cuenta de Twitter, la FGE indicó que en seguimiento a la investigación ante el homicidio de dos varones están identificados instigadores y autores materiales, lo que se logró a través de videos que se transmitieron en vivo en redes sociales como Facebook.
La dependencia recabó información con entrevistas al presidente municipal, director de Seguridad Pública y cuatro policías, lo que permitió esclarecer cómo sucedieron los hechos el pasado miércoles.
Ayer, a la par que en Acatlán de Osorio se realizó el sepelio de los dos hombres linchados, Alberto Flores Morales y Ricardo Flores Rodríguez de 53 y 21 años de edad, el secretario de Seguridad Pública (SSP), Jesús Morales Rodríguez afirmó que el presidente municipal de dicha demarcación debería explicar las omisiones cometidas en este caso.
Refirió que los cinco policías municipales, entre ellos el director de la corporación, están detenidos, y continúan las indagatorias para evitar que el linchamiento quede impune.