¡Basta ya! La ilustrísima ministra, doña Yasmín Esquivel, no plagió una tesis de licenciatura. La compró, y ella no tiene la culpa que la mercancía fuera de tan buena calidad que ganó varios compradores más.
Con toda honestidad, ella pagó por un producto, nada de plagio, eso hubiera implicado violar su admirable ética, la de no rendirse ante la ideología burguesa y masturbatoria del trabajo intelectual.
Y en cuanto a la tesis doctoral de la señora ministra, ya basta de insultantes exámenes de un trabajo seminal en los anales de la difusión del conocimiento —claro, no el de la ministra, el de otros, porque así de desprendida es doña Yasmín—. Ni la UNAM ni la Universidad Anáhuac otorgaron algo a doña Yasmín, ella generosamente dio a esas instituciones el prestigio de su nombre y trayectoria.
Basta ya de estar contando las páginas y pies de páginas “robados” por la ilustre jurisconsulta. Ella no robó nada, la erudición es así, siempre un eco de muchas voces. Qué poco entienden sus ignorantes críticos de lo que es el vértigo de ser poseída por el saber, y en tan alto grado, que la oceánica obra de la Ministra muestra a las claras cuán más decidor que el ventrílocuo es el espantajo. ¡Basta ya!
Señora ministra, no se deje usted chantajear por esos infames que intentan avergonzarla, la vergüenza es cosa neoliberal y poco mexicana. No se entregue Usted a la falsa decencia, sería claudicar ante los siglos de opresión académica que han obligado a miles a sufrir la indecencia de perder años escribiendo tesis cuyo único valor, como Usted ha lúcidamente probado, es el de venta.
Con todo respeto, como observador del tribunal de la historia, me permito sugerirle que aproveche esta injusticia que sufre para dejar su huella en la historia. Así: “La Suprema Corte de Justicia establece la condecoración Medalla Yasmín Esquivel, a ser otorgada cada cuatro años para dar tesis a quienes no tienen. Al ganador o ganadora le será entregada una tesis terminada, de licenciatura o doctorado, según el sapo la pedrada, y una medalla de oro luciendo, en una cara, la efigie de la ilustre jurisconsulta Doña Yasmín Esquivel, y, en la otra cara, la leyenda: Quid auctor? Ut secare et adhaerere, dolum et mandatum, magis ac magis (¿Qué es un autor? A cortar y pegar, a grillar y mandar, más y más y más)”.
***Mauricio Tenorio
Profesor de historia en la Universidad de Chicago
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