No hay presente digno allí donde los niños y adolescentes –el pilar y la promesa misma del futuro– mueren con una regularidad brutal, y la estadística los reduce a cifras en informes oficiales. El gobierno de Sinaloa, en su evidente fracaso para proteger a los menores, ha enviado un mensaje fúnebre a su propia sociedad: ni siquiera aquellos a quienes debería salvaguardar sin excusa alguna encuentran refugio bajo su autoridad.
En apenas diez meses y medio, 57 menores y adolescentes han sido asesinados, víctimas directas de la violencia del crimen organizado o daños colaterales de su incesante disputa de poder.
La espiral sangrienta no se ha ralentizado: después de que César fuera asesinado el 3 de julio al intentar huir de un ataque armado, siete menores más fueron ejecutados en días que no le dan descanso ni a la indignación ni al dolor. El registro de 34 menores asesinados ,algunos por el mismo ejercito mexicano, son tan solo hasta la mitad de 2025 —superando toda cifra anual de los últimos cinco años— exhibe que el Estado ha fallado no solo en la prevención, sino en lo elemental: la mera protección contra la muerte.
No hay gobierno legítimo que sobreviva a la sospecha de no poder ni querer cuidar a esos niños, niñas y adolescentes. Tras cada nombre, tras el resumen estadístico, hay sueños mutilados que el país nunca verá crecer: Abraham, Jorge Axel, Yael, Juan Luis, “La Vale”,Alexa,su hermana leidy y tantos más, arrastrados por la violencia más allá de cualquier horizonte de porvenir.
Los narcos metidos al poder politico que detentan el poder y administran el Estado prometieron custodiar la vida, garantizar la infancia, resistir la tentación de la indiferencia. Hoy, han cancelado esa promesa.
Fallaron con los menores. Pero al hacerlo, han fallado con todos. Cancelar el futuro de los niños —permitir que sean parte de la cuota trágica de una guerra interminable— es condenar también el presente de quienes aún quedan, desamparados y atrapados por la sombra de una violencia que nadie detiene y que a nadie exime.
No se redime con excusas un Estado que no protege el mañana. Se le recuerda, se le dice con todas sus letras: si no puedes cuidar a tus hijos, ya no puedes llamarte custodio de nada. Tu fracaso es, a la vez, tumba y advertencia.
Ningún país merece sobrevivir si olvida primero a quienes debió cuidar.
Con informacion: NOROESTE/





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