El árbol de la justicia el que torcida
Dicen los antiguos que “a cada santo le llega su fiesta”, pero ni el más cáustico de los críticos hubiera imaginado que la de Felipe Calderón la organizaría la mismísima madre naturaleza. ¡Oh, señor de las guerras y los operativos fallidos! quien conquistó los titulares a punta de balas y operativos “valientes”, hoy cae, no por la furia del pueblo… sino por el tronco de un árbol empapado.
En la Calzada de los Presidentes, ese paseo de ego donde los exmandatarios compiten en bronce y granito para ver quién tiene la pose más dura, la estatua del “Comandante Borolas” sucumbió ante un aguacero. Ni el narco, ni los escándalos, ni el juicio de la historia: fue una simple rama la que le dio el “beso del piso”.
Ahí quedó, oculto tras plástico negro, esperando su próximo operativo de rescate. Quizá soñando con tiempos mejores, donde los árboles callaban y los vientos no soplaban en contra. Mientras los restos del árbol ya fueron retirados, la efigie sigue cubierta, como aquel presidente que nunca terminó de rendir cuentas tras la caída del arquitecto de la fallida estrategia contra el narco que ahora repite su pupilo “García Lunita”.
Que la Calzada de los Presidentes tome nota: así como los árboles caen, los monumentos también. La historia, a veces, tiene sentido del humor… y una puntería impecable.
Con informacion: ELNORTE/

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