La época del cine de oro mexicano no se lo había puesto fácil. Después de unos años, los cincuenta, de hombres robustos, botas con espuelas, cinturón y sombrero, voces de chorro inagotable que enamoraban con sus serenatas a millones de espectadoras y lloraban con sus canciones el despecho —de la pantalla y de la vida— junto a una botella de tequila, apareció un joven chaparrito, de poco más de 1,50 metros de estatura, que no le cantaba a la hombría, sino al amor.
Al amor romántico, edulcorado, Somos novios, Adoro, Contigo aprendí; y también al realista y desengañado, No. A finales de esa etapa dorada, hombres apuestos como aquellos, y millones de hispanohablantes más, acabaron coreando sus canciones. Armando Manzanero elevó el bolero a un himno universal, que se interpreta en teatros y se desafina en las cantinas. Su vida fue un reflejo de aquellas baladas.
El lunes moría a los 86 años por un paro cardíaco asociado al coronavirus que lo mantenía hospitalizado en Ciudad de México. Manzanero nació en Mérida (Yucatán) en 1934 —según él mismo aclaró en una entrevista el año pasado, pues su fecha oficial de registro es de un año más tarde—. En una zona de México aislada del centro del país, donde era más fácil sintonizar una emisora de radio cubana que una de la capital, a más de 1.300 kilómetros de distancia. Y en una familia de artistas: su padre era cantante y había hecho carrera en Estados Unidos antes de conocer a su madre, bailarina folclórica.
Fue en la vida y en la música un joven precoz y prolífico. Comenzó a estudiar piano a los ocho años y a vivir de ello desde poco después. “Mi padre me hacía, indigna y molestosamente para mí, limpiar la hierba de la casa, regar las matas de naranja y quitarles las cáscaras para irlas a vender con sal y chile. Es un trabajo muy noble, pero no me gustaba. Y cuando empiezo a tocar un piano... Era algo por lo que no solo disfrutaba, sino que además me pagaban”, contaba en una de sus últimas entrevistas para la revista Quién.
Cuando era todavía un adolescente, conoció al primer amor de su vida, María Elena Arjona, con quien se casó a los 22 años (en 1957). Su padre le había advertido de que no lo hiciera, pues su vida iba a ser “viajar y salir por las noches”, recordaba Manzanero en sus entrevistas. “Fue un error. A esa edad uno no sabe nada de la vida”, señalaba en una entrevista televisiva para Grupo Imagen. Con Arjona tuvo sus primeros cuatro hijos: Armando, Diego, Martha y María Elena. En lo que duró su matrimonio, hasta los setenta, Manzanero publicó 10 discos y compuso más de 100 canciones, la mayoría de ellas los grandes éxitos de su carrera. Un día que regresó de gira metió su llave y ya no abrió.
Arjona le había cambiado la cerradura.Armando Manzanero, en un concierto de San Juan, Puerto Rico, en febrero de 2020.
Poco después conoce a Cristina Blum haciendo un programa de televisión. A esa relación llega con dos hijos, Mainca y Rodrigo, unos gemelos que tuvo unos años antes con una modelo peruana. Y con Blum llega el séptimo, Juan Pablo. Se separaron 18 años después. Hasta que conoció a una empleada de un banco, María Teresa Papiol, y se casó de nuevo en 1991. En 2000, dos años después de divorciarse también de Papiol, conoce a Olga Aradillas, quien, cuatro años después, tras divorciarse, lo denunció por violencia de género. La demanda no prosperó, pero supuso un escándalo que acompañó siempre al rey del bolero.
Manzanero, no obstante, era un férreo defensor del matrimonio tradicional, el mismo que propagaba en sus canciones: uno y para toda la vida. “La gente que tiene suerte en la vida se casa una sola vez”, insistía siempre. Él, reconocía, no la tuvo. Y en cualquier intervención pública remarcaba que ese había sido uno de sus grandes errores. Esa convicción lo llevó a casarse tantas veces, con casi todas las mujeres de las que se enamoró. “No soy mujeriego, los mujeriegos no se casan nunca”, llegó a señalar en otra entrevista.
A principios del 2009, presentó ante los medios a Gloria Caballero como su nueva esposa, tras haber celebrado una boda en secreto. No obstante, solo siete meses después, anunciaron el divorcio. El último gran amor del artista mexicano ha sido Laura Elena Villa, una mujer 36 años menor que él y que le ha acompañado desde 2014 hasta el final de sus días. A ella le dedicó el tema Nada personal, que se usó para una telenovela de Tv Azteca.
Hace un año, las acusaciones machistas volvían a salpicar a Manzanero. En pleno auge del movimiento Me Too, el compositor señaló fatídicamente en una entrevista: “Yo recuerdo desde que soy niño que les encanta que las acosen. Porque a la mujer le gusta”. Después, ante la oleada de críticas tuvo que matizar sus palabras con un mensaje que no hacía sino confirmar su visión romántica de sus canciones: “Yo no conozco a ninguna mujer que le disguste que la enamoren y que se acerquen a ella”.
Su vida se miraba a través de un bolero. Como los más de 400 que compuso durante sus setenta años de carrera, que revivieron una lista infinita de cantantes, como Luis Miguel, Miguel Bosé, Alejandro Fernández, Mocedades y hasta Elvis Presley. “Los jóvenes se enamorarán también con la música de Armando Manzanero, el amor nunca pasa de moda”, declaraba este lunes su amiga, la reconocida cantante Angélica María. Ya lo había dicho él hasta poco antes de morir: “No se puede decir ‘te amo’ con un reguetón”.
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