La masacre de migrantes centroamericanos del viernes 22 en Tamaulipas forma parte de la narcoguerra entre los cárteles del Noreste y del Golfo en la región. A decir del obispo Raúl Vera, el crimen entra en la lógica de las bandas: los del Golfo cobran entre 700 y mil 500 dólares por persona a los coyotes que usen “sus” rutas para llevarlas a Estados Unidos.
Al asesinar a los clientes, los del Noreste arruinan el negocio de sus rivales. Pero el Movimiento Migrante Mesoamericano sostiene que los primeros eslabones de ese cruento negocio son las financiadoras guatemaltecas, así como los policías y los agentes migratorios corruptos de México.
La tarde del viernes 22 un convoy de camionetas con miembros de la Tropa del Infierno, el brazo armado del Cártel del Noreste (CDN, los antiguos Zetas), arribaron a la comunidad de Los Guerra, municipio de Miguel Alemán, a través de la “Brecha 57”, un largo y solitario camino de terracería que inicia en Nuevo León y está sembrado de camionetas calcinadas.
El comando buscaba a un alto mando del grupo rival, el Cártel del Golfo (CDG), que controla los principales municipios de la “frontera chica” de Tamaulipas, según testigos entrevistados por Proceso en México y Guatemala.
El capo que buscaba el CDN, "El Entenado", escapó de los sicarios. Ello llevó a la Tropa del Infierno a peinar la zona para “ejecutarlo”. Durante su búsqueda detectaron una “casa de seguridad” entre Camargo y Díaz Ordaz, donde se ocultaban 34 migrantes originarios de Comitancillo y San Marcos, Guatemala, esperando que los cruzaran a Estados Unidos de forma segura, para lo cual cada uno pagó 14 mil dólares a coyotes guatemaltecos.
A su vez, los coyotes le pagan a CDG entre 700 y mil 500 dólares por persona para usar recónditos sitios de cruce del río Bravo para pasar con los migrantes ilegales.
Cuando los sicarios del CDN descubrieron a los guatemaltecos, los asesinaron y apilaron sus cuerpos en la parte trasera de una camioneta, que manejaron hasta los límites con Nuevo León para quemarla y abandonarla. Por sólo unos metros, el vehículo quedó en Tamaulipas.
Testimonios recolectados en Guatemala revelan que uno de los dos coyotes –padre e hijo– que acompañaban a los migrantes guatemaltecos –indígenas de lengua mam– logró escapar con 12 de ellos. En cuanto pudo avisó a sus familiares sobre la tragedia del viernes 22.
En un comunicado, la Fiscalía de Tamaulipas informó que “la tarde del 23 de enero autoridades de la Secretaría de Seguridad Pública fueron alertadas por un reporte ciudadano de que en una brecha del poblado Santa Anita se encontraba un vehículo incendiado.
“En una de las camionetas localizadas estaban dos cuerpos en la cabina, otro cuerpo a un costado de la puerta del lado del piloto, uno más al costado de la puerta del copiloto y 15 en la caja del vehículo”.
En entrevista con Proceso el vocero de Seguridad de Tamaulipas, Felipe Rodríguez, reveló que la fiscalía estatal ya tomó pruebas de ADN de los 19 cuerpos y trabaja con autoridades guatemaltecas para cotejarlas con los probables familiares a fin de identificar a las víctimas. Detalló que se trata de 16 hombres, una mujer y dos cuyo sexo aún no se ha determinado.
El domingo 24 el obispo de Saltillo, Raúl Vera López, que ha defendido la seguridad de los migrantes y sostiene un refugio para los originarios de Centroamérica, exigió justicia durante su homilía.
Expuso que esos trabajadores representan onerosas ganancias para las diversas mafias del crimen organizado que operan en el país: “Son un negocio porque los ayudan a pasar a Estados Unidos y sus familias se endeudan allá. Y dice la gente de Santa Anita que en la casa de seguridad donde los sacaron tenían guatemaltecos.
“Ahí la gente dice que un cártel tenía a personas, delito que se llama trata, porque les sacaban dinero para pasarlos; pero el grupo enemigo, que no quiere que sus rivales ganen dinero con ellos, decidió matarlos e incinerarlos”.
La travesía de los migrantes guatemaltecos por México es muy diferente a la del resto de la migración centroamericana, señala Rubén Figueroa, coordinador en el Sureste del Movimiento Migrante Mesoamericano.
El coyote guatemalteco siempre acompaña a sus clientes; cuenta con una red de protección en México, que incluye camiones de redilas, donde los transportan; casas de seguridad a lo largo del trayecto y protección pagada a policías municipales y estatales… pero también al “cártel de Instituto Nacional de Migración”.
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