Lo que pasó ayer en Culiacán suena menos a un parte policiaco y más a una postal del Viejo Oeste: tiros a plena luz del día, un hospital convertido en escenario de duelo y un bebé alcanzado por la metralla de un pleito que no era suyo. La ley del más rápido en la pistola, pero con rifles automáticos y camionetas blindadas en vez de caballos y revólveres.
En menos de dos horas, se reportaron dos agresiones armadas en los alrededores del Hospital Regional No. 1 del IMSS, en la colonia Guadalupe, con un saldo preliminar de un hombre muerto y un bebé lesionado mientras Omar García Harfuch de visita, revisaba la seguridad de hospitales. El sujeto fallecido fue identificado como Luis Omar Burgos, jefe de Farmacia de esa unidad.
En la misma agresión, un niño de un año y tres meses de edad resultó herido por una esquirla en el brazo.
Como era en el viejo oeste
En aquel entonces, en los pueblos polvorientos del oeste norteamericano, el sheriff brillaba por ausente y el que imponía su «orden» era el que más rápido jalaba del gatillo. Hoy, en Sinaloa, parece que tampoco hay sheriff, ni la sombra de miles de soldados basta para que el silencio del plomo no gobierne. Los pistoleros de ahora no llevan sombrero vaquero, bueno,algunos si, pero igual descargan balas sin preocuparse si en medio hay una maestra con sus hijos, un jefe de la farmacia o un niño recién salido de la cuna.
Viejo Oeste vs. Culiacán 2025
- Los duelos en la calle principal se daban por tierras, ganado o reputación; ahora son por rutas, cargamentos y apellidos con peso dentro del narco.
- En los westerns el daño colateral era un vaso roto en la cantina o el piano destrozado por las balas; aquí los colaterales son bebés con esquirlas incrustadas en la piel.
- En la frontera salvaje, el sheriff llegaba siempre tarde a recoger cadáveres; en Sinaloa, los operativos federales llegan a la hora de los velorios y también a hacer diagnósticos de seguridad para abordar siempre el mismo pendiente mientras las balas siguen escribiendo la crónica diaria.
Por que Culiacan es pueblo del viejo oeste
Culiacán debe ser visto como un pueblo del Viejo Oeste porque la autoridad parece ausente, la ley del más fuerte predomina y la vida cotidiana se ve marcada frecuentemente por enfrentamientos armados, bloqueos y asesinatos a plena luz del día. Así como en aquellos pueblos polvorientos donde el sheriff era una figura decorativa o inexistente, aquí la presencia de la autoridad poco disuade a los pistoleros modernos, que intercambian disparos en plena calle y dejan como víctimas colaterales a inocentes, incluidos bebés.
La violencia en Culiacán surge de una pugna constante entre grupos criminales, quienes, al igual que los forajidos del Viejo Oeste, se disputan el control del territorio sin importar el daño a la población civil. Hay días en que la ciudad queda paralizada –escuelas cierran, el transporte público se suspende y miles de negocios bajan la cortina– por el simple temor a quedar en medio de un tiroteo, algo muy similar a lo que ocurría cuando bandas rivales llegaban a un pueblo y sembraban el caos.
Además, como en el viejo mito del lejano oeste, en Culiacán la vida vale menos que una bala: los ajustes de cuentas, la «justicia» privada y el mensaje sanguinario dejan un reguero de cuerpos y un clima de miedo donde el Estado parece solo reaccionar o recoger los restos después de la balacera. Por eso y mas, Culiacán se siente, para muchos, como ese “pueblo sin sheriff”, donde el que dispara más rápido impone su ley y los inocentes pagan los platos rotos.
Al final, la metáfora se escribe sola: Culiacán no es Dodge City,Tombstone,ni tampoco «Ok Corral», pero lo parece. Y lo más brutal es que en medio de esa pelea de pistoleros modernos, un bebé de apenas un año queda marcado como si la infancia fuera botín de guerra.
Con informacion: ELNORTE/

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