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sábado, 16 de noviembre de 2019

"NETFLIX y el PRESIDENTE NARCO"...llego la "pax narcotiana".

La empresa productora y distribuidora estadounidense de cine de paga Netflix produjo una serie sobre la novela La Reina del Sur, del autor español Arturo Pérez-Reverte.
Versa sobre la novia de un narcotraficante mexicano —casualmente de Culiacán— que huye a Marruecos y España para salvar la vida después de que el novio es asesinado por sus propios camaradas de la industria.
Después de múltiples peripecias, en innumerables episodios, ella se convierte en la capo principal del narcotráfico en el sur de España, estableciendo alianzas con las mafias rusa e italiana del tráfico de estupefacientes.
Se vuelve rica, poderosa y despiadada, aunque con el corazón dispuesto a encontrar el amor.
Pero siempre piensa en vengarse del asesinato del primer amor, a sabiendas de que fue producto de la orden del capo de Sinaloa, quien, casualmente, se ha convertido en candidato a la Presidencia de México por el partido oficial.
A cambio de su libertad, ella hace un trato con la Administración para el Control de Drogas​ de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) para denunciar del capo sinaloense y, así, impedir su ascenso al poder presidencial. Termina la serie como el libro: ella libre para vivir con su hija clandestinamente, el capo sinaloense en la cárcel y la DEA feliz.
De repente Netflix anunció una segunda temporada, lo cual no dejó de sorprender, pues la primera agotó la novela de Pérez-Reverte.
La segunda temporada es, pues, un producto del ronco pecho de guionistas de la empresa estadounidense y no tiene nada que ver con la novela, aunque aparece la excapo mexicana con su hija viviendo apaciblemente en Italia, vendiendo productos naturistas. De ahí el guión empieza a ser extremadamente bizarro.
Por una serie de situaciones la hija es secuestrada y la excapo tiene que volver al negocio de la droga para rescatarla.
En el camino se enamora del secuestrador de su hija y se alía con el agente de la DEA que pactó su libertad años antes.
Y resulta, ¡oh!, sorpresa, inexplicable, que el capo de Sinaloa está libre y vuelve a postularse para la Presidencia de México. Ésta vez la excapo decide apoyarlo pues, en su lógica, es preferible que México tenga un Presidente narco que uno ligado a los intereses estadounidenses.
Y la temporada termina con ese gran logro: México elige a un Presidente narco, desdeñando el yugo de Washington.
Y todos felices, menos el agente de la Administración para el Control de Drogas​ de Estados Unidos, que es muerto en el transcurso de la trama.
Como se puede observar, la primera temporada no tiene nada que ver con la segunda, particularmente en lo que se refiere a la lógica narrativa. Son, en sentido estricto, dos novelas completamente diferentes, pero con el mismo nombre. ¿Qué cambió?
La impresión es que algo en México cambió, y los autores sentían la necesidad de dar un explicación, ciertamente no pedida.
En la primera temporada, se crea la narrativa sobre el narcotráfico como algo perverso que influía en las decisiones de Estado. Tan es así que el partido oficial postula al narcotraficante como su candidato, sabiendo de quién se trataba.
La complicidad del capo asesino con el oficialismo se entendía como la expresión máxima del desdoblamiento del sistema político a los intereses oscuros de la droga, el crimen organizado y la violencia al margen de la ley.
En suma, una alianza entre transgresores de la ley y el sistema político corrupto.
La segunda temporada plantea una perspectiva completamente diferente.
En este caso, y sin dar explicación mayor ni referencias a su pasado, se termina convirtiendo al capo sinaloense, ahora candidato presidencial de un partido que no es el oficial (este dato es muy importante en México), en una suerte de Robin Hood nacionalista y defensor de los valores nacionales.
De capo de la droga, ahora es convertido en baluarte de la eterna aspiración mexicana a vivir sin el yugo (o bota) encima del imperialismo yanqui.
El enemigo ya no es, según esta versión, el narcotráfico, ni la violencia, ni los asesinatos, ni la ilegalidad o secuestros y violaciones ni las transgresiones a la ley.
Ahora el enemigo es el gobierno de los Estados Unidos y las determinaciones de Washington.
Tal parece, según la versión de Netflix, que México prefiere vivir bajo la sombra de una Pax Narcotiana resistiendo la larga presencia de Estados Unidos.
Llama la atención que no se plantea otra opción, como la que ofrece vivir sin cárteles ni la presencia opresiva de Estados Unidos, sino dentro de un orden republicano, plural, democrático y constitucional, respetando las libertades de todos.
Finalmente, uno se pregunta: ¿quiénes promueven esta propuesta de Netflix para México? Y, ¿quién se beneficia con la idea?
fuente.-Ricardo Pascoe/

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